Evaluación de procesos

Por: Paola Ceruti

La evaluación de proceso sirve para medir cambio con el cliente, para saber la evolución respecto de los objetivos de la terapia. Además, cuando hay cambios, poder mirarlos con detención empodera al paciente y cuando no los hay, permite tomar las decisiones terapéuticas correspondientes.

Se recomienda hacer evaluación de proceso cada 4 sesiones aproximadamente y puede tomar el tiempo de una o incluso dos sesiones.

A continuación se explicar cómo hacer este tipo de evaluaciones de proceso, alternando con ejemplos esta explicación.

Primero se le explica al cliente qué es la evaluación de proceso y se le dice que para eso lo vamos a hacer poniendo números, entonces, que elija una escala del 1 al 7, o del 1 al 10, o del 1 al 100, la que le sea más cómoda o familiar.

Si elije por ejemplo del 1 al 7, se le explica que el 1 va a representar el peor estado que ha vivenciado respecto de lo que lo llevó a consultar, y que el 7 representa el estado en que el problema ya no está, con una mirada realista, dentro de lo posible, o bien, que el problema ya está en un estado leve, es decir, que hay un cambio, lo suficientemente significativo para ese problema.

Es bueno que no sea el terapeuta quien pone el título al aspecto que se está evaluando, sino que sea el cliente quien define a qué se refieren con el motivo o los motivos, por el/los cuales consultó.

Si hay más de un problema o aspecto a evaluar se miden con escalas independientes para cada motivo o área. Por ejemplo, se puede hacer una escala para medir como se encuentra respecto de la sintomatología que presentaba en un comienzo y otra para evaluar la relación con su hijo. Si el cliente no considera algún aspecto importante a evaluar, el terapeuta lo puede agregar al final.

Luego de definida la escala y el aspecto a evaluar se le pregunta:

T: Cuándo llegaste a la primera sesión en qué número estaba esa dificultad y en qué número está hoy?

Ejemplo:

Título puesto por el cliente: la depresión

T: Cuándo llegaste a la primera sesión en qué número estabas respeto de tu depresión y en qué número estás hoy?
P: Llegué en un 3 y hoy estoy en un 4,5.

Luego el terapeuta comienza a preguntar respecto de esa puntuación en 4 dimensiones: acción, emoción, pensamiento y cuerpo. Se comienza con una pregunta general y a partir de esa respuesta se va indagando en las demás áreas.

T: cómo era estar en 3?
P: estaba negativo, creía que no había salida, mis pensamientos eran negativos frente a todas las situaciones.
T: Entonces pensabas que no había salida y tus pensamientos eran negativos y respecto de lo que sentías cómo estabas?
P: Triste, no podía disfrutar de nada
T: y qué estabas haciendo o habías dejado de hacer?
P: No salía, me quedaba acostado hasta muy tarde, no llamaba a nadie, estaba muy solo.
T: y como estaba tu cuerpo cuando estusabas en 3?
P: No tenía energía, me sentía cansado y con sueño todo el día

Luego el terapeuta comienza a evaluar el estado actual:

T: Y ahora que estás en 4,5 cómo están esas cuatro dimensiones: tus pensamientos, sentimientos, acciones y cuerpo?

Y se le va guiando para que pueda ver como está ahora a nivel cognitivo: qué piensa distinto, a nivel de acciones, que hace distinto, a nivel emocional, qué siente distinto y a nivel del cuerpo, como está su cuerpo ahora. Para que el paciente vaya observando la diferencia.

Luego de ver las diferencias se hace atribución interna de logro preguntando cómo lo logró, cómo logró avanzar de un 3 a un 4,5. Esto refuerza y empodera al paciente, le muestra sus recursos.

T: cómo lo lograste? qué aprendes de ti mismo? qué sientes respecto de esto que lograste? qué posibilidades te abre a futuro?

Luego se lleva al paciente a mirar cambios futuros a través de preguntas como por ejemplo: cómo va a ser cuando estés en 5, qué vas a pensar, qué vas a sentir, qué vas a hacer, cómo va a estar tu cuerpo?

Si dice por ejemplo, no sé, el terapeuta tiene que retroceder, puede haber ocurrido que el salto de un numero a otro haya sido muy grande para el paciente y no logra visualizar ese futuro, entonces se le dice por ejemplo, como va a ser en un 4,6, como va a ser un poquito más que ahora en las próximas semanas.

Es muy importante acompañar cada pregunta que alude a las 4 dimensiones con un lenguaje no verbal del terapeuta. Por ejemplo, cuando se pregunta por pensamientos el terapeuta puede inclinar la cara un poco hacia arriba, y dirigir la mirada un poco hacia el mismo lugar, aludiendo al mundo de las cogniciones, o cuando pregunta por las acciones hacer algún movimiento corporal hacia delante.

Luego de haber hecho esta medición en un área o motivo que lo llevó a consultar, si hay más aspectos a evaluar se hace lo mismo con como los otros Ítems.

Lo explicado anteriormente se ve cuando hay cambios y el paciente los ve. Sin embargo hay situaciones en que nos podemos encontrar con respuestas que requieren de un manejo distinto.

Una de ellas podría ser que el cliente atribuya la responsabilidad de los cambios solo al medicamento en el caso de que los estuviera tomando.

Ahí se recomienda tomar la postura del paciente y decir por ejemplo: obviamente la pastilla tiene mucho que ver, tienes razón en eso, pero quiero decirte que la pastilla no hace efecto en la repisa de la farmacia, hace efecto cuando las vas a comprar a la farmacia y te la tomas cuando tienes que hacerlo. Además la pastilla no tiene parlantes, es decir, no te dice al oído: levántate, sale a caminar, llama a tu hija, eso no lo hace la pastilla. La pastilla sin duda te ayuda a estar en un estado distinto para que hagas cosas, sin embargo, eres tú quien decide hacerlas, y quiero que veamos que has hecho tu cuando la pastilla te hace sentir mejor.

Al ir haciendo preguntas como: cómo lo lograste? qué ves al darte cuenta que has sido capaz de cambiar así? qué sientes al mirar esto que has logrado? etc. Algunos pacientes contestan que tienen miedo a retroceder. Ante esto hay que enfatizar en la prescripción de recaída y por ejemplo, planificar cómo retroceder esta semana, que el paciente intente provocar lo que antes le pasaba y que vea cómo salir de eso.

Otra cosa que puede ocurrir es que el paciente diga que llegó en un 4 y que hoy está en 3 por ejemplo. En este caso hay que agradecer la sinceridad del paciente, enfocarse a mirar qué está ocurriendo, qué está faltando, por ejemplo, podría necesitar ser evaluado por un psiquiatra para que se le administre medicación. En otros casos es necesario cambiar la estrategia de intervención y en otros evaluar si somos o no el terapeuta más adecuado para ese paciente, y si no es así, poder derivar. Hay otros casos en que un empeoramiento en un ·rea puede tener que ver con un avance en otra, por ejemplo, que se esté poniendo más triste porque está· avanzando en un duelo, entonces se hace una reformulación. De todas formas, hay que evaluar bien el riesgo de ese empeoramiento.

Otra alternativa es que el paciente evalúe que está igual que cuando llegó. En este caso hay que ver qué está pasando, qué falta o si es necesario un cambio de dirección o de terapeuta, o ir a mirar con el paciente los peligros de la mejoría. Si es este el motivo del estancamiento, es importante ver con el paciente que quizá aun no es bueno cambiar, y acompañar en mirar esos peligros y frenar.

Hacer evaluaciones de proceso no es una pérdida de tiempo, sino una gran inversión, ya que provoca en el paciente una sensación de empoderamiento que refuerza y promueve el cambio.

Observar con detención los cambios, provoca un cambio en el paciente. La evaluación de proceso es en sí misma una intervención que lleva al cambio.


Evaluación de procesos

Como Centro MIP, queremos destacar e invitarlos a revisar el trabajo de la psicóloga Paola Ceruti acerca de la evaluación de proceso en psicoterapia.

La evaluación de proceso sirve para medir cambios con el cliente, además, para saber la evolución respecto de los objetivos de la terapia; así, cuando hay cambios, seremos capaces de mirarlos con detención, empoderando al paciente; y cuando no los hay, nos permitirá tomar las decisiones terapéuticas correspondientes para reencaminar el proceso a uno más efectivo.

Se recomienda realizar la evaluación de proceso cada 4 sesiones aproximadamente y puede tomar el tiempo de una o incluso dos sesiones. Debido a que esta etapa del proceso es sumamente importante para el curso de la terapia, resulta fundamental entrenarnos en cómo realizarla correctamente.

Este trabajo, no solo busca explicarnos la importancia de realizar esta evaluación cada determinadas sesiones, sino que, además, nos presenta detalladamente el cómo llevarla a cabo a través de contenido teórico y viñetas de casos que explican de mejor modo el procedimiento.

La autora adicionalmente presenta distintos escenarios en los que se puede ubicar el consultante, ayudándonos a tener una mejor comprensión de cómo abordarlos cuidando la relación terapéutica a través de orientaciones concretas.

Los invitamos a revisar este trabajo completo en el siguiente link link directo aquí.


Activación de Recursos durante la primera sesión de psicoterapia y su relación con el cambio terapéutico temprano

Resumen
Objetivo: determinar diferencias en el grado en que los terapeutas enfocan sus intervenciones en activar recursos de los consultantes durante la primera sesión en procesos de psicoterapia con y sin resultados terapéuticos tempranos (RT), y caracterizar dichas intervenciones. Método: se utilizó una muestra de 32 procesos de psicoterapia con pacientes ambulatorios, realizados en contextos de prestación rutinaria de servicios y conducidos por terapeutas de distintas orientaciones teóricas. Estosprocesos se agruparon según la presencia o ausencia de RT, evaluada a partir de la diferencia de puntajes en el reporte de bienestar de los consultantes entre la primera y la cuarta sesión, a través del Cuestionario de Autoreporte de Resultados (Outcome Questionnaire -OQ-45.2.-). Y el grado en que la actividad de los terapeutas se enfocó en la Activación de Recursos (AR) se evaluó mediante el Wirkfaktoren-K(WIFA-K. Factores de Efectividad de Klaus Grawe) para jueces independientes. Posteriormente, se realizó una prueba t de varianzas desiguales de Welch, a partir de los promedios de puntajes de la AR en ambos grupos. Resultados:se encontraron diferencias significativas entre ambos grupos; específicamente, los terapeutas del grupo Con RT dedicaron tres veces más tiempo de la sesión a trabajar en la AR que los del grupo

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Implementación de resultados: Oportunidades y desafíos

Como Centro MIP, queremos destacar e invitarlos a revisar el artículo “Implementación de retroalimentación sistemática de alianza y resultados terapéuticos en un centro de entrenamiento: oportunidades y desafíos.” Autoría de Ivonne Ramírez, José Domingo Salvo, Lucas Uribe, Paula Uribe e Iván Armijo.

Este artículo, sostiene que una de las estrategias que ha demostrado ser útil para abordar la evaluación de resultados y alianza de la psicoterapia es utilizar un sistema de monitoreo sistemático a lo largo del proceso psicoterapéutico. Este sistema permite hacer seguimiento de la evaluación del consultante respecto de su propio bienestar y de la calidad percibida de la alianza terapéutica, a lo largo del proceso. De esta manera, se mantiene informado, tanto el terapeuta como los consultantes, respecto de la evolución en el tiempo de estas variables y permite compararlos con trayectorias esperables de cambio obtenidas a partir de otros procesos terapéuticos.

Este articulo busca en detalle, describir la experiencia de implementar mediciones de resultados en la práctica de psicoterapia en el contexto de un centro privado de formación en psicoterapia.

Este proceso de implementación contiene tres estudios realizados sobre retroalimentación sistemática desde los clientes respecto de resultados y alianza terapéutica, aportando antecedentes de validación de las escalas Outcome Rating Scale (ORS) y Session Rating Scale (SRS) así como los resultados de la práctica clínica luego de 6 años de implementación.

Además, los autores discuten facilitadores y obstaculizadores de la implementación de retroalimentación sistemática, aportes empíricos y su influencia en el entrenamiento de terapeutas, además, algunas de las dificultades, recomendaciones, aportes y oportunidades al conducir este tipo de investigación.

Los invitamos a revisar este trabajo de acreditación completo

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El Por Qué Ahora del Cliente Como Motor de Cambio de la Terapia

Por: María Jesús Cuesta

Las personas usualmente llegan a consultar después de un tiempo de mantener un problema en sus vidas y de hacer diferentes cosas por intentar solucionarlo. Después de tanto tiempo en que el paciente ha vivido con esa dificultad cabe preguntarse porqué llega a buscar ayuda donde un psicólogo. Algo pasa en la vida de estas personas que los lleva a pedir ayuda afuera, a un profesional de la salud mental que pueda auxiliarlos en el problema que los aqueja y con el que, en la mayoría de los casos, han convivido por un largo período. Como plantean Hirsch y Rosarios (1987), las personas no consultan cuando aparece el problema, sino cuando ven que los modos en que han intentado manejar esa dificultad no están dando resultados.

Dado lo anterior y pensando que las personas estuvieron un tiempo “manejando esa dificultad”, cabe preguntarse ¿Por qué ahora? ¿Qué pasó exactamente en ese momento de sus vidas que los impulsó a buscar una alternativa diferente, una ayuda externa? La consulta no se da cuando comienza un problema, se produce sólo cuando la persona por alguna razón, que es importante conocer, decide modificar un comportamiento problemático, de sí misma o de un tercero y piensa que no puede lograr ese cambio únicamente por su esfuerzo (Hirsch y

Rosarios, 1987). De lo anterior se desprende que en algún momento algo pasa que las personas deciden que es tiempo de poner fin al problema y consultan.

Pues bien, si lo que lleva a las personas a consultar no es el problema que vienen arrastrando hace mucho tiempo ¿entonces qué es lo que los mueve? Según Hirsch y Rosarios (1987), la consulta es el resultado de la desmoralización, no del problema, es decir, la consulta se produce después de que la persona ya ha intentado otras formas de solucionar lo que les molesta. Por lo tanto, luego de escuchar lo que aqueja a los pacientes, el terapeuta debe buscar qué fue lo que los desmoralizó a tal punto que finalmente los lleva a consultar. En otras palabras, el terapeuta debe buscar el evento que gatilló la consulta, pues no basta entender el problema.

El gatillante o por qué ahora de esa consulta es lo que mueve a la persona a consultar, no el problema en sí mismo, pues como ya se dijo, el problema puede tener una larga data. Si el terapeuta no encuentra el por qué ahora de esa consulta no sabrá por qué esa persona está sentada frente a ellos. Es así como la información que entrega el paciente a la pregunta del por qué ahora cobra relevancia para el proceso terapéutico, pues ilumina las motivaciones de esa persona a buscar ayuda, muestra el punto límite que no está dispuesto a pasar, aquello que no está dispuesto a perder producto del problema. Por ejemplo, alguien puede llevar mucho tiempo con temor a su subir a los aviones, incluso puede llevar mucho tiempo evitando subir a un avión producto de ese miedo. Ese paciente puede consultar en el momento en que se ve en la obligación de viajar por trabajo. En ese momento la persona puede decidir consultar pues estuvo dispuesto a tener

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vacaciones en lugares que le permitían llegar en otro medio de transporte, pero no está dispuesto a perder su trabajo por ese miedo a volar. Con esa información el terapeuta sabe que lo que mueve al paciente, lo que realmente lo motiva sería mantener su trabajo, y tener esa información ayuda a que el foco de trabajo terapéutico sea acorde a eso.

Así, la información del por qué ahora tendría un papel fundamental en la co- construcción del motivo de consulta y en la motivación del paciente, ambos aspectos fundamentales para mantener un foco que guíe el trabajo terapéutico. Además, el por qué ahora permite hacer ciertas predicciones del proceso terapéutico. Sin tener claro el hecho que trae al paciente a psicoterapia, el terapeuta no puede comenzar su trabajo.

Hirsch y Casablanca (1989) plantean que el por qué ahora es habitualmente la mejor guía para que el entrevistador ayude al consultante a definir un motivo de consulta, puesto que el acontecimiento que funcionó como disparador de la misma, ayuda a definir la clase de motivación preponderante y es ésta la que debe ser entendida para que se pueda construir un motivo de consulta viable (p. 70).

Perder de vista la razón que movió al paciente a llegar a consultar, su motor de cambio, puede derivar en que el terapeuta comience un proceso de terapia alejado de aquello que motiva a la persona a estar en terapia y centrado en otros elementos que parecen importantes de abordar, lo que podría traer como consecuencia una desmotivación del paciente.

Si se piensa que el por qué ahora nos ayuda a co-construir el motivo de consulta y esto a tener un foco para el proceso terapéutico, el hecho de no tomar

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en cuenta el por qué ahora podría traer como consecuencia un fracaso en la terapia: “la investigación ha mostrado que la falta de foco aumenta la probabilidad de fracaso terapéutico” (Duncan y Sparks, 2007).

La llegada del paciente a la terapia

Parece importante distinguir conceptualmente la información que entregan los pacientes al llegar a terapia para entender la relevancia que tiene esa información en el diseño del tratamiento.

Al llegar un paciente es importante registrar lo que dicen los consultantes, lo que expresan como razón de la consulta teniendo en cuenta que desde esto deberá posteriormente co-construirse el problema (Hirsch y Casablanca, 1987). A esas palabras textuales con que el paciente describe el problema en la primera sesión de psicoterapia “lo que expresa espontáneamente al comenzar la entrevista” (Kopec, 2007, p.24) es lo que se conoce como la Queja. Fisch, Weakland y Segal (1984) plantean que, en los primeros momentos de la terapia, “es importante escuchar lo que dice el paciente: las palabras concretas que emplea, y el tono y énfasis en que se expresa”. (p. 111). De esta manera será más fácil atenerse a lo que el paciente pide concretamente y no desviarse de esa demanda.

“La queja inicial ayuda a visualizar la “materia prima” que los consultantes aportan: su malestar expresado en adjudicaciones de significado y conductas que sostiene esos significados” (Hirsch y Casablanca, 1989, p. 70). En esas primeras palabras el paciente suele presentarse ante el terapeuta dando información acerca

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de cómo se ve a sí mismo y cómo ve el problema (Kopec, 2007, p. 24). Deja entrever en estas primeras frases su teoría personal de lo que está pasando en su vida que justifica el tener que pedir ayuda. Sin embargo, estás palabras muestran un panorama general de algo que puede estar ocurriendo desde hace bastante tiempo; por lo tanto, se debe diferenciar la queja que entrega el paciente como argumento para estar sentado en la consulta del terapeuta, del por qué ahora que se refiere a un hecho puntual.

El por qué ahora se refiere a algo mucho más específico que la queja. La queja, se refiere a un problema o situación molesta que puede estar dándose durante un período extendido de tiempo; a diferencia de esto, el por qué ahora de la consulta representa un hecho puntual, una situación o momento específico que provocó que la persona decidiera consultar en ese preciso momento. Hirsch y Casablanca (1989) dicen que:

“debe rastrearse específicamente qué desencadenó que la consulta surgiese en ese momento. Conviene consignar también, si el consultante las ofrece espontáneamente, otras circunstancias del pasado más o menos reciente que contribuyeron a su decisión, pero nunca en reemplazo de la información acerca de lo que desencadenó ahora” (p.48).

Luego de verse aquejados por un problema durante un tiempo las personas consultan por una razón poderosa o porque alguien se los exige, de otra manera seguirían como están. Al obtener respuesta a la pregunta “¿Porqué me ha llamado

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usted en el momento justo en que lo ha hecho, y no antes o después?”, Fisch et al. (1984) argumentan que:

Con frecuencia se obtiene nueva luz acerca de la naturaleza del problema cuando se recibe información sobre las circunstancias que precipitan o rodean esta acción inicial. Por ejemplo, puede ponerse de manifiesto que el cliente no se encuentra en realidad demasiado preocupado acerca del problema enunciado, y que otra persona lo ha sometido a coacción (p. 95).

Al preguntar sobre el por qué ahora no basta con la descripción del hecho específico, sino que además hay que indagar sobre el significado que tuvo ese evento para el paciente. Hay que buscar el hecho puntual que lo hizo llamar y qué significó ese hecho puntual, porqué consulta a un psicólogo y no pide otro tipo de ayuda. El significado que le atribuye el paciente al hecho que relata como gatillante de la consulta es lo que motivó al paciente, es lo que logró moverlo de la situación en que se encontraba para pedir ayuda externa. Al obtener ese hecho específico y su significado, se encuentra el punto central del asunto, puesto que el acontecimiento que funcionó como disparador sirve para determinar la clase de motivación preponderante del que pide ayuda, y por lo tanto guía en el proceso de construcción de problema trabajable (Levit y Reyes, 1998).

Hasta aquí se puede ver que el problema que motiva la consulta es la representación condensada de lo que el paciente está dispuesto a trabajar y es una medida apropiada del cambio que podrá lograrse en el proceso terapéutico (Hirsch

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y Rosarios, 1987). Más que el problema relatado en la queja, es el por qué ahora lo que muestra al terapeuta qué se trabajará en terapia y qué es lo que el paciente quiere lograr.

Los por qué ahora de los diferentes pacientes hablan también de distintas motivaciones para estar en terapia y por lo tanto de diversas maneras de abordar la queja que presentan. Kopec (2007) plantea que:

No es lo mismo que alguien comience el encuentro diciendo, por ejemplo: “Hace tiempo que siento la necesidad de tener una ayuda, pero me costaba venir”; o que lo haga diciendo: “Yo no sé por qué, pero todo el mundo me dice que necesito terapia, y aquí estoy”; o que diga: “Mi mujer me dio un ultimátum. Me dijo que si no me trato, se va de la casa” (p. 24).

De esas distintas respuestas se obtienen distintas motivaciones, algunos “sienten la necesidad de ayuda” pero no tienen la urgencia y por lo tanto tardan mucho tiempo entre que lo piensan por primera vez como una posibilidad y piden la hora con un psicólogo. Otros llegan porque la gente que los rodea se los sugiere pero no están seguros de qué ven esos otros que los lleva a pensar que necesitan una terapia. Varias personas llegan presionados o definitivamente obligados a consultar porque si no lo hacen la consecuencia será negativa. Existe también un grupo de personas que llega donde el psicólogo provenientes de algún otro profesional de la salud, sea este un psiquiatra o médico general; llegan donde el psicólogo porque el profesional al que consultaron en primera instancia considera que necesitan terapia, pues “el problema es psicológico”. Definitivamente estos

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casos tan diversos tendrán motivaciones y expectativas diferentes frente a la terapia, por lo que el trabajo que se haga con ellos tiene que ser cuidadoso y sin perder de vista en ningún momento por qué llegaron a consultar. Miller y Rollnick (1999) han observado que los pacientes que han sido derivados por otros recursos y no llegan a consultar por su voluntad, muestran una mayor resistencia inicial que los pacientes que han acudido por iniciativa propia, por lo que hay que poner especial cuidado en el desarrollo de la motivación de éstos.

La Motivación del Paciente a la Terapia

El tema de la motivación es fundamental en terapia pues se considera el factor que con mayor peso puede predecir cuál será el resultado del proceso terapéutico, independientemente de la orientación de éste (Hirsch y rosarios 1987). La motivación se encuentra firmemente ligada a la razón que trae al paciente a la consulta, es decir, al por qué ahora. Pues el por qué ahora da la señal de su verdadera motivación, al obtener la respuesta a la pregunta ¿Qué lo hizo decidirse a hacer una consulta en este momento? Se obtiene la información que actuará como “motor de cambio” en la terapia. Por ejemplo: “Decidí consultar cuando mi novia me dijo que si no solucionaba esta cuestión, no quería tener más relaciones sexuales conmigo” (Rabinovich, 2004, p. 201).

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La Motivación y el por qué ahora

Para comenzar un trabajo terapéutico hay que tener claro el foco que guiará el proceso de psicoterapia. Se debe definir hacia dónde se quiere ir en la terapia, y para eso es fundamental tener claro qué está dispuesto a hacer el paciente. Es decir, no sólo se necesita conocer el problema sino también qué es lo que mueve a esa persona a cambiar para solucionar el problema. Es aquí donde la respuesta a la pregunta del por qué ahora de la consulta cobra tanta importancia, pues es esa respuesta la que muestra hacia dónde ir.

Es esa razón la que moverá al paciente a cambiar y, por lo tanto, la que el terapeuta no puede perder de vista pues le permitirá orientar el trabajo terapéutico. Antes de definir un objetivo y de tener claro el foco que guiará el proceso terapéutico, es esencial que el cliente diga qué es lo que específicamente lo llevó a buscar la terapia, como un paso preliminar hacia la formulación de la meta (Selekman, 2005). Sin el dato específico sobre qué llevó al sujeto a la terapia es muy probable que el terapeuta pierda el rumbo, “si tuvo la desgracia de que le dieron un motivo de consulta específico, omitir la razón por la que se consulta ahora le permitirá seguir alegremente a oscuras sin dirección precisa” (Hirsch y Rosarios, 1987, p.183).

Predicciones en la terapia

Luego de una primera entrevista y de haber encontrado el evento que configura el por qué ahora de la consulta, el terapeuta estaría en condiciones de

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evaluar o por lo menos de hacer una hipótesis sobre el nivel de motivación del paciente para la terapia, podría determinar si el paciente es sólo eso o si también es un cliente. El terapeuta tendría información que le permitiría plantear ciertas metas y objetivos, y hacer ciertas predicciones sobre el proceso terapéutico en relación a diferentes aspectos del paciente, su problema y la posible solución.

Al hablar de predicciones se hace referencia a las anticipaciones que el terapeuta hace sobre el comportamiento de sus clientes y sobre los probables efectos que tendrían sus intervenciones en el curso del proceso terapéutico (Hirsch y Rosarios, 1987).

En relación a las predicciones, el por qué ahora juega un papel muy relevante, pues como se ha dicho antes, este dato entrega información sobre el grado de motivación del paciente, lo que a su vez guía al terapeuta en sus intervenciones.

El por qué ahora cumpliría un rol muy importante en las predicciones que se pueden hacer de un proceso terapéutico considerando que la motivación del cliente para entrar a terapia es un factor esencial para los siguientes movimientos en el proceso terapéutico (Pacheco, 2003).

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Referencias

Duncan, B. L. & Sparks, J. (2007). Heroic Clients, Heroic Agencies: Partners for Change. A Manual for Client-Directed, Outcome-Informed Clinical Services (2da ed.). ISTC Press.

Fisch, R., Weakland, J.H. & Segal, L. (1984). La Táctica del Cambio: Cómo abreviar la terapia. Barcelona: Herder

Hirsch, H & Casablanca, R. (1989). Cómo equivocarse menos en terapia. Un registro para el modelo MRI. Universidad Nacional del Litoral.

Hirsch, H & Rosarios, H. (1987). Estrategias Psicoterapéuticas Institucionales. Argentina: Nadir Editores.

Kopec, D. (2007). El diseño de la terapia estratégica. En Kopec, D & Rabinovich, J. (Comp.) Qué y Cómo: Prácticas en psicoterapia estratégica. Buenos Aires: Editorial Dunken.

Levit, D., & Reyes, L. (1998). Manual de resolución de problemas en el trabajo con familias. Santiago: Universidad Católica Blas Cañas.

Miller, W & Rollnick, S. (1999). La entrevista motivacional: preparar para el cambio de conductas adictivas. Editorial Paidós. Barcelona.

O`Hanlon, W.H. & Weiner-Davis, M. (1993). En Busca de soluciones: Un nuevo enfoque en Psicoterapia. Barcelona: Paidos.

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Pacheco, M. (2003). La Terapia Ericksoniana En Un Mundo Posmoderno: Hacia Una Psicoterapia Ericksoniana Integrativa. Recuperado el 20 de agosto 2009 de http://www.institutoerickson.cl/PDF/articulo7.pdf

Rabinovich, J. (2004). Enfoque sistémico en terapia sexual. En Kopec, D & Rabinovich, J. (Comp.) Qué y Cómo: Prácticas en psicoterapia estratégica. Buenos Aires: Editorial Dunken.

Selekman, M. (2005). Pathways to Change – Brief Therapy with difficult adolescents. Second edition.


RUPTURAS EN LA ALIANZA: ¿QUÉ HACER CUANDO SURGEN PROBLEMAS EN LA RELACIÓN?

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como fin cumplir con los requisitos de la Comisión Nacional de Psicólogos Clínicos para el proceso de acreditación como especialista en psicoterapia, e intenta reflexionar acerca de la importancia de la alianza terapéutica y sobre qué hacer cuando ocurren rupturas o impasses en ésta.

Debido a la gran relevancia que ha tomado el tema de la alianza, y producto de que las investigaciones han mostrado que ésta es uno de los mejores predictores de adherencia y de resultado en el tratamiento (Norcross, 2002), es que nos hemos interesado en saber qué debemos hacer cuando surgen problemas en ella, ya que una ruptura puede dar por terminado el tratamiento de manera anticipada. El interés por ahondar en este tema de ruptura en alianza, surge tras un quiebre en la relación, con la paciente que atendimos en espejo, durante nuestro entrenamiento en el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica de María Inés Pesqueira (MIP). Cabe señalar, que en este trabajo nos referiremos a “nuestra paciente” y también hablaremos en términos plurales, ya que el contexto de atención terapéutica y la reparación de alianza, se da en un trabajo de equipo entre terapeuta y co-terapeuta, quienes somos las protagonistas de este aprendizaje que queremos compartir.

Nuestro trabajo tiene como objetivo central, conocer y describir las concepciones acerca de la alianza terapéutica, la importancia que se le atribuye a ésta en el proceso psicoterapéutico, lo que se entiende por ruptura y qué se recomienda para el proceso de reparación.

Para cumplir con este objetivo, realizamos una revisión teórica que expondremos de la siguiente forma; en primer lugar, se hará una recopilación de los principales conceptos aprendidos durante nuestra formación en el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica (MIP). Luego se analizará el concepto de alianza como variable inespecífica predictora de cambio, haciendo especial énfasis respecto al factor de la relación terapéutica como una variable que influyente en el proceso de cambio del paciente. (Lambert, 1994). Profundizaremos luego sobre cuándo surgen problemas en la relación y para ello tomaremos el concepto de rupturas de alianza definido por Safran y Muran (2000) y qué hacer para repararla. Para finalizar, emplearemos un caso clínico el cual nos permitirá ejemplificar y reflexionar acerca de cómo abordamos las rupturas desde nuestro modelo.

Al referirnos a nuestro modelo, hacemos mención al modelo desarrollado por el Centro MIP, el cual se familiariza con la opción integradora del eclecticismo, ya que si bien tiene como base el modelo estratégico, incluye características específicas en la selección de modelos y técnicas conceptualizadas en otras propuestas (Ramírez, I. 2006)

 

MARCO TEÓRICO I. Descripción del enfoque estratégico

1. Orígenes del Enfoque Estratégico
Comenzaremos hablando de los orígenes de este enfoque, dado que el modelo que hemos aprendido en el Centro MIP, se basa en él. .
Para dar cuenta sobre los orígenes del modelo estratégico en psicoterapia podríamos irnos por dos caminos.

El primero es remitirnos a la tradición del pensamiento estratégico que tiene raíces mucho más lejanas en la historia humana. El pensamiento estratégico no es sólo una escuela filosófica específica, sino un enfoque del pensamiento, el cual niega cualquier forma de absoluto o de verdad indiscutible. (Watzlawick y Nardone, 1992), En este sentido, podemos plantear que esta línea de pensamiento, tiene una base epistemológica en el constructivismo, el cual postula que la realidad de la que hablamos no es una realidad a priori, sino una realidad creada por nosotros. En este sentido, no existe una sola realidad, sino tantas realidades como puntos de observación e instrumentos empleados para observar. (Nardone, G. y Watzlawick, P. 2000).

Los precursores del pensamiento constructivista los podríamos hallar en el ámbito de la filosofía griega, desde los presocráticos hasta los sofistas y Epicuro, así como también en el mundo oriental. Sin embargo, esta perspectiva histórica y filosófica va más allá de los objetivos de este trabajo y de lo que podríamos abarcar en este momento.

El otro camino es tomar como punto de partida las más recientes aplicaciones en el campo de los trastornos psíquicos y comportamentales del pensamiento estratégico. Desde ahí, podríamos decir que el padre de la terapia estratégica sería sin duda Milton Erickson, quien durante su larga trayectoria y experiencia desarrolló diversas estrategias y técnicas de intervención para la resolución de los problemas en breve tiempo . Erickson creía que todo sujeto representa un ser irrepetible, con experiencias personales y maneras distintas de percibir la realidad. Este concepto, sin duda genera una huella en nuestra formación como terapeutas en el centro MIP, ya que una de las tareas principales que debemos lograr es diseñar “terapias a la medida de las necesidades de nuestros pacientes”. (Watzlawick y Nardone, 1992)

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Entonces el modelo estratégico nacería de una síntesis entre el estudio de la hipnosis llevada a cabo por Erickson, pero también de las teorías sistémicas y el estudio sobre la familia y la comunicación realizado por el equipo de Palo Alto, dirigido por Bateson y Jackson (Watzlawick y Nardone, 1992) . Para las teorías sistémicas no existe una causalidad lineal, sino que circular en donde toda variable se expresa en función de su relación con las otras variables, y el contexto de la situación. Se trata de un modelo de intervención terapéutica, que dirige su atención principal a la comunicación y al momento actual de su manifestación y no al análisis de las causas del pasado. Para el modelo de Palo Alto en particular, el foco de análisis es el proceso de interacción, ósea las secuencias repetitivas de conducta en las que el comportamiento problema está inscripto, estas secuencias son las que se intentan modificar ya que son las que mantienen el problema. Su foco de intervención son aquellos miembros del sistema que parecen particularmente motivados para resolver el problema. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

Tomando las palabras de Jay Haley, podemos decir que la terapia puede denominarse estratégica si el clínico inicia lo que sucede durante ella y diseña un enfoque particular para cada problema... {El terapeuta} debe identificar los problemas resolubles, establecer metas, diseñar intervenciones para alcanzar esas metas, examinar las respuestas que recibe para corregir su enfoque y, en última instancia, examinar el resultado de su terapia, a fin de ver que ha sido eficaz. El terapeuta debe ser agudamente sensible y receptivo al paciente y a su campo social, pero al mismo tiempo él mismo tiene que determinar su modo de proceder (Haley, 1973 en Cade y O’Hanlon, 1995, p.22)

2. Principios y Conceptos Generales del Modelo aplicado en el Centro de Especialistas de Intervención Estratégica

Como señalamos anteriormente, el planteamiento estratégico de la terapia se remite a la concepción filosófica moderna del conocimiento constructivista, el cual se funda sobre una crítica al paradigma científico tradicional argumentando la imposibilidad por parte de la ciencia de ofrecer una explicación absolutamente verdadera y definitiva de la realidad. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992).

El foco de atención del pensamiento estratégico es la relación interdependiente que cada uno vive consigo mismo, con los demás y con el mundo. Por lo tanto el objetivo que debemos lograr en terapia, es el buen funcionamiento de estas relaciones, y no en términos generales y absolutos de normalidad, sino en términos de realidad totalmente personal, construida de manera diversa de individuo a individuo y de contexto a contexto. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

Desde este punto de vista, el terapeuta estratégico tiene la tarea de ver cómo funciona y cómo se puede cambiar la situación de malestar de un sujeto, pareja o familia. Para ello, el interés específico va dirigido a estudios y teorías relativas al cambio, a cómo éste puede suceder espontáneamente o puede ser provocado intencionalmente. Este enfoque tiene la convicción de que los trastornos psíquico o problemas están determinados por la percepción de la realidad desque tiene cada sujeto, por lo tanto, la conducta disfuncional o “conducta problema”, es a menudo la mejor reacción que esa persona cree que puede ejercer en determinada situación. Esto significa que con frecuencia, las soluciones intentadas para solucionar el problema, son las que lo mantienen o agravan. Es por esto, que durante la terapia, es importante poder generar un cambio de perspectiva, ya que al cambiar la percepción de la realidad, cambia la realidad misma, y como consecuencia cambia toda la situación y las reacciones ante ella. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

En el fondo, el terapeuta estratégico debe interrumpir los círculos viciosos que mantienen el problema y debe influir directamente en el comportamiento y en las concepciones de la persona que pide ayuda. Con este fin, usa las estrategias y los medios más eficaces para lograr el cambio de las situaciones problemáticas. Así mismo, como señalábamos anteriormente, el terapeuta se adapta al tratamiento del paciente y no el paciente al tratamiento. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

Dado que el enfoque estratégico tiene una visión sistémica, es importante intervenir con aquellos miembros del grupo o familia que se encuentren perturbados por la situación y que están motivados a modificar la situación-problema. Así mismo, es necesario identificar aquellos que tengan la mayor capacidad de influir en el sistema. De esta manera, una de las primeras intervenciones que debe realizar el terapeuta estratégico, es definir el sistema consultante, es decir, quien o quienes tienen un problema, quien o quienes están motivados, y quien o quienes tienen el poder de cambio para influir en el sistema. (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

Luego, el o los consultantes junto con el terapeuta co-construyen un problema que sea solucionable, este proceso se desarrolla desde una queja inicial que trae el consultante, la que el terapeuta modifica transformándola en un problema o motivo de consulta trabajable. Juntos establecen una meta alcanzable en un plazo de tiempo definido y se trabaja en conjunto para lograr el alivio de la situación-problema. El consultante y el terapeuta estratégico construyen la realidad desde puntos de vista diferentes, por lo tanto, necesitan ajustarse mutuamente para construir una tercera en común, que rescate al consultante de su propio punto de vista. (Hirsh, H. y Casablanca, R. 1989)

Cuando se tiene claro cual es el motivo de consulta, las soluciones intentadas y los objetivos, se comienza a diseñar las estrategias a seguir. Durante nuestra formación como especialistas en terapia breve, aprendimos dos tipos de estrategias que se aplican a lo largo del tratamiento a través de diversas intervenciones. En primer lugar, está elllamado “180o”, éstas suelen ser las que se oponen al impulso básico del paciente, apartándose en 180o de dicha dirección. Se formulan tácticas concretas, aunque la solución del problema exija el abandono de la solución ensayada por el paciente, éste no puede limitarse a dejar de hacer algo, sin hacer otra cosa en cambio. Es por esto que como terapeutas debemos pensar en términos más concretos para ver que acciones puede llevar a cabo el cliente que le permitan apartarse en mayor grado de su solución intentada, pero que a la vez se le incorporen con facilidad a su rutina. Buscamos un cambio tipo 2, el cual sale de la lógica del sistema y apuntan a los supuestos desde donde se abordan los problemas y no en el problema mismo (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992)

En este sentido, es de gran importancia encuadrar la sugerencia o reformulación en un contexto, ya que una cosa es formular una sugerencia y otra muy distinta es que el paciente la lleve a cabo, es por esto que el terapeuta estratégico debe planificar el modo de inducir al paciente a aceptarla, para lo cual es fundamental conocer la postura de nuestros clientes. Ahondaremos en este término más adelante.

El otro camino es centrarse en el modelo de las soluciones intentadas, es decir, en lo que sí sabe hacer el paciente, en sus fortalezas y capacidades. Todas las personas disponen de habilidades y recursos que pueden usar para resolver sus quejas, es tarea del terapeuta acceder a esas capacidades y lograr que sean utilizadas. Más que centrarse en el problema mismo, se buscan excepciones del problema, situaciones en que este no se presente y se trata de identificar que fue diferente en esas ocasiones, que hizo el paciente distinto en esas ocasiones para que lo pueda replicar. (Hudson, W. y Weiner, M. 1993). Si bien el modelo basado en las soluciones, no es parte del enfoque estratégico, durante nuestra formación como especialistas de terapia breve aprendimos a incorporar este tipo de estrategias.

A lo largo de todo el proceso terapéutico se van evaluando los resultados, el objetivo terapéutico básico es que el paciente deje de padecer su dolencia, o que disminuya lo suficiente para que ya no sea un problema y ¿de que manera se mide? El indicador más importante de éxito terapéutico consiste en una declaración del consultante según la cual el se encuentre razonablemente satisfecho con el resultado del tratamiento. Esto puede suceder por dos causas, porque la conducta problema haya cambiado o porque haya cambiado su evaluación de la conducta, lo cual hace que ya no la considere un problema. Se da por válida su palabra, sin embargo se trata de comprobar por diversas vías, como por ejemplo; identificar un cambio de conducta concreto, que sea incompatible con la continuidad del problema. (Fisch, R. Weakland, J. y Seagal, L. 1984)

Tanto para el enfoque estratégico, como para diferentes orientaciones, se ha demostrado la importancia de establecer una alianza terapéutica. Para el enfoque estratégico el primer contacto de ambos (terapeuta y paciente) constituye un momento muy importante en la psicoterapia (Watzlawick, P. y Nardone, G. 1992). El objetivo principal no es otro que crear una relación positiva que se caracterice por el contacto, confianza y sugestión positiva. La estrategia fundamental consiste en observar, aprender y hablar el lenguaje del paciente, es decir, poder entrar en su mundo, y acoplarse a la postura del paciente.

El término de “postura” adquiere especial relevancia para abordar el tema de la alianza. Dado que la tarea del terapeuta es influir sobre el paciente o cliente para que afronte de una manera distinta su problema, es importante cómo se enmarca cualquier sugerencia que se haga. Los pacientes son personas, y poseen sus propios valores, creencias, prioridades, que están consolidadas y determinan su modo de actuar. Así, la postura es importante porque representa una inclinación interna del paciente, es decir, una manera de construir el mundo con el cual se encuentra comprometido y que se ha manifestado abiertamente. El hecho de saber cual es la postura del cliente nos permite determinar las directrices necesarias para encuadrar una sugerencia. Es por esto la importancia de evaluar la postura en las primeras entrevistas. Para lo que respecta al tratamiento el terapeuta debe de estar atento a las posturas vitales del paciente y a las con respecto a la terapia/terapeuta y al problema. Con postura en relación a la terapia, nos referimos a que los sujetos pueden verse como receptores pasivos de la sabiduría del terapeuta o tomar un cargo activo o buscar ayuda a través de una actividad y una responsabilidad recíprocas entre ambos.

Barry L. Duncan, Mark A. Hubble y Scott D. Miller (1997), hablan de los resultados de la investigación en psicoterapia, haciendo alusión al concepto de acomodarse al marco de referencia del cliente, el cual se caracteriza por 1) sus recursos y habilidades para resolver el problema que se le presenta dentro y fuera de la terapia, 2) sus percepciones y experiencia de la relación terapéutica y 3) sus percepciones y experiencia de la demanda que presenta, sus causas y cómo la terapia puede dirigirse de la mejor manera posible para conseguir su objetivo. Ellos definen este último punto como la teoría de cambio del cliente.

Acomodarse a los recursos del cliente significa destacar sus fuerzas y habilidades por encima de su déficit y debilidades. Parte de ello se traduce en descubrir la respuesta o solución del cliente a la situación que precipitó la terapia.

Por otro lado, para acomodarse al marco de referencia del cliente, es necesario que el terapeuta no pierda de vista la importancia que juega el rol de la relación dentro de los resultados de la terapia, ya que dependiendo de la percepción que tenga el cliente respecto a la relación, será un predictor en el resultado del tratamiento (Gurman, 1997; Horowitz, Marmar, Weiss, DeWitt y Rosenbaum, 1984; Beutler y Crago, 1989 en Duncan et al., 1997). Este punto toma especial relevancia durante nuestra formación como terapeutas en el Centro MIP, ya que durante nuestro entrenamiento, estamos constantemente solicitando feedback a nuestros pacientes, respecto a cómo perciben la relación. Esta medición se hace a través de la escala SRS, la cual detallaremos en breve durante este trabajo. Por lo tanto, acomodar la relación terapéutica significa hacer que el cliente se sienta cómodo, atender sus deseos e intentar que la relación se ajuste a la percepción del cliente de empatía, calidez, etc. (Duncan et al., 1997)

La dimensión final del marco de referencia del cliente abarca los pensamientos, creencias, actitudes y sentimientos del mismo acerca del problema o situación, sus causas y cómo la terapia puede alcanzar de la mejor manera posible los objetivos del tratamiento. Esta es la teoría del cambio del cliente. Esta perspectiva surge a partir del concepto de posición del MRI, es decir, las creencias, valores y actitudes del cliente que influyen específicamente en el problema y su participación en la terapia (Fisch, Weakland y Segal, 1982, en Barry L. Duncan, et al. 1997). Por lo tanto, acomodarse al marco de referencia del cliente, requiere que el centro de la conversación terapéutica parta de la teoría del cliente. Así mismo, contribuye en el establecimiento de una fuerte alianza terapéutica, ya que el terapeuta atiende a lo que el cliente considera importante, se dirige a lo que éste considera como significativo y se acomoda a la intervención (dentro y fuera de la sesión), para conseguir los objetivos especificados por su paciente.

En esta misma línea, una de las distinciones centrales para desarrollar un adecuado setting y ajustar la alianza es definir la persona que está sentada en nuestra consulta, es un “paciente” o “cliente”. El concepto cliente, lo entendemos como un individuo que está buscando activamente la ayuda de un terapeuta, en cambio paciente, es aquel que el cliente define como persona perturbada o desviada (Fisch, R. Weakland, J. y Seagal, L. 1984). Esto significa que un cliente que se define a si mismo como paciente se encuentra profundamente interesado en el cambio y en aliviar su dolencia. Podríamos decir entonces que la definición de cliente incluye tres elementos; ha estado luchando contra un problema que lo perjudica de un modo significativo, no ha logrado solucionarlo con sus propios esfuerzos y necesita que lo ayuden a solucionarlo. También se hace necesario conocer cuál es la postura en relación al terapeuta, o sea que rol espera el cliente que el terapeuta cumpla, por ejemplo un rol activo. En cuanto a la postura en relación al problema nos referimos a que los pacientes poseen determinadas ideas con respecto a la naturaleza de su problema, su posible causa y cómo pudiera resolverse. Por lo que si el terapeuta ignorase estas posturas podría emplear una estrategia que provoque resistencia o dañar la alianza. En nuestra formación como terapeutas, se le da un especial énfasis a este concepto, dado que la investigación sugiere que la resistencia limita el logro de las metas terapéuticas, es más probable el cambio terapéutico cuando los procedimientos terapéuticos no evocan resistencia en el paciente. Cualquier persona puede experimentar resistencia siempre que vea que sus conductas están siendo amenazadas con la eliminación, al activarse la resistencia se puede observar una conducta de oposición o rigidez. Para este enfoque la resistencia es un proceso que se entiende como normal, diseñado para proteger el sentimiento personal de libertad. Es una respuesta normal ante el stress y la amenaza. Es tomada como información útil que entrega el cliente al terapeuta, diciendo que ese no es el camino o no es el momento más adecuado (Beutler, L. y Harwood, T. 2000), de esta forma también se está protegiendo el vínculo ya si insistiéramos por el camino que está provocando resistencia, podríamos provocar una ruptura el la alianza, dado que el paciente no se sentiría comprendido ni ayudado.

Esto explica la importancia de empezar a conseguir una idea general de las posturas del paciente desde la primera entrevista. (Fisch, R. Weakland, J. y Seagal, L. 1984). Incluso en nuestro centro, se implementó el uso de la pre entrevista, la cual nos permite obtener información antes del primer contacto con el paciente. La pre entrevista, es realizada telefónicamente por el terapeuta, en donde se le solicitan algunos antecedentes biográficos y una breve descripción del problema. Esto nos permite realizar ciertas predicciones, que nos ayudan en la planificación del caso.

En síntesis, para la construcción de un caso clínico, desde la mirada de nuestro centro de formación, es fundamental identificar el circuito de soluciones intentadas que mantienen el problema. Junto con esto se co construye un problema trabajable con el paciente, para luego diseñar la estrategia más adecuada que se acople a la postura del cliente, y así lograr romper este circuito. De igual modo, es necesario evaluar constantemente los resultados de las sesiones y la relación terapéutica, con el propósito de disminuir la resistencia. Todo esto nos ayudará a evitar rupturas en la alianza.

 

3. Modelo de los factores comunes

Desde la mirada del enfoque en que nos formamos, se le da una gran importancia al los factores comunes, los cuales la investigación en psicoterapia propone como explicativos del cambio. Estas variables surgen dado que durante mucho tiempo se intentó determinar si existía un enfoque superior a otro, para lo cual se realizaron diversas investigaciones y se compararon resultados sin llegar a ningún consenso (Hubble. M., Duncan. B, Miller. S. 2002). Las investigaciones mostraron la carencia de diferenciación entre los distintos sistemas terapéuticos en relación a la efectividad. Por el contrario, las investigaciones han ido mostrando progresivamente que más allá de los enfoques teóricos o las técnicas terapéuticas, los factores inespecíficos en terapia son de gran relevancia a la hora de preguntarse que es lo que realmente funciona. Con factores inespecíficos (o comunes) nos referimos a condiciones generales de la terapia, tales como la estructura de la situación terapéutica, la función del terapeuta, la interacción y la forma en que se organizan y se transmiten los contenidos terapéuticos. (Hubble. M., Duncan. B, Miller. S. 2002).

Michael J. Lambert, profesor del departamento de Psicología en la Universidad Brigham Young, realizó diversos estudios con el fin de determinar una serie de factores necesarios para que una terapia sea eficaz. En 1992, identificó cuatro factores necesarios para poder producir el cambio en el cliente. (Hubble, M. et al., 2002).

Factor extra-terapéutico o factores del cliente
Este factor es el más poderoso de los factores comunes en la terapia. Consiste en la fuerza del cliente, los elementos de apoyo en su ambiente e inclusive eventos de suerte. Es lo que el cliente trae a terapia y lo que influye en su vida cotidiana. Lambert (1992) estimó que este factor podría explicar el 40% del cambio en psicoterapia.

El terapeuta debe ser capaz de maximizar los recursos internos y fortalezas del cliente, entendiéndose por recursos aquellas herramientas que el cliente tiene para potenciar sus fortalezas (Hubble, M. et al., 2002). Por ejemplo, si un cliente es aficionado a la lectura, el terapeuta puede proporcionarle bibliografía acerca del problema que lo aqueja, de modo de aprovechar este recurso.

Se ha visto que generalmente los clientes que llegan a terapia son aquellos que han fallado en sus intentos por cambiar, ya que posiblemente no han sido capaces de encontrar soluciones alternativas que ayuden al cambio. Es por esto que la terapia facilita de modo natural la curación del cliente. Esta visión se contrapone con la mayoría de la literatura en psicoterapia, la cual sitúa al terapeuta como un héroe, quien a través de sus técnicas e intervenciones, ayuda a sanar al cliente. (Hubble, M. et al., 2002).

Factores relacionales
Además de los factores propios del cliente, la percepción que tiene éste de la relación con el terapeuta, es la responsable de la mayoría de los resultados finales de la terapia. Este factor explicaría un 30% de los resultados del proceso terapéutico. La evaluación favorable de la alianza que hace el cliente es el mejor predictor de éxito, incluso es más predictivo que el diagnóstico, el enfoque, el terapeuta o cualquier otra cosa. Este concepto, alude a un amplio rango de variables relacionales entre cliente y terapeuta, sin importar la postura teórica de este último. ((Hubble, M. et al., 2002).Debido a la importancia de este factor es que la terapia estratégica le da una gran importancia a la alianza terapéutica.
Se ahondará en este factor, al momento de hacer reseña respecto a la importancia de la relación terapéutica.

Esperanza y expectativas
Este factor explicaría el 15% de los resultados de la terapia. Se refiere a la porción de mejoría que deriva del conocimiento del cliente de estar siendo tratado, la esperanza infundida, y cuan creíbles le parezcan sus explicaciones y técnicas. Estos efectos no derivan de ningún procedimiento específico, sino que provienen de las expectativas de esperanza que acompañan a la metodología. Se ha visto que las expectativas iniciales pueden ser confirmadas o desconfirmadas a lo largo de la terapia. Esto, inevitablemente va a influir en los resultados finales del tratamiento y en la posibilidad de generar cambios. ((Hubble, M. et al., 2002).Por ejemplo, si las expectativas iniciales se van cumpliendo, es probable que se vayan observando pequeños cambios, los cuales también deben ir siendo reforzados.

Para que una psicoterapia sea efectiva, es necesario que el cliente se comprometa activamente en el proceso. Las expectativas y preferencias del cliente deben ser  tomadas en cuenta dentro del proceso terapéutico, ya que influyen en el cambio del paciente. (Norcross, J. 2002)

Las expectativas pueden estar en relación con los resultados de la terapia o en cuanto a la persona del terapeuta. Las preferencias pueden estar referidas a roles específicos, a un tipo particular de psicoterapia o a un terapeuta o a características especificas de él. Es importante destacar que las creencias que tiene el cliente en relación a la ayuda que le puede brindar la terapia, no es lo mismo que la motivación a la terapia, la cual puede incluir sus deseos de cambiar. (Norcross, J. 2002)

Por otra parte, se deben explorar las expectativas del cliente en cuanto a la duración del tratamiento. Por ejemplo, hay clientes que creen que un reducido número de sesiones serán suficientes para remediar su problema, ante lo cual el terapeuta debe explicarle asertivamente al cliente, que probablemente se requiera de más tiempo de lo que él presupuesta, ya que es un proceso complicado. (Norcross, J. 2002)

También existen las llamadas expectativas del rol, que son definidas como patrones de conductas en relación a una persona que ocupa una posición particular. En el caso de la psicoterapia, los clientes tienen expectativas del rol tanto de sí mismo como de sus terapeutas. Los clientes esperan que sus terapeutas cumplan con una serie de roles, como por ejemplo, figura de autoridad, padre y compañero ideal. (Norcross, J. 2002)

Dado lo anteriormente descrito, la literatura muestra que si un terapeuta es capaz de considerar las expectativas del cliente, ayuda a mantener una relación.

Factor de modelo/técnica:
A este factor se le ha atribuido el 15% de mejoría en terapia. Alude a las creencias y procedimientos únicos para tratamientos específicos. ((Hubble, M. et al., 2002)

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II. Alianza Terapéutica: Factor de cambio en Psicoterapia

Como señalamos anteriormente, en las últimas décadas autores de distintas líneas teóricas han llegado a concluir que el cambio en el proceso psicoterapéutico sería atribuible a factores comunes compartidos por los diversos enfoques, y uno de los factores más estudiados ha sido la relación terapéutica.

Diversos estudios empíricos en psicoterapia han investigado la relación paciente- terapeuta, buscando determinar cuáles son las condiciones esenciales para promover una relación verdaderamente terapéutica y cual es la importancia de esta relación en el proceso de cambio (Feixas y Miró, 1993; Bachelor y Horvath, 1999 en Santibáñez, 2001). Por lo tanto, para que se dé una “relación”, es necesario la presencia de un paciente y terapeuta. A continuación describiremos las variables del paciente, del terapeuta y de la relación que se establece entre ambos. Haremos una profundización en el factor de la relación, ya que nos proporcionará información para analizar nuestro caso clínico.

1. Variables del Paciente

Diversos estudios han demostrado, que no sólo las actitudes y conductas de los terapeutas contribuyen a la construcción de la relación terapéutica. Por el contrario se ha señalado, que las variables inespecíficas del paciente, también son un factor que influye en la alianza. (Hubble, M. Duncan y Miller, S. 2002)

Al referirnos a estas variables, se hace mención a las características individuales del paciente, las cuales pueden estar asociadas a factores sociodemográficos, junto con características de la personalidad. De igual modo, esta variable se puede relacionar con dos de los factores que influyen en el cambio terapéutico, propuestos por Michael J. Lambert. Por un lado, cabe mencionar el factor extra-terapéutico del cliente, y por el otro el factor de esperanza y expectativas del paciente (Santibáñez, P. 2001)

2. Variables del Terapeuta

Se han estudiado diversas variables, entre las cuales se destaca la experiencia, actitud, personalidad y habilidades del terapeuta, que han mostrado relación con los resultados de la terapia, y que además influyen en la relación terapéutica. (Arredondo y Salinas, 2005)

Respecto al nivel de experiencia del terapeuta, se han realizado diferentes estudios en los cuales no han resultados concluyentes, ya que por un lado, algunos estudios confirman que no hay una relación significativa entre alianza y la experiencia del terapeuta, sin embargo, otros estudios encontraron que el aumento de la formación de los terapeutas influía positivamente en el establecimiento de la alianza. (Arredondo, M. y Salinas, P. 2005)

Dentro de las habilidades que requiere un terapeuta para formar alianza, se necesita destreza para manejar la resistencia. Desde el modelo en que nos hemos formado, la resistencia es vista como una fenómeno relacional, el cual cambia según lo que haga o deje de hacer el terapeuta, por lo tanto ésta nos da información la cual se utiliza a favor del cambio. Desde esta perspectiva Milton Erickson a partir de sus trabajos con la hipnosis, amplió el concepto de resistencia el cual incluye ciertas conductas del terapeuta para usar la resistencia, así nace la primera ley de Erickson que plantea “en la medida que el sujeto vaya a resistirse, el terapeuta debe alentarlo a lo que haga” (De Shazer, 1996, p.33).Considerando esto, el terapeuta debe ser capaz de identificar y lidiar con la resistencia del cliente y con las expectativas que éste trae a terapia. Para esto el terapeuta debe mantener la calma interna, ser creativo y flexible, ser paciente y respetar y entender lo que la resistencia comunica (Beutler, L. y Harwood, T. 2000). Esto último se refiere a que no se debe reaccionar defensivamente ante la resistencia, sino tomarla como un indicador en cuanto a la relación que se está dando, junto con aquellos errores que podría estar realizando el terapeuta, los cuales de seguro obstaculizan el desarrollo de la terapia. Si un terapeuta es capaz de manejar e interpretar adecuadamente la resistencia, esto le ayudará a formar la alianza de trabajo. Por el contrario, si no tiene esta habilidad y actúa defensivamente ante ésta, se dará paso a un debilitamiento del vínculo y a un desacuerdo sobre las tareas y objetivos del tratamiento, contribuyendo así a la ruptura de la alianza.

1.1 Características asociadas a una buena relación terapéutica

Norcross (2002), ha definido ciertas características que favorecen la formación de la alianza terapéutica. A continuación expondremos una breve reseña de cada una de ellas

1. Congruencia

Un terapeuta es congruente cuando, posee un respeto incondicional por el cliente y entiende su marco interno. Además logra un encuentro personal directo con sus clientes, permitiéndose sentir sus emociones y expresarlas. En este sentido la congruencia del terapeuta le puede servir como modelo al paciente. La congruencia tiene dos aspectos; por un lado consiste en la integración personal del terapeuta, que es la capacidad del terapeuta de estar conciente y abierto con su propia experiencia y por otro lado ser capaz de expresar esta experiencia al cliente. (Norcross, 2002)

2. Autorevelación
Las autorevelaciones son declaraciones del terapeuta que revelan algo personal de éste. Para Yalom (2002) es contraproducente que el terapeuta permanezca opaco y oculto frente al paciente. Para él existen muchas razones más para mostrarse frente al paciente y ninguna para ocultarse. Yalom divide la apertura del terapeuta en tres esferas. El mecanismo de la terapia: El terapeuta debiera preparar a los nuevos pacientes acerca de la psicoterapia y de las reglas de base más importantes. Los sentimientos del aquí del ahora: Para entrar en una relación genuina con el paciente, es esencial revelar los propios sentimientos hacia el paciente en el presente inmediato. Pero la apertura del aquí y del ahora no debe ser indiscriminada. No debe buscarse la transparencia por si misma, antes hay que preguntarse ¿Esto que estoy por revelar, es en beneficio del paciente? (Yalom, I. 2002)

La revelación de la vida personal del terapeuta, Es el área en donde existe mayor controversia. Yalom relata que si un paciente quiere saber algo acerca de su vida, como si es casado, si tiene hijos, etc., les contesta de manera directa. ¿Porque no? ¿Cuál es el problema? ¿Como se puede obtener un encuentro genuino con el otro, mientras un permanece opaco? La apertura del terapeuta no reemplaza de ningún modo la exploración del proceso de las preguntas personales que formula el paciente. De todos modos es bueno tener ciertas precauciones, si existe alguna información que el terapeuta considera poco oportuna, se sugiere no compartirla en terapia. Esto se debe a que los pacientes gozan de confidencialidad, pero los terapeutas no. (Yalom, I. 2002)

3. Empatía

Para Carl Rogers (1951) la empatía es la capacidad sensible y buena voluntad del terapeuta de entender los pensamientos, sentimientos y conflictos del cliente, desde su punto de vista y habilidad de ver por sus propios ojos adoptando su marco de referencia. Para Yalom sería mirar a través de la ventana del otro. La idea es tratar de mirar el mundo como lo hacen nuestros pacientes. La terapia se potencia si el terapeuta ingresa en el mundo del paciente. Los pacientes se benefician muchísimo solo por el hecho de ser vistos y comprendidos. Además el “aquí y ahora” ofrece una gran oportunidad a los pacientes para desarrollar la empatía. (Norcross, 2002)

4. Retroalimentación

Pese a que la retroalimentación como concepto no tiene sus orígenes en la psicología, se ha hecho muy parte de ella, especialmente en la psicoterapia (Bennet, Bradford y Lippit, 1964 en Norcross, 2002), definen retroalimentación como respuestas verbales y no verbales de otros ante un comportamiento, dadas lo más cerca posible en el tiempo al comportamiento y capaces de ser percibidas y utilizadas por quien las recibe, es decir quien inició el comportamiento. Usado como intervención es muy poderosa para cambiar comportamiento, cogniciones y percepciones del cliente. A través de ella los pacientes se vuelven mejores testigos de su propio comportamiento y aprenden a valorar el impacto que tiene su conducta en los sentimientos de los otros. Así mismo, al momento que un terapeuta le entrega retroalimentación al paciente, sirve como modelo, para que el paciente aprenda a realizarlo en su grupo social, lo cual favorece sus interacciones.

5. Sentimientos positivos hacia el paciente

Básicamente este concepto tiene como premisa el que Rogers pensaba que nadie incluyendo al terapeuta podía saber más o ser más experto acerca del cliente que él mismo. Por lo tanto hay que tratar de acceder a lo que el cliente tiene que decirnos ¿Cómo hacerlo? Rogers pensaba que tratando a los clientes con una calidez consistente y de una manera muy respetuosa. A esto le llamó consideración positiva. (Norcross, 2002)

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3. Variables de la Relación

Existe consenso entre las distintas escuelas de psicoterapia, que probablemente, la característica común más reconocida para la efectividad de la psicoterapia es la relación terapéutica. En este sentido, J. Frank (1982, en Berrios, 1999, en tesis Arredondo, M. y Salinas, P. 2005) afirma que “la relación paciente - terapeuta es el fundamento de toda terapia”, haciendo referencia a la importancia de la creación de un buen vínculo terapéutico para lograr el objetivo de la terapia. Incluso se ha llegado a plantear que, en psicoterapia, la relación es lo que cura (Yalom, 1980 en Kleinke, 1995, en Arredondo, M. y Salinas, P. 2005)

2.1 El concepto de alianza terapéutica

En términos generales, el concepto de alianza terapéutica ha sido usado para explicar la relación existente entre terapeuta y paciente durante el proceso psicoterapéutico, en donde terapeuta y paciente trabajan juntos en armonía (Weinberg, 1996; en Santibáñez, 2001).

Para Norcross, la alianza se refiere a la calidad y fuerza de la relación colaborativa entre el terapeuta y el paciente en terapia. Este concepto incluye los lazos afectivos positivos entre terapeuta y paciente, tal como mutua confianza, respeto y cuidado. También considera los aspectos cognitivos de la relación terapéutica: consenso, confianza, metas de la terapia y modos en que estas últimas pueden alcanzarse. Abarca un sentido de compañerismo entre ambas partes: cada participante es activo en cuanto a sus propias responsabilidades dentro de la terapia. La alianza es conscientemente intencional y su propósito es específico al contexto en el que hay un terapeuta o ayudador que acepta la responsabilidad de proveer asistencia psicológica a un cliente.” (Norcross, 2002)

Una alianza terapéutica se verá fortalecida cuando exista compromiso con el proceso tanto del paciente como del terapeuta, cuando el terapeuta sea percibido como creíble y seguro, el paciente perciba a su terapeuta como comprometido en el proceso, la relación se plantee como una colaboración entre iguales, el terapeuta sea empático y sea percibido como tal por el paciente, exista “sintonía fina” entre paciente y terapeuta, y cuando existan sentimientos positivos y recíprocos entre paciente y terapeuta, siendo los sentimientos del paciente más discriminativos con relación al resultado (Talley, 1990 en Santibáñez, 2001).

3.2 Componentes de la alianza terapéutica

Bordin (1979) reformuló el concepto de alianza terapéutica destacando que una buena alianza era el pre-requisito para el cambio en todas las formas de psicoterapia. Él plantea tres componentes constitutivos para el desarrollo de la alianza, la cual estaría compuesta por las tareas, los objetivos y el vínculo (Bordin 1975, 1989 y 1994, en Norcross, 2002). La tarea de la terapia, según este autor, son las actividades específicas con las que se debe comprometer el paciente para beneficiarse del tratamiento; los fines de la terapia son los objetivos generales del tratamiento, y el vínculo es la cualidad afectiva de la relación entre terapeuta y paciente, y hasta qué punto éste se encuentra entendido, respaldado y valorado. (Bordin 1979, en Safran, J. Muran, J. 2000)

Estas tres dimensiones de la alianza se influyen entre sí de un modo continuo, permanente, dinámico y multidimensional. La calidad del vínculo media el grado en que el paciente y el terapeuta negocian acuerdos sobre tareas y objetivos, y este acuerdo determina también la calidad del vínculo. (Safran, J. y Muran, J.C. 2000)

La calidad de la alianza influye en la capacidad del paciente para confiar y tener esperanza en la posibilidad de obtener ayuda del terapeuta, desde un nivel consciente racional, hasta otro inconsciente y basado en los afectos. Es importante diferenciar distintos tipos de alianza dependiendo de las tareas y objetivos terapéuticos (incluso el proceso de relacionarse con el terapeuta, constituye una tarea terapéutica, como también examinar su propia experiencia emocional o la relación terapéutica aquí y ahora). (Safran, J. y Muran, J.C. 2000)

Por otra parte, las rupturas deben considerarse como un camino para comprender los principios organizativos centrales del paciente, mientras se subraya la importancia de la negociación entre el paciente y el terapeuta sobre tareas y objetivos. (Safran, J. y Muran, J.C. 2000)

 

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En resumen, la alianza permite una negociación continua entre el terapeuta y el paciente, tanto inconsciente como consciente, sobre los objetivos y las tareas, proceso que establece las condiciones necesarias para el cambio, siendo además, una parte intrínseca del mismo. (Safran, J. y Muran, J. 2000)

3.3 Alianza y Etapas de Cambio

Investigaciones dieron cuenta que el cambio se da a través de un continuo, el cual da cuenta de seis estadios (Prochaska y DiClemente, 1994). Esto nos permite predecir el resultado de la terapia.

Para ayudar a los pacientes, es importante identificar en la etapa de cambio en que se encuentran, ya que esto entrega directrices de qué tipo de intervenciones se pueden realizar. A su vez, en la medida que el terapeuta logre identificar la etapa de cambio logrará planificar objetivos adecuados para cada estadio favoreciendo la construcción de una relación terapéutica consolidada.

A continuación, describiremos brevemente las características de cada una de éstas etapas, y su relación con la alianza:

Pre contemplación
En esta fase los clientes aún no tienen una pista de que el problema existe, es decir, la persona niega el problema, desestima el beneficio del cambio y no se da cuenta de su error. La meta aquí, no es lograr que el cliente realice algo, sino que el terapeuta sea capaz de crear un clima en el cual el cliente pueda considerar, explorar y apreciar los beneficios del cambio. En esta etapa aún no se ha establecido una alianza de trabajo, ya que todavía no se ha dado una relación colaborativa entre terapeuta y cliente, debido a que no se han establecido lazos afectivos, ni el establecimiento de metas. Es por esto que la relación terapéutica no es suficiente para que el cliente tome conciencia acerca del cambio.

Según Prochaska y DiClemente (1982,1983) existen procesos de cambio que necesitan realizarse en esta etapa para avanzar a la siguiente (etapa de contemplación), y así poder formar una alianza y así no producir una ruptura en la relación. Una de las técnicas mayormente usadas según estos autores, es aumentar la conciencia en cuanto al problema; esto incluye un aumento en cuanto a la advertencia e información de las causas, consecuencias y curas de un problema particular. Esto se puede llevar a cabo a través de observaciones, confrontaciones, interpretaciones, feedback y psicoeducación.

Contemplación
Frecuentemente los clientes se dan cuenta de que el cambio es necesario. Además, ya pueden tener algún sentido de las metas e incluso saber qué es lo que necesitan para lograrla. Sin embargo, se sienten algo inseguros y ambivalentes con respecto al cambio, lo cual puede inmovilizar a la persona en este estadio por largo tiempo.

En esta etapa es fundamental el apoyo del terapeuta para mantener motivado al cliente a cambiar. Es decir, el terapeuta debe ser capaz de acompañar al cliente en el proceso de descubrir los riesgos de la mejoría y contener los miedos que surgen ante éstos. Además se comienzan a establecer las metas, por lo que es importante tener en cuenta las expectativas del cliente al momento de concretizarlas.

En esta etapa comienzan a consolidarse los lazos afectivos y aumenta gradualmente la responsabilidad del cliente.

Preparación
Ahora el foco se torna en identificar los criterios y estrategias para el éxito. Para esto, el terapeuta debe explorar y determinar las vías que pueden ser utilizadas para lograr las metas. En este punto el terapeuta puede asumir un rol más activo, presentando las opciones del tratamiento o las estrategias del cambio. Un cliente en preparación necesita ser activo al elegir y diseñar sus propias estrategias para el cambio. El terapeuta, puede ayudar al cliente a lograr sus metas, mostrándole distintas alternativas o métodos que podrían ser útiles para realizarlo.

En esta etapa, la alianza incluye un sentido de compañerismo entre ambas partes, en el cual cada participante es activo en cuanto a sus propias responsabilidades en la terapia. Así mismo, es necesario que el terapeuta sea flexible en cuanto a las metas propuestas al inicio de la terapia, ya que éstas deberán ser modificadas a lo largo de las etapas de cambio, en torno a las debilidades y fortalezas del cliente.

Acción
Durante esta fase, los terapeutas pueden ofrecer un soporte emocional y ayudar o modificar el plan de acción del cliente. Puede que así los lazos afectivos se fortalezcan más, lo cual será favorable para la alianza.

En esta etapa el cliente comienza a aplicar las estrategias planteadas en la etapa anterior, lo cual se traduce en una modificación en su estilo de vida. En este estadio se nota el cambio, pero el real se da en el estadio seis.

Mantención
Ahora el interés está puesto en lo que los clientes necesitan hacer para mantener o consolidar los cambios. En esta etapa es de suma importancia la motivación y un compromiso real por parte del cliente en relación al cambio. El terapeuta puede acomodar la motivación del cliente ayudándolo a anticipar los problemas que lo podrían llevar a una regresión o recaída.

Aquí son fundamentales las redes de apoyo. Gracias a la alianza existente, el terapeuta conoce las redes de apoyo significativas para el cliente, por lo cual podrá contactarlas para que así sean un factor de apoyo extra-terapéutico para el mantenimiento del cambio del cliente.

Cabe destacar la importancia del manejo y conocimiento de las etapas del cambio por parte del terapeuta, ya que esto ayuda a planificar las intervenciones de acuerdo a las necesidades y el nivel de consciencia que el cliente tenga de su problema. Por otro lado, el terapeuta debe tener presente que no necesariamente el cliente llega en un nivel de pre – contemplación. En este caso es necesario que el terapeuta tenga la habilidad de identificar las maniobras y recursos que utilizó el cliente para llegar a esta etapa. Una vez identificadas, el terapeuta debe fortalecerlas y utilizarlas a favor del progreso en las etapas del cambio.

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III. Ruptura en la Alianza. Cuando surgen problemas en la relación: Malos entendidos y rupturas en la Alianza

Hasta aquí hemos dado cuenta de las principales características y conceptos del modelo en que nos hemos formado, haciendo especial énfasis en la alianza terapéutica, ya que el análisis de nuestro caso estará orientado a determinar las variables que incidieron en la ruptura de alianza junto con las intervenciones para repararla.

A continuación nos referiremos a los quiebres de la alianza terapéutica y a cómo manejarlos.

La ruptura en la alianza terapéutica ha sido definida por diversos autores. Norcross la define como una tensión o quiebre en la relación colaborativa entre el cliente y el terapeuta (Norcross, 2002). Estas rupturas varían en intensidad y van desde una tensión menor a quiebres mayores. Por su parte Safran y Muran 1996, la definen como un deterioro en la relación entre terapeuta y paciente (Aspland, H. llewelyn, S. Hardy, G. Barkham, M. Stiles, W. 2008)

Durante el tratamiento, es esperado que ocurran ciertas fluctuaciones entre la relación paciente-terapeuta, incluso los malos entendidos son probablemente inevitables (Bordin, 1980; Rhodes, Hill. Thompson, y Elliot, 1994, en Hubble, M. Duncan y Miller, S. (2002). Sin embargo, esto no es necesariamente negativo ya que según Bordin (1994) el proceso de ruptura y reparación de alianza puede generar una relación aún más fuerte entre paciente y terapeuta (Hill, C. y Knox, S. 2009)

Un estudio interesante sobre este tema es el de Rhodes, Hill, Thompson, y Elliot (1994), ellos examinaron instancias en donde los clientes se sintieron incomprendidos por sus terapeutas. El factor precipitante de estos sentimientos en todos los casos fue que el terapeuta realizó algo que al paciente no le gustó o bien no hizo algo que el cliente esperaba. Los investigadores concluyeron que es de importancia que el terapeuta y cliente negocien y reparen la relación cuando surge este tipo de situaciones. El cliente necesita explicitar su disconformidad y hacer saber al terapeuta que para él es un problema. Por su parte, el terapeuta necesita escuchar, empatizar, respetarlo, ser responsivo con el cliente y hacer lo que sea necesario en el momento (ej: disculparse, aceptar responsabilidad, cambiar algún comportamiento problemático, etc.).Como resultado de este mutuo proceso de reparación estas situaciones pueden ser resueltas y la relación puede verse fortalecida. (Hill, C. y Knox, S. 2009). El estudio sugiere que el proceso de explorar los temores y expectativas del cliente, en relación con sus sentimientos negativos sobre el tratamiento, pueden contribuir a resolver la posible ruptura de la alianza (Hill, C. y Knox, S. 2009)

Por otro lado, investigaciones han demostrado que algunas conductas y actitudes específicas de los clientes, se han asociado a una mayor probabilidad de causar rupturas en la relación terapéutica. Como por ejemplo los trastornos de personalidad, alguna patología importante o personas muy defendidas. Al respecto, Hill, Nutt, Williams, Heaton, Thompson y Rhodes (1996) luego de un estudio indicaron que los terapeutas tenían mayor dificultad al trabajar con clientes que expresaban de manera hostil su enojo que con los que no la expresaban hostilmente, observándose una mejor relación terapéutica con este último grupo. Es importante también que los terapeutas tomen conciencia acerca de cómo reaccionan frente a ciertos tipos de personalidades, con el fin de que puedan anticiparse a problemas de relación (Safran, J. Muran, J. 2000).

Así como hay contribuciones negativas por parte de los clientes, también se ha estudiado que pueden contribuir de manera positiva, por ejemplo las personas que tienen la capacidad de explorar sus sentimientos, aceptar disculpas del terapeuta y expresar su rabia de manera asertiva. (Hill, C. y Knox, S. 2009)

Desde el punto de vista de los terapeutas, existirían también ciertos eventos que influirían en la ruptura de alianza: errores (por ejemplo, el terapeuta presionaba mucho o era poco contenedor, o que cambia de técnicas constantemente); triangularizaciones (cuando el paciente siente que tiene que elegir entre el terapeuta u otra persona); la transferencia del paciente y las características del terapeuta (por ejemplo, dificultad para lidiar con sentimientos negativos) (Norcross, 2002). También el mantener un posición rígida y no escuchar los sentimientos del paciente, culpar o presionar al cliente, forzarlos al insight o decirles que hacer muy tempranamente, ser demasiado directivo, o muy cauteloso (Hill, C. y Knox, S. 2009)

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Norcross (2002) plantea que cuando ocurre una ruptura es importante para los terapeutas tratar de responder de manera abierta y no defensiva, y aceptar la responsabilidad de su contribución para la interacción. (Norcross, 2002). En este sentido, es fundamental que el terapeuta mantenga una actitud de escucha, siendo capaz de validar los sentimientos negativos del cliente, así mismo, se debe mostrar abierto a las expectativas que tiene el paciente, y en caso de ser necesario, es importante ir adecuándolas a lo que el terapeuta realmente le puede proporcionar. En el caso, que el terapeuta no pueda cumplir con las expectativas y demandas del paciente, es necesario ir redefiniendo ciertos criterios, con el propósito de lograr una negociación que satisfaga al paciente.

Es así, como el terapeuta debe estar atento a ciertos indicadores respecto a las actitudes del paciente, que pueden generar una ruptura: expresiones indirectas de sentimientos negativos hacia el terapeuta; desacuerdo acerca de las metas y tareas de la terapia; mostrar conformidad y evitación hacia las maniobras del terapeuta y falta de responsividad a las intervenciones. (Norcross, 2002)

Los terapeutas necesitan estar particularmente alertas a las claves que señalan problemas en la relación, e incluso es importante que incentiven a sus pacientes a hablar acerca de sus sentimientos negativos. De esta manera cuando la relación está pasando un por período de estrés, es importante focalizase en el conflicto, aun cuando esta situación sea incómoda para el terapeuta, ya que las rupturas en la alianza pueden estar reflejando deficiencias en la empatía u otros errores que el terapeuta podría estar cometiendo. Por general, la tendencia natural es a evitar este tipo de conflictos e incluso adoptar una actitud más defensiva hacia los pacientes. (Safran, J. Muran, J, 2000) Al respecto diversos estudios sugieren (Hill, C. y Knox, S. 2009) que el explorar los sentimientos del paciente es particularmente efectivo, mientras culpar al cliente por la dificultad aparece como una medida muy inefectiva.

Entonces para evitar la ruptura de la alianza, los terapeutas deben estar conscientes de que los clientes a menudo tienen sentimientos negativos sobre la terapia o sobre la relación terapéutica. Por lo tanto, es importante que el terapeuta tome la iniciativa en explorar qué está sucediendo en la relación terapéutica cuando perciben que una ruptura ha ocurrido. También se ha visto que es importante para los clientes tener la oportunidad de expresar sentimientos negativos sobre el tratamiento al terapeuta, lo cual fortalece la alianza. Watson y Greenberg (2000), sugieren que las rupturas pueden emerger de sentimientos de inseguridad del cliente al explorar la experiencia emocional con su terapeuta, llevándolo a cuestionar el propósito y valor de la terapia. (Watson y Greenberg (2000), en Aspland, H. llewelyn, S. Hardy, G. Barkham, M. Stiles, W. 2008)

Safran y Muran consideran distintos factores que influyen en las rupturas de la alianza terapéutica. A lo largo del proceso terapéutico el paciente tiene que luchar, en diversos momentos, con la desmoralización. En este sentido, cuando el equilibrio entre esperanza y desesperanza es adecuado, el paciente pone su confianza en la buena relación y la pericia del terapeuta. Por el contrario, si este equilibrio falla, el proceso de "cultivar la esperanza" viene e ser "el problema de la psicoterapia". Para ello es necesario que el paciente reconozca su falta de esperanza y la pueda compartir con el terapeuta. Por consiguiente como terapeutas debemos estar alertas ante cualquier indicación de desesperanza del paciente y alentarlo a expresar su rabia y desesperanza en el aquí y ahora de la relación terapéutica. El hecho de relatar sus sentimientos negativos, puede generar diversas consecuencias, ya que al comentar acerca de sus sentimientos de desesperanza, el paciente puede conectarse con la pena y el dolor, de los que quizá no era consciente. Y al expresar estos sentimientos empieza a sentirse menos aislado. Por otra parte, en la medida que los terapeutas respondan de manera comprensiva a la desesperanza de los pacientes, éstos se sienten tomados en cuenta, cuidados y conectados con el otro en su dolor.

Por otro lado, los autores distinguen tres tipos de resistencia que pueden generarse a lo largo del tratamiento: la resistencia intrapsíquica, la cual sería la respuesta del yo para no ser sobrepasado por la presencia de un peligro. La resistencia caracterológica, que estaría constituida por una parte importante del carácter del individuo. Desde esta perspectiva, el análisis de la resistencia nos provee como terapeutas una información importante sobre la manera en que el paciente está en el mundo, por lo que debemos ser capaces de usarla a nuestro favor. Y finalmente hacen referencia a la resistencia relacional, la cual se genera por actitudes negativas del terapeuta

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Siguiendo la línea de éstos autores, es importante destacar el concepto de responsabilidad, en donde los terapeutas debemos ayudar a los pacientes a experimentar la responsabilidad por sus propias acciones. Una de las mejores opciones para que el paciente empiece a ser responsable de sus actos es ayudarle a observar sus acciones y sentimientos en la relación terapéutica. Por ejemplo, un paciente que tenga sentimientos ambivalentes sobre continuar la terapia, debe ser animado a explorar su ambivalencia. La decisión de dejar el tratamiento, como resultado de esta exploración, es una salida terapéutica mejor que continuarla de forma forzada.

De igual modo, señalan que hay muchos estudios que indican que, tanto en las relaciones saludables como disfuncionales, hay oscilaciones. En las relaciones saludables los momentos de descoordinación son seguidos por comportamientos reparadores, lo que no sucede en las díadas disfuncionales. Este proceso proporciona un aprendizaje a través del cual el paciente, gradualmente, desarrolla un esquema relacional que considera a los otros potencialmente disponibles y al self como capaz de negociar la cercanía, incluso en el contexto de las rupturas de la interacción.

También hacen alusión al concepto de “Desilusión óptima”. Este concepto que es similar al concepto de Winnicott (1984) de la madre suficientemente buena, la que se puede ir separando del niño en la medida en que éste lo puede tolerar y, por tanto, la experiencia no es traumática. Si la desilusión no es óptima el niño se adapta a las necesidades de la madre y sufre en el desarrollo de su autonomía. Kohut, por su parte, utiliza el concepto de frustración óptima que es la que permite la internalización del objeto del self como entonamiento afectivo, valoración de la experiencia subjetiva, regulación y disminución de la tensión. (Safran, J. Muran, J. 2002)

Una de las amenazas mayores de la alianza, se da cuando el terapeuta, invadido por la hostilidad, pretende responder a estas demandas agresivas, imposibles de satisfacer y que le provocan frustración y resentimiento debido al fallo del paciente para apreciar sus esfuerzos. La solución ante esto es entender empáticamente los sentimientos de los pacientes y darse cuenta de cuándo están respondiendo a estas demandas con frustración y rabia. Su deseo de examinar su contribución a la relación, y continuar

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Rupturas en la Alianza: ¿Qué hacer cuando surgen problemas en la relación? trabajando en beneficio del paciente, posibilita que emerja, en el paciente, una necesidad subyacente más saludable y adaptativa.

1. Mirada /Abordaje de la ruptura desde distintos teorías.

Las diferentes teorías señalan distintas maneras de enfrentar las rupturas. No es el objetivo de nuestro trabajo el presentarlas todas, por lo que hemos seleccionado las que comparten elementos con el enfoque en que nos formamos, ya que son las que luego utilizaremos para él análisis del caso. A continuación haremos descripción de las siguientes teorías: teoría relacional, teoría humanista experiencial, teoría cognitiva y teoría cognitivo conductual.

1.1.Teoría Relacional

Desde esta perspectiva, Safran, Muran, Samstang, y Stevens (2002) postulan que la clave es la negociación de las rupturas en la alianza. La habilidad para negociar las necesidades de ambos es algo que muchos clientes no han desarrollado y puede convertirse en el objetivo de la terapia. Safran y Muran (2002) se centran en la meta comunicación; comunicar sobre aquello que esta sucediendo en la relación terapéutica, como el primer método para negociar la relación y sobrellevar los impasses que inevitablemente ocurren. Con la meta comunicación el terapeuta hace explícitos mensajes que estaban implícitos para poder explorarlos. El terapeuta colabora con el paciente para explorar y desarrollar conciencia del aquí y ahora de la relación, donde cada uno se hace responsable de lo que corresponde.

Los autores Safran y Muran, siguiendo a Harper (1989) clasifican las rupturas en dos subtipos: retirada y confrontación, que representan la forma que tienen los pacientes de controlar la tensión entre sus necesidades contrapuestas de alejamiento y cercanía. En las rupturas por retirada el paciente se separa del terapeuta, de sus emociones o de algún aspecto del proceso terapéutico, aunque se esfuerza en mantener la cercanía al precio de no ejercer sus necesidades de distanciamiento o autodefinición. En las rupturas por confrontación, el paciente expresa directamente su enfado, resentimiento o insatisfacción hacia el terapeuta o hacia una parte del proceso terapéutico. A lo largo del tratamiento pueden surgir ambos tipos de rupturas en un mismo paciente, y en distintos momentos de la terapia.

Para intervenir en ambos tipos de rupturas, los autores proponen intervenciones específicas. En el caso de las rupturas por confrontación, provocan sentimientos de enfado e impotencia en los terapeutas, a la vez que despiertan su agresividad. Sin embargo la tarea es reconocer los sentimientos cuando se sienten objetos de la agresión de sus pacientes, pero a la vez, demostrar un fuerte deseo de estar con el paciente y trabajar para entender qué está pasando entre ellos.

Intervenciones útiles frente a rupturas de la alianza desde el modelo de Safran y Muran

Siguiendo en la línea de Safran y Muran, los autores sostienen que frente a rupturas de la alianza, se debe reflexionar en torno a posibles intervenciones destinadas a negociar la alianza y manejar los impasses terapéuticos que surgen de las tensiones de la alianza. Las rupturas de la alianza, pueden tener a la base desacuerdos sobre las tareas y los objetivos o por problemas en la dimensión del vínculo. Las rupturas pueden verse de manera directa o indirecta.

A. Intervenciones cuando surgen desacuerdos sobre tareas y objetivos

a) Intervencionesdirectas

 Justificación terapéutica y tareas de microprocesamiento
Básicamente consiste en describir o reiterar la justificación para el tratamiento. Al detectar la tensión, se puede preguntar si está claro el tema para el paciente y clarificar cualquier malentendido. Dentro de un abordaje integrador de intervenciones, se puede recurrir a tareas de microprocesamiento (ejercicios asignados a los pacientes para favorecer comprensiones concretas de los procesos internos que juegan un rol en el cambio terapéutico: ejercicios de focalización, en terapias experienciales, o de revisión de pensamientos automáticos con el fin de automonitorearse, en intervenciones conductual cognitivas.

 

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El comentario explícito sobre las tareas y los objetivos tiene un rol clave en el mantenimiento de la alianza terapéutica. Siempre es beneficioso comenzar el tratamiento explorando las preconcepciones de los pacientes relativas al modo de funcionamiento de la terapia y los objetivos de la intervención, como también las expectativas del paciente sobre la terapia. Si hay demasiado desacuerdo, se debe comenzar negociando las diferencias.

Luego de haber acordado las preconcepciones del paciente respecto de la terapia, destinando el tiempo que sea necesario para clarificar cualquier duda al respecto. Si la incomprensión persiste, y refleja más que incomprensión, escepticismo o desconfianza, es necesario motivar al paciente a que exponga sus dudas, de manera de incorporarlas al proceso.

También es importante que los objetivos de la terapia, sean construidos en conjunto. Es deseable que la conversación sobre os objetivos sea permanente, evitando tensiones en la alianza o anticipando áreas que las originen.

 Examen directo de desacuerdos sobre temas relacionales nucleares:
La justificación terapéutica, puede derivar en desacuerdos en la relación terapéutica. Por ejemplo, el paciente puede considerar intrusivas las preguntas del terapeuta, lo que podría responder a alguna experiencia en que su privacidad no fue respetada, o puede resistirse a cumplir las tareas, como resistencia a sentirse dominado o controlado por parte de los demás. En este punto, el terapeuta debe analizar su contribución a la ruptura de la alianza.

b) Intervenciones indirectas

 Reencuadre del sentido de las tareas y objetivos:
Esto debe hacerse en el sentido de que vuelvan a tener sentido para el paciente. Requiere que el terapeuta haga un reencuadre genuino, como un modo válido de ver las cosas y no como una mentira inocente.

 

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 Modificación de tareas y objetivos.
Expresa la capacidad del terapeuta para adaptarse al paciente y trabajar en términos que sean significativos para él, y además proporciona al paciente una oportunidad para desarrollar confianza en la posibilidad de satisfacer sus necesidades en las relaciones con los demás.

1.2 Intervenciones cuando surgen problemas asociados con el vínculo:

a) Intervencionesdirectas

 Clarificación de malentendidos.
Si el paciente desconfía o no se siente respetado, se puede clarificar lo que ocurre en la relación terapéutica con ánimo de resolver malentendidos, sin contemplar temas subyacentes de naturaleza más nuclear. El terapeuta debe estar dispuesto a analizar su contribución al malentendido. El hecho de hablar sobre el malentendido y de experimentar al terapeuta respondiendo de un modo empático y no defensivo, brinda al paciente una experiencia importante para la negociación constructiva de malentendidos.

 Examen de temas relacionales nucleares.
Se puede derivar desde la resolución positiva del punto a). Este tipo de examen la resolución de la tensión en la alianza se convierte en una tarea terapéutica, más que en una precondición para el cumplimiento de otras tareas.

b) Intervenciones indirectas

 Aliarse con la resistencia.
Una forma habitual de aliarse con la resistencia consiste por ejemplo, en encuadrar como adaptativa la evitación defensiva que hace el paciente de sentimientos dolorosos. Otra forma válida consiste en validar los aspectos de desconfianza y desesperanza que exhibe el paciente. Si al paciente le cuesta acceder a partes más esperanzadas de su self, conviene dedicar un tiempo a aliarse con esos sentimientos. Por ejemplo, ante la desesperanza de que pudiera haber ayuda para él, y ante la desconfianza para mostrar sus preocupaciones más profundas, el terapeuta simplemente lo valida diciéndole que es posible que aún no haya ganado su confianza. De ese modo, empaliza con su desconfianza subyacente. Por otra parte, también puede asegurarle que ése sería un buen objetivo terapéutico, y que por el momento, no van a hacer nada al respecto.

 Nueva experiencia relacional.
Implica tratar el vínculo de la alianza mediante acciones y no mediante el examen directo. El terapeuta puede ofrecerle una nueva experiencia relacional, que le ayude a modificar sus esquemas relacionales. Esto es válido cuando al paciente le cuesta explorar sus esquemas relacionales en el aquí y en el ahora. Puede ser útil también el concepto de contención de Bion, que consiste en procesar de un modo no defensivo cualquier sentimiento inquietante que surja en el terapeuta. También puede ser útil el concepto de acción interpretativa de Odgen: el terapeuta trasmite lo que percibe y opina en relación a lo que sucede, por medio de una acción. Simplemente actúa la respuesta.

1.2.Teoría Humanista /Experiencial

Desde esta perspectiva Elliot, Watson, Goldman y Greemberg 2004, describen 6 pasos para lograr la reparación:
Primero el terapeuta responde de manera empática a las preocupaciones del cliente, luego ambos exploran qué es lo que está sucediendo y cómo contribuye cada uno con eso. Tercero, el terapeuta reconoce su propio rol en el problema, mientras ayuda a su cliente a examinar como este problema puede estar relacionado a sus patrones emocionales, eventos previos, o modos de relacionarse. En el cuarto paso el terapeuta resume la dificultad y la corrobora con el paciente. A continuación ambos discuten acerca de las diferentes maneras en que el problema puede ser resuelto, incluyendo posibles cambios a la forma en que la terapia se está llevando a cabo. Finalmente, una vez que las dificultades han sido trabajadas y el patrón interpersonal entre cliente y terapeuta ha sido entendido, la relación se ve fortalecida. (Hill, C. y Knox, S. 2009)

1.3.Teoría Cognitiva

Cuando ocurre una ruptura en el modelo cognitivo Beck, Rush, Shaw y Emery (1979) recomiendan que los terapeutas identifiquen y corrijan las distorsiones cognitivas que están contribuyendo con la ruptura, con la esperanza de que al hacerlo se encuentre el origen de la ruptura, lo que probablemente tenga relación con lo que trajo al cliente a terapia. Beck et al. (1979) también postulan que una ruptura puede ocurrir cundo el terapeuta comienza a creer las visiones negativas que tiene el cliente de si mismo, cuando esto le ocurre, el terapeuta debe recordar que son solo creencias y pensamientos, no hechos. (Hill, C. y Knox, S. 2009)

Modelo Cognitivo Conductual en la reparación de alianza

Una investigación reciente de los autores H .Aspland; S. Llewwlyn; G. Hardy; M. Barkham, W. Stiles, (2008) propone un esquema a seguir en caso de producirse una ruptura de alianza, el cual nos parece importante a mencionar y reflexionar, ya que es similar a algunas de las intervenciones que aplicamos en nuestro Centro.

Según estos autores, las rupturas en la alianza, se dan principalmente por desacuerdos acerca de las tareas y metas de la terapia, lo que afecta negativamente la alianza. Es así como identificaron siete etapas para resolver la ruptura creando el Modelo Racional (Figura I).

 

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1. Notificar/Registrar

Los marcadores internos de ruptura

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2. Revisión Interna

Buscar posibles explicaciones y hacer formulaciones
Evaluar la intensidad y significado de la ruptura
Decidir si es apropiado explorar en esta fase de la terapia

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(3a) Decide no actuar como:

i. La ruptura no parece ser significante para el terapeuta
ii. El terapeuta decide esperar y observar el patrón de desarrollo
iii. El terapeuta requiere de supervisión y guía en una supervisión

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3. Hacer una decisión

Si actuar o no sobre los marcadores de ruptura

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(4a) No realiza más exploraciones

i. El cliente declara que no hay malentendidos o dificultades
ii. El terapeuta requiere de supervisión y guía en una supervisión
iii. El terapeuta decide esperar y observar el patrón de desarrollo

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(5a) La Clarificación permite la resolución, por lo tanto, cliente y terapeuta vuelven a las tareas originales del tratamiento

(4) Reconocer/Reflejar

Acerca de la ruptura y malentendidos con el cliente y pedir feedback del cliente

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5. Terapeuta y cliente exploran el evento de ruptura y malentendidos
(el terapeuta reconoce su contribución en la ruptura y valida la experiencia del cliente)

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6. Explora las conexiones

Hace formulaciones conceptuales incluyendo ejemplos

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6. Acuerdo de Colaboración

(se hace una revisión de las metas del tratamiento. Se ponen de acuerdo en el seguimiento de eventos similares, como las tareas de la terapia.

Figura I. Modelo racional

Una vez que el terapeuta nota algún tipo de indicio de ruptura, debe revisarlo internamente, evaluando la intensidad y significado de la ruptura y decidiendo su posible acción. Luego el terapeuta decide si es aconsejable actuar, para lo cual, reconoce la ruptura, solicita retroalimentación en el cliente, y explora la ruptura. Esta exploración puede incluir que el terapeuta reconozca su contribución a la ruptura y valide la experiencia del cliente. Esto debiera llevar a que el paciente conecte esta experiencia con otras similares en su vida. Finalmente se debiera negociar de cómo se va a proceder, y se revisarán las tareas y metas. Este proceso de resolución puede ser cíclico entre y dentro las etapas. (H.Aspland; S. Llewwlyn; G. Hardy; M. Barkham, W. Stiles, 2008)

Hasta ahora hemos revisado diferentes conceptos que nos han permitido tener una visión más completa de todas las variables que influyen en la relación terapéutica. Así mismo, hemos repasado también algunos factores que inciden en la ruptura de alianza y mostramos diferentes perspectivas acerca de cómo se sugiere repararla. Éstas difieren en algunos aspectos, por ejemplo la teoría cognitiva llama a los terapeutas a descubrir los pensamientos disfuncionales de sus pacientes que puedan estar causando la ruptura, mientras que en el modelo de Safran y Muran la atención está puesta en la negociación de la ruptura, en donde se conversa lo que está pasando en el aquí y en el ahora. Similar es lo que propone la mirada humanista/ existencial, para ellos, ambas partes exploran lo sucedido y buscan soluciones.

Podríamos decir que lo que los une a todos, es que creen importante tomar de manera respetuosa y empática la disconformidad del paciente, y hacer lo posible por reparar la situación. A su vez estos modelos concuerdan que existen fluctuaciones en la relación durante el tratamiento, por lo tanto, es necesario estar atentos a estos cambios, y ser capaces de explicitarlos en caso de que se produzca un quiebre. En nuestro Centro tomamos muchos de estos conceptos a la hora de trabajar las rupturas terapéuticas, por lo que todo lo revisado nos ha sido de mucha utilidad para analizar nuestro caso clínico y para mostrar nuestra forma de enfrentar este tipo de casos.

En la segunda parte de este trabajo veremos cómo se fueron aplicando algunas de las intervenciones descritas por los distintos modelos, y asimismo, analizaremos también qué otras intervenciones pudimos haber realizado para tener mejores resultados. Esto nos permitirá tener una mirada crítica de nuestra sesión y adquirir nuevos aprendizajes.

 

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ANÁLISIS CASO CLÍNICO

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1. Contexto Terapéutico

El caso que expondremos a continuación se enmarca dentro del contexto de atención psicológica del Centro de Especialistas de Intervención Estratégica (Centro MIP). En nuestro centro, los pacientes son atendidos por un terapeuta en una sala de espejo unidireccional, y al otro lado de la sala se sitúa un equipo de psicólogos en formación encabezado por un supervisor acreditado, que mantiene comunicación con el terapeuta a través de un citófono, en el caso de que necesiten plantear alguna intervención, sugerencia o duda. Dentro de la metodología se incluye la posibilidad de que uno de los supervisores acreditados ingrese a la sesión con el paciente, con la finalidad de proporcionar apoyo al terapeuta.

Antes de comenzar y al finalizar cada sesión se le pide al o los pacientes contestar las encuestas ORS (Outcomne Rating Scale, mide evolución del proceso) y SRS (Scale Rating Sesión, evalúa alianza terapéutica), diseñadas por Barry Ducan y Scott Miller. Las encuestas aplicadas fueron traducidas y validadas en Chile por las psicólogas del Centro MIP, Cecilia Donoso, Pila Elgueta, Francesca Fantuzzi y Alejandra Grez.

Al iniciar la sesión aplicamos la encuesta ORS, la cual está orientada a evaluar cuatro dimensiones: Individualmente (bienestar personal), interpersonalmente (familia, relaciones cercanas), Socialmente (trabajo, Escuela, Amistades) y finalmente el paciente evalúa su estado en General (sentido general de bienestar). Todas estas dimensiones van en un continuo de 0 a 10. Luego de finalizar la sesión, se aplica la escala SRS, la cual a su vez también evalúa cuatro dimensiones, pero está vez están orientadas a evaluar la relación con el terapeuta. Las dimensiones de esta escala son: Relación con el terapeuta, que se refiere a cuan escuchado, comprendido y respetado se siente el cliente. También evalúa las metas y asuntos abordados durante la sesión. Como tercera dimensión se evalúa el enfoque o método empleado por el terapeuta, y finalmente el cliente hace una evaluación general de la sesión. Todas estas dimensiones, al igual que la otra escala, se miden en un continuo de 0 a 10.

 

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2. Antecedentes del Caso

Paciente mujer de 31 años, usaremos el nombre ficticio de “María”. Ella es quien llama para pedir hora con el equipo. Lo primero que realizamos fue la pre-entrevista telefónica en donde ella pide ayuda, porque se siente deprimida, comenta que hay temas profundos que le pueden estar afectando su situación actual. Señala problemas con su familia de origen, en especial la relación con su madre. Además menciona que su padre falleció hace algunos meses. Relata que vive con su marido Pedro, de 27 años, quien es cantante lírico; están casados hace un año y no tienen hijos. En general es bastante ambigua y detallista en su discurso. Respecto a su ocupación, señala que actualmente se encuentra con los estudios congelados de la carrera de Canto lírico. Decidimos citar a María el 1 de abril del 2008, ya que es ella quien se encuentra aproblemada. En su primera sesión la paciente refiere como queja inicial “Mis cuerdas vocales no ¿cluyen?... La profesora era mala, me generó un problema que antes no tenía,además de otros problemas psicológicos que conllevan al tema de mi canto... Tengo muchos talentos... facilidades y a pesar de eso, en el plano de hacer para mí misma puedo hacer un montón de cosas, pero en el plano del demostrar es donde me voy a la mierda”. “Mi situación laboral no despega... como que me pongo trampas para no demostrarme al mundo... Siento como un tapón, toda mi vida he sentido como un tapón, como estancada”. Además da a conocer ciertos antecedentes relevantes, tales como que se retiró de la carrera de Derecho en cuarto año, para ingresar a estudiar canto lírico, en la Escuela Moderna de Música. Actualmente los estudios se encuentran congelados, a partir del segundo semestre del 2007. Paralelo, muere su padre tras sufrir una larga enfermedad.

3. Breve descripción del proceso terapéutico

En el transcurso de las primeras sesiones, nos fuimos dando cuenta de la necesidad de la paciente de narrar su historia, ya que necesita reflexionar constantemente de los eventos que han ocurrido a lo largo de su vida, al tiempo que va construyendo teorías que explican su problema. Dentro de éstas establece una polaridad entre el ser muy perfeccionista “...lo que habría heredado de mi padre...” y cómoda “...que sería lo heredado por mi madre...”. Este perfeccionismo, finalmente la llevaría a evitar cualquier clase de exposición ya que teme fracasar o ser criticada, por lo que decide quedare en la comodidad “...quedarme tras bambalinas...” sin poder desarrollar los talentos que ella creía poseer. Por otro lado, nos aclara que desde que conoció a su marido, ha evitado el tema del canto, ya que él es un “...gran cantante...”, y dado que ella se define como una persona competitiva que lucha constantemente por el primer lugar, prefiere apartarse de los escenarios, porque cree que no será la mejor.

Esta información nos da luces acerca de las posturas de María. En primer lugar se define como una persona perfeccionista y autoexigente “Soy muy existista... ¡no borra eso!... soy perfeccionista”. Sin embargo, a la vez comenta valorar la comodidad “...yo creo que soy muy cómoda y me ha sido muy fácil la vida...”. Por otro lado, como se mencionaba anteriormente muestra baja capacidad al fracaso “...soy tan competitiva que si no gano por cinco cabezas me muero...”. Finalmente, otra de las posturas que aparecen constantemente en sesiones, es el tema de los talentos “...tengo muchos talentos, no soy un genio, pero sí tengo facilidades... me frustra no poder demostrarlos...”.

Tomando en cuenta estos antecedentes, pudimos definir que el denominador común de las soluciones intentadas por María, van en la línea de la evitación, ya que ella evadía exponerse ante cualquier situación que pensaba que “no iba a ser la mejor”. El motivo de consulta construido fue el siguiente “Toda la vida has tratado de hacer cosas donde te sientes incómoda, por qué no tratas de hacer cosas donde te sientas cómoda, en la medida que te sientas cómoda vas a confiar más en ti misma, te va a querer más y lograr más cosas”. Dado esto, nuestros objetivos fueron construidos en la línea de ser capaz de descubrir espacios donde se sintiera cómoda, y cómo ella podía aportar en ellos. Como estrategia utilizamos el 180o, el cual proponía que María sea Exitosa y no Perfeccionista. (El exitoso ve lo que tiene, y lo utiliza, en cambio el perfeccionista ve lo que le falta, por lo que nunca está contento).

4. Análisis resultados ORS y SRS

Al analizar los resultados de la ORS hasta la séptima sesión, observamos que las 4 dimensiones evaluadas, se encuentran significativamente bajo el punto de corte . Además se observa que los resultados, en general tienden a ir en la baja. (Ver anexo gráfico ORS) hay que explicar qué significan estos puntajes, alguien que no conoce el instrumento no sabe de qué están hablando Por otro lado, los resultados de la escala SRS, se encuentran levemente bajo el punto de corte. Es importante destacar que las sesiones peor evaluadas en términos de relación terapéutica fueron la sesión No1 y No6 y la sesión mejor evaluada, fue la sesión No7. Tomando en cuenta estos resultados se observa claramente que no había un real acuerdo entre las metas y tareas acordadas con el paciente, tema que no fue abierto a tiempo, por lo tanto, existía una alta probabilidad de que surgiera un quiebre en la alianza. En términos de la relación, es importante señalar, que tanto terapeuta como co- terapeuta presentaban sentimientos de miedo e incomodidad frente a la paciente, lo cual dificultaba explicitar estas tensiones en la alianza.

5. Transcripción y Análisis sesión No7

Con el objetivo de analizar como trabajamos la ruptura de alianza con nuestra paciente, es que mostraremos la transcripción de su séptima sesión. En esta sesión la paciente hace explícito su descontento, por lo que se fue trabajando en la reparación de la alianza.

El análisis se irá realizando a partir de diferentes miradas; por un lado, reflexionaremos acerca de las intervenciones realizadas durante la sesión, y junto con esto, tener una mirada crítica de aquellas intervenciones que no dieron resultados, y desde ahí buscar un aporte de cómo se podría haber hecho diferente. Así mismo, daremos a conocer los elementos descritos por los diferentes modelos estudiados en este trabajo. Por otro lado, también analizaremos la ruptura de la alianza, en cuanto a los sentimientos del terapeuta hacia la paciente. Finalmente daremos a conocer ciertas características de la paciente, que incidieron en la ruptura, desde nuestra evaluación de la situación vivida.

Como antecedente es importante señalar que en la sexta sesión introducimos un cambio en el proceso, una modificación en el horario de atención. Inicialmente, la paciente, era atendida en espejo los días martes en la tarde, sin embargo, como parte de la metodología del Centro, cuando los pacientes ya tienen construido un motivo de consulta, se cambian a otro equipo los días miércoles. María muestra disconformidad al final de la sexta sesión, ya que no estaba de acuerdo con el cambio de horario, dado que el miércoles era el único día que tenía dificultades para venir a sesión. Debido a esto y a que la paciente ya manifestaba cambios, se le propone citarla cada quince días. La metodología de nuestro centro, plantea que en la medida que surjan cambios en el paciente, se distancian las sesiones. Dado estas nuevas condiciones y a pesar de su disconformidad, la paciente accede a continuar con el tratamiento.

5.1. Inicio de la sesión

T: Como tú sabes aquí esta la ficha para que la completes (ORS)
P: ¿Es del último tiempo o de la ultima semana?, porque ha pasado mucho tiempo y no estoy conforme con el tema del tiempo.
T: Vamos a conversar de eso
P: No me funciona porque estoy tratando de hacer un trabajo como bien conmigo misma, y dos semanas son como muy diluidas... Estoy bien complicada... (Mientras intenta completar la ficha ORS
P: (la paciente termina de completar la ficha y se la entrega a la terapeuta)
T: Antes de revisar lo que ha pasado estas últimas dos semanas, que si bien no fue algo que se hubiese negociado entre ambas partes, me gustaría saber cómo fue cuando llegaste ese miércoles a tu casa y le comentaste a tu marido de que no podíamos hacer el cambio de día... ¿Qué pasó, con qué sensación te quedaste?

Decidimos retomar de inmediato la incomodidad con que se fue la paciente la última sesión, ya que en esa ocasión no lo alcanzamos a hacer debido al tiempo. Además, la paciente llega mostrando su disconformidad con la situación, por lo que es de gran importancia conversar acerca de esto antes de pasar a cualquier otro tema.

P: No fue tan terrible
T: ¿Qué te dijo tu marido cuando le contaste que las sesiones iban a ser miércoles por medio?
P: En realidad él no tuvo una opinión muy drástica porque él no es el que viene acá... pero igual me apoya, y el me dice “y tú estay bien”... Yo me di cuenta, a medida que pasaban las semanas... como que “kejj, kejj, kejj” (hace un sonido de inconformidad, dando a entender que algo le era incómodo).
T: ¿Qué significa “kejj, kejj, kejj”?
P: Que estoy atorada poh, porque más allá de que no esté almorzando con mi marido en vez de estar acá... como que más que eso, me siento como... (Silencio)... me siento como mal. Me siento como estafada. (Con tono firme y descalificador)

 

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T: ¿Cómo es sentirse estafada?, porque hay varias connotaciones para sentirse estafada. P: Es que sabís que... y te pido disculpas... Pero no creo que sea verdad eso que no se pueda cambiar el día... dudo de eso... dudo de ese cambio necesario de equipo (con tono agresivo).

Según lo expuesto por Safran y Muran (2000), ésta sería una ruptura del tipo confrontacional, ya que la paciente responde de una manera defensiva y crítica. Este tipo de ruptura tiende a provocar rabia e impotencia en la terapeuta, por lo que es muy importante como terapeuta reconocer este tipo de sentimientos, pero a la vez tratar de empatizar con la situación que está ocurriendo. En este caso en particular, comenzamos a explorar como se sentía la paciente, sin defenderse, ya que esto podría generar una comunicación en escalada lo que agravaría la situación. Sin embargo, la terapeuta comenzaba a sentirse incómoda con la manera que la paciente expresaba su disgusto. Esto se relaciona con lo descrito por Hill et al. (1996), quienes señalan que la alianza es más difícil de lograr con aquellos pacientes que manifiestan su rabia de manera hostil. Y como hemos visto hasta ahora, la paciente emplea, desde el punto de vista del terapeuta, un lenguaje y expresión corporal confrontacional.

5.2. Explicitación de la ruptura

T: ¿Qué es lo que dudas?
P: ¡Qué no creo que sea verdad! No creo que sea verdad que no se pueda cambiar de equipo, sino que yo creo que efectivamente tú no tienes tiempo... Esa es la razón...
T: Eso es lo que tú piensas...
P: Sí, eso es lo que yo pienso... No quiere decir que sea la verdad, pero así es como me siento.... Siento que no es verdad lo del cambio, y que en realidad tú no tienes tiempo, y sin preguntarme me cambiaste de día y.... lo encuentro como muy unilateral... y me siento como... pucha como se puede decir... mmm...... no sé si la palabra es maltratada... pero es como una palabra fuerte... pero si como poco... considerada... “Pucha yo no puedo ese día... ¿podrá la María ese día?”... y la verdad es que no me siento cómoda.
T: Sientes que no te consideré en la decisión...

Junto con ir explorando de manera no defensiva, es importante también ir reflejando y resumiendo lo que la paciente dice. Esto lo tratamos de ir realizando a lo

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largo de toda la sesión. Vemos que hasta ahora hay una actitud de escucha por parte de la terapeuta, uno de los aspectos que propone Norcross (2002) para este tipo de situaciones.

P: Sí, en la decisión que tomaste... O probablemente no pudiste tomar más que otra... Pero igual, como sea, uno puede sentirse así...independiente de cuales sean las razones. T: ¿Viniendo para acá hoy día te sientes más incómoda?
P: Sí, súper incómoda. Sobretodo porque me había tomado súper en serio esto. Tengo ganas de que resulte... Entonces...como que en dos semanas no sé qué contarte... como que tendrías que preguntarme, porque cuando vengo cada una semana, yo vengo con los temas un poco planificados... Igual estas dos semanas han sido entre súper buenas y súper malas, porque cumplimos dos años de matrimonio, pero se cumple un año de la muerte de mi papá en una semana más.... Entonces estoy como súper encontrada... y también estoy súper encontrada con la terapia... como que siento que...

Podemos ver que ahora que ya tomamos la incomodidad de la paciente y hemos respondido de manera empática y poco defendida, la paciente poco a poco va expresando lo que le pasa, y así va disminuyendo su nivel de hostilidad. Esta situación además le brinda a la paciente una experiencia de modeling, en el sentido de cómo enfrentar situaciones de malentendidos o conflictos. Estás intervenciones que se orientan a clarificar lo que está ocurriendo en la relación de una manera empática, Safran y Muran (2000) las llaman clarificación de malos entendidos (intervención directa).

T: Conversemos de eso
P: Si, si yo también quiero hablar de eso.
T: Me parece... porque para que la terapia siga avanzando, es importante que hablemos de lo que te está pasando, porque para que puedas estar acá en terapia, es importante que nosotras tengamos una relación estable... y de confianza, y por eso me interesa saber lo que te pasa a ti con esto que tú sientes que te impuse el día, sin tomar enconsideración lo que “tú podías hacer” ... Quiero escucharte primero, y saber qué piensas de eso, para luego yo poder explicarte...

 

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Otra intervención importante en el proceso de reparación es validar al paciente, eso es algo que pudimos haber hecho distinto, ya que hasta el momento nos hemos quedado en los hechos concretos, pero no hemos validado sus sentimientos. Para Safran y Muran (2000) el validar al otro es un de las formas de aliarse con la resistencia, y eso sería una intervención indirecta. Por ejemplo en este caso, le podríamos haber dicho “entendemos que te hayas incomodado, en realidad no es agradable cuando a uno le cambian las condiciones...”. Sin embargo, la terapeuta, en vez de tratar de empatizar, intenta explicarle las razones del cambio, y eso produce rechazo.

P: Es que me lo podí explicar mil veces, y no quiero que me expliques de nuevo... ya me lo explicaste, y yo no quiero que me lo explique de nuevo, porque ahora estamos hablando de mí.... Tú ya me diste tus razones.... Pero igual cachai que me pasan cosas, y me da lo mismo las explicaciones que me des...

T: No te quiero dar explicaciones, quiero saber lo que te pasa a ti
P:... Yo tengo ganas de solucionar un problema... pero igual siento que estoy contrariada con todo... Me gustaría hablar con alguien que esté a cargo, pero como que hay unas contestadoras... es como todo bien extraño... ¡pero está bien! Yo me presté para esto... es el juego, y así es el sistema y yo me presté para esto. Pero ahora que me encuentro en un conflicto, tengo ganas de conversarlo con alguien... y no es nada personal... lo que pasa es que... mira, yo no hago muchas cosas, y uno puede decir... “bueno tiene disponible”... pero igual hay días que hago cosas y que para mí son trascendentales...
T: Como hoy día miércoles.
P: Si como hoy día... entonces, como que no quiero cederlo... literalmente. Pero a pesar de eso, quiero seguir acá... Entonces, no quiero cederlo porque estoy aquí incómoda, y segundo porque estoy haciendo un esfuerzo e igual vengo.
T: Y es verdad, has sido súper comprometida

Aquí la reforzamos, ya que el refuerzo disminuye la resistencia y mejora la capacidad de escucha, por lo tanto se pueden hacer más intervenciones. Sin embargo, aquí nos faltó reflejarle la rabia, además ella hace una solicitud (“pedir hablar con alguien de más arriba”), que no se le toma en cuenta. Esto indudablemente va generando mayor tensión en la alianza, y la terapeuta siente que va perdiendo poder, ya que la paciente no la está validando.

 

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P: Y porque igual vengo, a pesar de que muchas veces no salgo tan contenta, y no porque haya descubierto algo, sino que encuentro que a veces es lento, esto de recapitulemos, a ver si te entiendo, porque yo ahí a veces me pierdo un poco, porque a veces estamos hablando y descubro algo, y no reparamos en eso, ni nadie del equipo, y como para mí es más cómodo, no paro en la situación porque me duele y me estremece, entonces me digo “mejor que no y sigamos con lo otro

A través de esta declaración, nos podemos dar cuenta que la alianza estaba puesta en entredicho con el equipo también desde antes. Aspecto que no se tomó en cuenta en su debido momento.

T: Y como que nadie se dio cuenta, entonces sigamos.

Aquí hay reflejo empático, este tipo de intervención aumenta el poder del terapeuta, se ve que es una de las primeras veces durante la sesión, que la paciente responde con un “sí” frente a una intervención de este tipo. Sin embargo, a pesar de realizar el reflejo, la terapeuta aun no se siente empoderada.

P: Claro, y yo encuentro, que ya que somos tantos (refiriéndose al equipo en espejo), y yo me doy cuenta que digo algo súper heavy, que es algo que me cuesta.

T: Tú misma has reconocido que tienes esos minutos de descubrimiento
P: Sí, y por eso en esos mismos minutos, yo lo digo a pesar de que me cuesta. Porque pa eso vine, para que me duela... no vengo aquí para que me cierren los ojos... pero hay veces que no lo hago

T: Hay veces que sí y otras...
P: Que no, pero esas veces que si y esas que no... y si ya que somos tantos aquí... y yo digo... Pero me gusta el sistema
T: ¿Qué te gusta del sistema?
P: Que haya gente que yo no vea, que haya una visión como más global, que me vea gente que yo no conozco, y que me pueda ver en el Parque Arauco, y yo no sepa quienes son... y que a la vez, varias opiniones puedan verme a la vez. Pero también me pasa que llega un minuto en que yo quiero que funcione el sistema

 

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T: ¿Qué es lo que esperas del sistema?

Esta pregunta apunta a aclarar las expectativas que tiene la paciente respecto al tratamiento, ya que en parte la ruptura de esta sesión, tiene que ver con que las expectativas que ella tiene no se están cumpliendo. Una forma de haber evitado esto, habría sido aclararlas en las primeras sesiones, que es lo que recomienda nuestro modelo. Durante el tratamiento se intentó realizarlo, no obstante, la paciente tiende a emplear un lenguaje difuso, que dificulta la comprensión de sus ideas, y dado la falta de experiencia del terapeuta, y la constante sensación de miedo frente a ella, es que no se lograba sostener las preguntas para lograr este objetivo. De igual modo, el equipo detrás del espejo, también se sentía entrampado, y no lograba descifrar las expectativas de la paciente.

P: Siento que......... mmm........ es que sería como súper mal agradecida T: Es lo que tú sientes... puedes decirlo...

Dentro del proceso de reparación es importante crear un clima de confianza, y no juzgar a la paciente, esto permite que la paciente se abra, y se pueda seguir reparando.

P: Siento que de repente... no sé si con el equipo, pero a veces me pasa que contigo que siento que me cuesta ahondar en un tema, porque siento que cuando voy a tocar algo que me duele, tu me dices “recapitulemos, “ a ver, déjame ver si te entendí”... entonces siento, que además de perderse el hilo, no me entendiste, y en vez de estar descubriéndome tengo que andar explicándome ... Uno va hablando, y se va pillando así en cosas, y no sé si estamos sincronizadas, y que tú me pilles esas cosas... no es un juicio contigo, sino que simplemente.... Pero eso hasta ahora, no era un tema que me conflictuaba, porque igual íbamos bien, no era tan importante, pero no me conflictuaba. T: Para ti, es importante que podamos ir profundizando en los temas que vas descubriendo, y en el fondo las interrupciones del citófono, o cuando yo te hago la recapitulación...

P: ¡Tan seguidas!
T: ...Tan seguidas, también es necesario que podamos recapitular porque yo necesito, y el equipo necesita asegurarse de que estamos comprendiendo lo que tu nos vas diciendo

 

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Como se ve, seguimos reflejando y resumiendo lo que la paciente dice. La terapeuta también da a conocer sus propias necesidades, las cuales hay que ir integrando con las de la paciente.

P: No claro... Pero ¿tu encontrai que soy muy complicada muy enredada para decir las cosas?
T: Algunas veces yo me enredo
P: Ya...

T: Y cuando me enredo paro... y otras veces tomamos el hilo y te voy siguiendo... lo que sí nos puede pasar, es que a veces nos podemos empezar a ir por las ramas... te fijay?

En los siguientes minutos la paciente habla acerca de que para ella no es necesariamente malo irse por “las ramas”. Señala ciertos “descubrimientos” que ha logrado detectar a partir del análisis de los pequeños detalles. Refiere además que necesita abrir ciertos temas, aunque le duelan. Ella también habla a la terapeuta de sus necesidades, lo cual permitiría comenzar a lograr una negociación entre las necesidades de ambas.

T: Eso María, es una de las cosas que rescato de ti, que me llama la atención en comparación con otros pacientes, es el compromiso que has tomado con esta terapia. Por lo mismo, cuando yo tuve que tomar la decisión, y tal como tú lo atribuyes, de manera unilateral, y decidir que la terapia tenía que ser los miércoles en este horario, y para tratar de compensar tu tema con tu marido, te propuse hacerlo miércoles por medio, es por ese compromiso, yo no quería perderlo. En realidad, no perderlo yo, sino que es algo que tú has estado construyendo durante estas sesiones, y creo que te has abierto, de ese tajo han salido cosas dolorosas que has podido mostrar, como lo de tu papá, o cuando me dices “pucha tengo 31 años, y miro la vida y me digo chuta ¿qué hago?”, o cuando me dices “tengo tantas cosas para dar y me siento estancada”... Hay veces, en que me has podido mostrar una de tus cosas más ocultas... y eso muestra compromiso y motivación, que lo hemos podido ver aquí en sesión. Y bueno, no quieroentrar en explicaciones, porque tu...

P: No, si yo entiendo tus explicaciones, si cuando uno no puede, no puede no más

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T: Pero más que eso, yo quiero agradecer lo honesta que has sido conmigo. No cualquiera abre, y muestra su molestia, su rabia, o el sentirse como estafada. Y por eso, creo que todavía hay alguna confianza que podemos recuperar...

Aquí hay otro reflejo, rescatamos recursos de la paciente, y nos hacemos parte del malentendido, tal como dice Safran y Muran (2000), el terapeuta debe estar dispuesto a analizar su contribución al malentendido.

P: No, si confianza te tengo totalmente
T: Pero en el fondo, la sesión pasada se produce un quiebre, el cual nos lleva a replantearnos algunas cosas, y decir, queremos asumir un compromiso, en el caso tuyo, porque yo para venir para acá los miércoles estoy con mi 1000%... tú no te imaginas la cantidad de cosas que dejo los miércoles para poder venir para acá. Yo en realidad los miércoles tampoco puedo, y hago un esfuerzo súper grande para poder venir... No quiero decírtelo para venderte la pomada ni nada... pero me cuesta venir porque yo trabajo en una oficina, lejos, con horario de oficina; por lo tanto venir para acá, significa reagendar reuniones, arrancarme a la hora de almuerzo y llegar un poquito más tarde, y que me tapen en la oficina para que no se den cuenta de que voy a llegar un poquito mas tarde...

Se intenta hacer una justificación acerca de los cambios del encuadre, aquí además de los problemas en el vínculo que han salido a la luz, también hay un desacuerdo en cuanto al encuadre lo que es necesario renegociar. Es importante destacar que la terapeuta insiste en dar explicaciones, a pesar de que la paciente comenta en reiteradas oportunidades que no las necesita. Y claramente este tipo de intervención no está dando resudados, por lo que uno de los supervisores acreditados, decide entrar al espejo.

Ingresa T2:

(Suena el Citófono para avisar que va a ingresar una persona del equipo)

T: Va a entrar alguien del equipo... esto es nuevo P: ¡Chuta!
T: Se llama T2.... Adelante T2

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T2: Hola María, soy T2, soy la supervisora que está detrás del espejo... Quise venir porque te siento.... En realidad te quiero agradecer que nos estés hablando de lo que te ha pasado en estas dos semanas, para nosotros es lo más importante escuchar esto, saber lo que a ti te está pasando y saber cómo estás viviendo esta experiencia, y creo ver a una María que está realmente activada con esto, lo cual me gusta mucho, y nos alegramos mucho de verte así. Pero a la vez, quise venir para apoyar a la terapeuta y mostrarte que nosotras lo sentimos tanto que esté pasando, de no haberte explicado desde un principio como esto funcionaba, porque realmente la forma de trabajar es como la que terapeuta te está contando... Entran las personas a terapia los martes en la tarde, y hay un espacio los miércoles en la tarde, en el cual yo estoy presente junto con otros psicólogos, que está acordado así desde comienzo de año, por lo tanto, la gente va acomodando sus trabajos desde afuera para poder estar acá; así es como funciona, y eso, yo sé que para muchas personas trae problemas, pero tratamos de encontrarles unacomodo... Entonces yo quisiera, aprovechar esto que te está pasando, esto de que te hayas dado cuenta de lo que estás necesitando, y no quiero que se pierda este momento... pero la verdad, desde nuestro sistema es lo único que hay; es el único momento en que las personas que estamos acá atrás (refiriéndose al equipo detrás del espejo), podemos estar acá.

Se vuelve justificar el cambio de encuadre. Para mantener la alianza es clave tener acuerdo en el modo del funcionamiento de la terapia. La paciente no estaba de acuerdo, y eso estaba afectando el vínculo. Vemos que la T2 empatiza con lo que le pasa a la paciente, pero le pone los límites claros al decirle que eso es lo que podemos ofrecerle. Además acepta las responsabilidades de no haber aclarado a tiempo, la metodología del Centro.

En los siguientes minutos se valida la incomodidad de la paciente y se le ofrecen cierta alternativas en caso de que no quisiera seguir con la metodología del tratamiento (Derivación con alguien del equipo, etc.). Asimismo la paciente da a conocer sus argumentos respecto a la incompatibilidad de horario, la cual estaría dada por una necesidad de estar con su marido los días miércoles. La paciente en tono molesto comenta que ya no quiere seguir hablando de este tema...page51image5264880

T2: No, porque queremos tomar esto, y ver que solución podemos encontrar, para que tú te puedas sentir acogida
P: Mira, la primera cosa que me hace sentir acogida es poder decir las cosas
T: Súper

P: Yo en realidad no se cuanto es una terapia breve... y me digo “filo con los miércoles y voy más seguido” porque en realidad, no sé cuanto uno puede avanzar miércoles por medio... en realidad no lo sé, tal vez se pueda avanzar un montón
T2: ¿Entre las sesiones tú sientes que pasa mucho rato?

P: Sí, un montón, pero entre dos semanas pasa mucho rato, porque el análisis que yo hago o lo que rescato se va perdiendo en mi cotidianeidad, porque yo tampoco estoy todo el día ahí sentada diciendo “ya, me pasa esto me pasa esto otro” ... Entonces ahora vengo con las cosas frescas de esta semana, pero no me acuerdo de lo que pasó la semana anterior, en realidad se pierden las vivencias, por ejemplo, pucha hablé con esta persona y eso hace que me quede en la casa... Entonces son esas vivencias las que se van perdiendo, y si no las ando anotando en un cuadernillo, y que voy a parecer la “loquilla que anda anotando”, me produce que todavía no estoy preparada para semana por medio, y quizás más adelante me parezca bien

T2: Ok, eso es algo que vamos a recogerlo, porque es súper tuyo, que tiene que ver con tú timming

Podemos observar que en la medida que la terapeuta va validando sus emociones, opiniones y tiempos, la paciente va disminuyendo su resistencia, entendiéndola como la disposición que ella tenía para recibir las directivas de la terapeuta y el equipo.

P: Porque de hecho una vez pasaron como tres semanas, pero yo estaba conciente que iban a pasar tres semanas, y pasaron cosas súper heavys y yo venía con harta información, y eso fue bueno. Pero no quiere decir que todas las veces sea bueno, porque ahora como que me sentí un poco abandonada... y me dije a mí misma “pucha... que fome”...

T: Sientes que no estás lista para dos semanas
P: Encuentro que no. Pero tampoco creo que sea tan terrible tampoco. A todo me puedo acomodar en realidad.

 

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T: Y de las soluciones que te da T2, y tal como ella dice, que no podemos por más que tratemos, o sea, ni yo, ni tú ni el equipo podemos coordinarnos

Aquí lo que se está intentando hacer es renegociar algunos acuerdos para ver si la paciente elije continuar o no con la terapia. Aquí vemos, cómo se aplica una de las técnicas sugeridas por el enfoque humanista experiencial, en donde ambas partes discuten acerca de las diferentes maneras en que el problema puede ser resuelto, incluyendo posibles cambios a la forma en que la Terapia se está llevando a cabo.

P: Lo que yo venía a explicar hoy día, es que más allá de las explicaciones, porque yo lo entiendo, porque nadie está obligado a lo imposible. Lo imposible es imposible, ¿cachay?... Pero yo necesitaba decir lo que a mí me pasaba, que es más allá de que encontremos o no una solución... Pero yo necesitaba explicar muy bien lo que a mi me pasaba

T: A mí me queda clarísimo
P: Porque yo estoy sacrificando el doble... o sea, no es que yo esté sacrificándome o sea algo que yo tenga que agradecer. Esto es algo que hago por mí, pero que me cuesta el doble si lo hago los miércoles. Porque por alguna parte digo, pucha los miércoles lo usamos para arreglar la bicicleta de mi marido, para salir a andar en bicicleta, odependiendo del clima para salir a ver a mi abuela... O sea, hay algunas actividades... el miércoles es un día importante. Y en eso estoy cediendo un espacio que me es complicado de ceder, y como me es complicado de ceder, lo quiero explicitar porque me atoro, ¿me cachay?
T2: ¿Qué mas te podríamos ofrecer?
P: Nada... o sea...

Con este tipo de intervenciones le otorgamos responsabilidad en la solución del conflicto. El objetivo de esta intervención no sólo va orientado a esta situación puntual, sino que queremos ayudarla a que ella pueda aprender a tomar ciertas decisiones en su vida, ya que tiene dificultad para tomar decisiones y responsabilizarse.

T2: ¿Qué te gustaría obtener de la terapeuta cuando vienes para acá? P: ¡Ah! Ese es como otro tema, que trasciende el día de la semana.

 

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T2: ¿Podría eso hacerte sentir un poco mejor, si tú sientes que obtienes eso aquello que estás buscando?
P: Si... o sea no... lo que pasa... Mira, en verdad no tiene nada que ver con una crítica personal, sino que es simplemente como me siento yo.... Yo no sé como pasará con el resto de los pacientes... Pero esto de que te explicaba, que yo siento que voy siguiendo como un hilo y el hilo se va, y yo lo sigo; no es que lo tenga... Yo lo veo, y trato de seguirlo y de repente como te digo una frase, y como que “hey ah, grrr” y como que se me retuerce todo y digo “ya...”, y es ahí cuando entramos en la recapitulación, que en realidad yo las encuentro lógicas, pero son muy seguidas. Entonces yo soy muy dispersa, hablo mucho y de repente se me vienen como estas ideas, y entonces me olvido, me pierdo. Y me acuerdo que el otro día te dije “Ay, como que descubrí algo”, como que hizo algo que, porque todo lo que yo digo, lo digo, lo escucho y después como que me genera algo, pero si no me genera nada, filo. Como que uso eso de termómetro...

T2: Y eso es lo que te pasa cuando estás dos semanas sin venir para acá, es decir, entre medio te está pasando eso.
T: No, eso es lo que le pasa acá
P: (Interrumpe), no eso es lo que me pasa acá

T2: ¿Y no te pasa cuando estás las dos semanas sola?
P: No, es que bueno
T2: ¿Pero te pasa, por ejemplo con tus amigas o con tu marido?
P: Lo que pasa es que las cosas que hablo con la terapeuta, no son las mismas cosas que hablo con mis amigas... o sea, quizás algunas cosas... pero uno no va donde las amigas a hacerse una terapia... porque son amigas, por eso vengo para acá.
T2: Pero tú nos estabas contando que cuando hablaste con una amiga...
P: Lo que pasa es que ahí hice el link. En el fondo lo que estoy tratando de explicar, es que son como dos sensaciones separadas, que no tiene que ver con que sea cada dos semanas o que sea los miércoles... Es que de repente, cuando yo tengo que llenar esta parte (refiriéndose a la encuesta de cita), como que me cuesta más, porque me cuesta ser más critica, pero yo además veo que hay una muy buena disposición, entonces no tengo mucho de que quejarme. Sólo que dentro de lo que pasa, me topo... no es que yo diga “Ah, es que esta cabra (refriéndose a la terapeuta) es... sino que al revés”, pero a veces siento que no nos comunicamos muy bien, porque yo tengo un idioma, y tú más bien tratay de desglosar mi idioma, que de pillarme. De pillar, por ejemplo, en quéestoy mintiéndome, o atrapada... ¿cachay? Entonces, no sé si al final esa pega la hago yo,

 

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y como que muchas veces digo “ay, no se dieron cuenta, qué bien”... Como que me salvé, y qué bueno. Y de esas cosas que no quiero hablar, es de las que quiero hablar.... No quiero hablar de eso, entonces me hago la gueona y entonces me resulta, y no quiero que me resulte, ¿cachay?

Si bien la paciente intenta explicitar lo que necesita de la terapeuta y eso va ayudar a cumplir sus expectativas y así reparar el vínculo, podemos observar que su lenguaje es un tanto difuso y disperso, por lo tanto la terapeuta no está completamente segura de cuales son las expectativas de María, y dado que ella ha pedido evitar la “recapitulación”, es que la terapeuta evita preguntar. Sin duda, esta situación podría volver a repercutir en sesiones posteriores.

T: Ok
P: Y no quiero que me resulte, porque quiero hablar de las cosas que no quiero hablar. Porque pa eso vengo para acá y no lo hablo con mis amigas... con ellas puedo hablar cosas más light. Pero acá quiero hablar, de lo que no quiero hablar.
T2: Esto es súper importante lo que estás diciendo. De eso se trata. Que la terapeuta te pueda ayudar, y todos nosotros poder entregarte lo mejor a ti. Porque no hay una forma de tratar a todas las personas.

Esta intervención se aplica, ya que desde nuestro enfoque no existen tratamientos estandarizados según tipos de pacientes, sino que la terapia se adapta al marco de referencia del cliente (Barry l. Duncan Mark A. Hubble y Scott D. Miller (año) Psicoterapia de casos imposibles

P: No, lógico
T2: Entonces es el descueve que tú nos digas cómo quieres que la terapeuta te ayude, porque en el fondo tú eres la que está viviendo el proceso y tú puedes pedirle a la terapeuta “trata de pillarme”... Ahora bien, ¿cómo tú quisieras eso? ¿Que te interrumpa? ¿Que te dé un ejemplo?
P: No sé, yo como que para eso no soy muy...
T: Te gustaría que te fuera preguntando más de ese tema
P: Claro, es que hay temas... pero pucha, yo no puedo decirte cómo hacerlo

 

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T2: Ok, pero si te has dado cuenta de lo que no te agrada, como por ejemplo, que te interrumpan cuando tú estás como embalada con la idea.
P: Como que yo digo, cuando termine la idea se va a entender, pero en la mitad, como que me pierdo... ¿cachay?

T2: Ya, ya
P: Y por otro lado, no quiero poner tantas reglas, porque me imagino que ustedes son las profesionales del tema, entonces, yo no voy a decirles... Pero de repente me pasa... esto... de que hablo de cosas que no hablo en otras partes... Yo hablo aquí solamente de las cosas que me duelen. Entonces esas cosas que hablo aquí, y que de repente las digo y me pasa ese apretón en la guata y me digo “por aquí va”... En esas cosas, necesito que... porque a mi me cuesta mucho. Quizás yo también puedo poner de mi parte, pero a mi me cuesta mucho decir todas las veces “esto es de lo que quiero hablar”, ¿cachay?... Porque me pasaría llorando, porque uno se pone muy vulnerable, y a uno en esa vulnerabilidad le molesta estar a menos que la otra persona te diga “ya poh, ya poh”, sipara que estay aquí ¿cachay? Como que ahí cuesta menos. Es como cuando te dicen “cómo estay”, y yo te digo “si querí saber, pregúntame y yo te voy contestando”. Porque en verdad, no es nada contigo, ni con el equipo, si no que es como me siento yo T2: Estamos todas (refriéndose al equipo), escuchándote y con muchas ganas de ayudarte, pero sí necesitamos que tú nos muestres cómo ayudarte. Y estaba pensando, cómo sería si tú le dijeras a la terapeuta, o trataras de expresarle la emoción que estás sintiendo. Porque siento que tienes esa capacidad, para entender y sentir lo que te está pasando
T: Tal vez una señal...
P: Si, una señal, por eso como yo digo ese podría ser como mi compromiso. Lo que pasa es que algunas veces, siento que es tan grande el apretón de guata que siento que no me atrevo, que no soy capaz, entonces mejor que nadie se de cuenta.
T2: Pero incluso con esas que no son tan fuertes, sería como irnos acercando, ya sería como ir acercándonos, ya sería como un gran paso, porque duele harto, duele harto. Y ya poder acercarte a ese, ya seria harto más que nada
P: Lógico, por eso yo digo que mi compromiso podría ser ese... un poco menos esperar, y más hacer
T2: Pero tampoco significa que tú tengas que venir para acá a hacer todo, pero sin poder darle a sentir a la terapeuta “Uy, esto es lo que me cuesta” Y ahí la terapeuta, te pueda apoyar a tu ritmo, porque eso es súper importante para ti. Porque poder hablar de una

 

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cosa que cuesta, aunque sea poder decir, eso hace que te puedas dar cuenta de algo tremendamente diferente, que para ti ya va a ser diferente irte de acá con esa sensación
P: Si de repente me quedo pensando en esas cosas “¿Por qué me dolió? ¿Por qué no dije nada?”; como que me voy en el auto, o en la micro pensando en la situación misma, pero a uno le cuesta, como que uno se evade

T2: Lógico. Por eso, para poder profundizar en eso, le puedes dar una pequeña señal a la terapeuta, y eso es un tremendo paso, porque que después tu sigas recriminándote, tampoco es la idea
P: Si poh, porque o sino después me siento como tan cobarde, como tan rasca. Si, para qué vengo si no digo lo que me pasa

T2: Entonces, se te hace todo un enredo.
P: Pero igual hay muchas cosas que yo digo, y yo me doy cuenta que las digo. Pero hay cosas demasiado dolorosas, en las que necesito ayuda. Es como cuando uno tiene una espina, y se acostumbra a la espina, pero sacar la espina, es dolorosísima. Como que a veces, la espina ya casi no la siento, como que me tiene dormida la pierna. Y como que eso necesito, que me vean la espina, y que me hagan “pah” (haciendo el gesto de que le sacan la espina). Pero no sé si así de fuerte, pero que sí sea capaz de sacarla a pesar de que yo le diga que no me molesta.... En el fondo, que yo tenga que ceder en ese sentido, porque de esas cosas que me refiero, son cosas que me quedan grandes... me quedan grandes como para asumirlas, y en esas yo les pido que tengan una lectura como más de superhéroes, porque a mi me quedan grandes y yo no me atrevo. Yo necesito que se me vengan arriba de la espina, porque tomar la decisión yo, es un poco más complicado.
T2: Yo creo que ha sido súper, súper importante lo que ha pasado, y yo te agradezco que nos hayas mostrado lo que tú estás necesitando acá., Que no significa venir a una cirugía mayor y que nosotras te abramos. Sino que tú de a poquitito lo vayas mostrando, pero sin entrar... hiendo muy despacito. Que nos vayamos mucho más despacio,cuidándote, pero dándote a la vez la sensación de que tú puedes mostrar

Las últimas intervenciones apuntan a que la paciente pueda declarar sus expectativas en relación al rol del terapeuta, tratamiento y además la ayuda a definir cual es su rol como paciente activo. A su vez, queremos lograr que la paciente se responsabilice y comprenda que también está en ella el lograr obtener lo que necesita del tratamiento. Y no sólo en el tratamiento, sino que en la vida en general. Esto es un

 

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modelo de cómo ella debe hacerse cargo de obtener lo que quiere en la vida y no sólo esperar a que las cosas le lleguen. Dada la importancia de esto la terapeuta se lo refuerza.

Los siguientes minutos de la sesión, la paciente explicita que realizará señales al terapeuta para mostrarle que un tema le incomoda y quiere abrirlo.

T2: Quizás, me gustaría pedirte una cosita más... De todas esas cosas que te preocupan que trataras de buscar una, que es la que te cuesta....

Dado que la paciente se muestra dispersa al momento de expresar sus ideas y problemas y teniendo en cuenta que no había acuerdo previo en los objetivos se intenta focalizar la queja y así construir un nuevo motivo de consulta.

P: Tú lo dices para la próxima sesión.
T2: Sí, y si es que tú quieres venir a una próxima sesión y si tú quieres venir de esta manera, o si quieres de otra manera. Pero a mi no me gustaría perder esto que te pasó, y estar pidiendo lo que tú quieres, porque de esto se trata esto.

El objetivo de esta intervención es que elija de manera voluntaria si quiere continuar el tratamiento con nuestro equipo y bajo nuestra metodología. Ya que desde este enfoque el terapeuta no puede confiarse en que solo por el hecho de tener a una persona sentada en el sillón de paciente, significa que es tu cliente. Por el contrario debemos asegurarnos que el paciente nos elija, más aún cuando se produce una ruptura en la alianza.

T: Estás en todo tu derecho
T2: ¡Claro! De que tú pidas, y nosotros te podamos ayudar... si es que tú María nos muestras lo que tú necesitas. Porque en la medida que tú nos vayas dando feedback de lo que te pasa en la semana y de cómo ves la relación, te vamos pudiendo ayudar...

Se le vuelve a reforzar el mostrar lo que ella necesita para que los demás puedan ayudarla.

 

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P: Y por eso mismo, en vez de no venir, prefiero venir, porque o si no, no es natural ni fácil. Porque yo podría venir y hacer como si nada pasara y hablar de mi semana...
T: Tú perfectamente podrías haber hecho eso.
P: Pero no hubiese sido honesta conmigo. Y bueno, si esto es un tema hay que hablarlo, aunque se supone que uno no viene para acá a hablar de la terapia (se ríe)... pero bueno T2: Todo tiene que ver, porque te motivó a hablar de un tema que te incomodaba... Yo ahora me voy a ir para atrás, y quiero que pienses en este momento qué quieres hacer. P: ¡Ahora! ¡Oh!

T2: ¿Qué quisieras tú hacer?, ¿qué quisieras tú pedirnos?, porque nosotras de todo corazón, lo único que podemos ofrecerte es en este horario, y sino salir a otro horario, que no habría problema en hacerlo, buscaríamos a una terapeuta del equipo, que sea adecuada para ti, para tu caso...

Se le dan distintas opciones, pero dentro de los límites que nos son posibles como centro, sin presionarla ya que es ella la que tiene que elegir a su terapeuta.

P: Es que saben que, yo tengo una propuesta. Me propongo a mi misma y a ustedes venir todos los miércoles durante un mes y ver como me funciona eso en mi casa también, porque en la medida que lo otro vaya funcionando bien, me duele menos sacrificar mi espacio de los miércoles con mi marido, y si en ese mes todo funciona bien, ver si seguimos otro mes...

T2: ¿Qué vas a hacer para evaluar eso? ¿Lo vas a hablar con tu marido?
P: O sea sí, pero me va a tener que saber aguantar.... O sea, tampoco es el único día de la semana que nos veamos, porque vivimos juntos. Pero como hemos generado ese día de entretención de pareja, va a tener que saberme perdonar este mes...
T2: O quizás inventar otro momento...
P: Es que eso es súper complicado. Porque cuando uno es músico, no hay un horario así como de oficina, es un horario súper complicado.
T2: Entonces el cambio sería un decirse “me estoy cuidando yo, y mi marido me está cuidando a mí”.
P: Yo creo que se lo va a tomar bien, porque la otra vez cuando le dije que era miércoles por medio se lo tomó bien, pero no sé cómo se lo va a tomar ahora.... Pero él me va a cooperar, él es un pan de Dios. Incluso le dije que tal vez podría venir él, y él me dijo “que ya, que bueno”

 

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5.3. Cierre y Devolución

T2: Todo esto que te ha pasado es muy fuerte, de darte cuenta de que quieres cuidarte a ti misma, de que quieres este espacio para ti, de que no te gusta como está, pero si que quieres algo para ti. Y eso creo que es un tremendo, tremendo paso, y quizás con La terapeuta podrías formular, algo que tu quieras, bien pero bien chiquitito, para que tú puedas evaluar que durante mes estás logrando lo que tú quieres lograr... Plantearte como algo, plantearte una meta

P: En el fondo, como que tengo que separarlo, independiente de que funcione acá. A lo que me refiero, es que esto no me traiga problemas con mi marido, por ejemplo si veo que estamos peleando mucho... Entonces, yo lo que propongo, es ver paralelamente, como funciono acá, y a la vez ver como me funciona a mí en mi casa, porque si empiezo a cachar que estamos muy incomunicados, ahí podría de nuevo plantearme la posibilidad de una psicóloga externa, pero después de ver como funciona este mes... pero no como una prueba con esto, sino como una prueba con mi casa

T2: Igual, me gustaría que lo formules para que puedas medir que la terapia está avanzando... de que puedas formular una meta, una meta muy pequeñita, que te gustaría “x” cosa.
T: Yo también estoy de acuerdo con buscar una meta. Te parece que lo dejemos de tarea para la próxima sesión

P: Ok
T: Entonces, para terminar te voy a pedir que completes la encuesta (SRS)

Finalmente vemos que se renegocian los acuerdos y la paciente propone una alternativa que se co-construye con la terapeuta. La paciente elije quedarse con nosotras y la ruptura queda reparada, ya que se negocian los objetivos y tareas.

5.4. Resumen sesiones posteriores

En las sesiones siguientes (octava y novena), los resultados de la escala SRS (que evalúa la relación terapéutica), arrojó puntuaciones bastante más altas, sin embargo, la escala ORS (que evalúa los resultados), se mantenían bajos.

 

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Tomando en cuenta esta situación, la terapeuta decide supervisar el caso con la Directora del Centro MIP, la cual le indica abrir el tema con la paciente. Al momento de iniciar la sesión N°10, la terapeuta se encontraba un tanto ansiosa, ya que debía reflejarle a la paciente que aún no se habían realizado cambios, y además debía asumir la responsabilidad de no “estar ayudando a la paciente”. Sin embargo, al inicio de la sesión, la paciente puntúa la escala ORS con buenos resultados, situación que no fue tomada en cuenta por la terapeuta. Por lo tanto, en vez de hablar “acerca de los cambios”, la terapeuta siguió en la línea de reforzar los “no cambio de la paciente”,situación que desencadenó un tremendo enojo en la paciente, y por lo tanto, se produjo una nueva ruptura en la alianza. Esta se trabajó de la misma manera que la sesión N°7, y también participó una de las supervisoras acreditadas.

Si bien al finalizar la sesión la paciente estaba más tranquila, da a conocer su descontento a través de los resultados de la escala SRS, donde puntúa el puntaje más bajo, no obstante, decide continuar el tratamiento, ya que se muestra entusiasmada con los cambios que estaba realizado.

Luego de esa sesión la paciente asistió a dos reuniones más, las cuales estuvieron distanciadas entre sí, ya que la paciente estaba presentando cambios. En la sesión N°12, se comenzaron a trabajar las desventajas del cambio, las cuales se enmarcaban en problemas de relación con su marido. Es importante mencionar, que esta fue la última sesión de la paciente, ya que posterior a este encuentro, no asistió a la sesión citada. En ese momento la terapeuta intentó en reiteradas oportunidades ponerse en contacto con la paciente, sin embargo, nunca tuvo respuesta. Esta situación nos lleva a plantearnos diferentes hipótesis respecto a su deserción. Por un lado, creemos que las desventajas del cambio, no pudieron ser enfrentadas por la paciente, y tampoco fueron bien manejadas por el terapeuta. Por otro, es posible que los intentos por reparación de alianza, no hayan sido totalmente resueltos, por lo que la paciente decide abandonar el tratamiento, y finalmente desde una visión más optimista, podríamos suponer que la paciente haya sostenido los cambios, y por ende no requerir de más tratamiento.

 

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DISCUSIONES Y CONCLUSIONES

La alianza entre terapeuta y paciente has sido considerada esencial por las diferentes líneas teóricas para lograr resultados terapéuticos, es por esto la importancia de cuidarla y repararla en caso de rupturas. El concepto de ruptura puede variar su intensidad, frecuencia, severidad y duración a o largo del proceso terapéutico, pero su reparación es siempre de gran importancia debido a que puede llevar a terminar el tratamiento de manera prematura.

Quisimos ejemplificar con un caso, de que forma llevamos a cabo el proceso de reparación de alianza. Tratando de sistematizar lo que hicimos en sesión al producirse una ruptura en la alianza, podríamos decir que lo primero fue abrir el tema y explorar junto a la paciente lo sucedido. Esto se realizó escuchándola de manera empática y no defensiva, pidiéndole feedback acerca de que cosas le molestan, que le gustaría que fuese distinto, qué espera del tratamiento y del terapeuta, todo esto para conocer las expectativas que tiene al respecto. Paralelamente fuimos reflejando y resumiendo para ver si estábamos entendiendo lo que la paciente realmente quería decir y algo importante para nosotros en este proceso fue validar las emociones que ella pudiera estar sintiendo. Sin embargo, muchas veces caímos en el error de tratar de dar explicaciones para proteger la postura del terapeuta, lo cual aumentaba la resistencia y generaba un entrampe.

Como vemos, muchos de las herramientas utilizadas en esta sesión, son las que revisamos y discutimos en la primera parte de nuestro trabajo. Sin duda, por la falta de experiencia del terapeuta, las intervenciones no se pudieron llevar a cabo en su totalidad y se sintió entrampada en varias ocasiones, por lo que fue necesario el ingreso de un supervisor acreditado a la sesión, lo cual indudablemente sirvió como modeling al equipo terapéutico.

Creemos que podría haber sido beneficioso para esta sesión, el poder abrir los sentimientos del terapeuta respecto al modo en que la paciente expresaba su rabia, y así conectar esta experiencia con otras áreas de su vida. En este sentido, la ruptura de alianza que ocurre en sesión, es probablemente lo que le ocurre en su entorno, frente a lo cual surge la siguiente interrogante ¿Será este el mecanismo que aparece en la paciente cuando no termina lo que empieza? ¿Se enrabia y se distancia hasta retirarse?

 

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Lamentablemente estas interrogantes, no surgieron durante la sesión, y creemos que podrían haber sido preguntas poderosas, que habrían permitido algún tipo de insigth por parte de la paciente, ya que ella reclama poder hablar acerca de temas profundos y poder tocar “temas que le duelen”.

Por otro lado, este impasse también puede ser explicado a partir de la falta de análisis de las encuestas aplicadas, ya que estas mostraban que la paciente no estaba de acuerdo con las metas y acuerdos del tratamiento. Es aquí donde surge uno de nuestros principales aprendizajes, en el sentido de diferenciar el concepto “relación” de “alianza”, ya que en una primera instancia, tendíamos a usarlos como sinónimos. Siguiendo en esta línea, es importante destacar que en el caso de nuestra paciente analizada para este trabajo, presentaba adecuados puntajes en la escala SRS, sin embargo, los resultados en la escala de resultados (ORS) eran bastante bajos. Frente a esto podemos concluir o más bien hipotetizar, que las metas del tratamiento no estaban suficientemente claras, y por lo tanto, era probable que surgieran problemas en la relación, ya que desde el punto de vista expuesto por Bordin, el establecimiento de una buena alianza, no sólo requiere de un buen vínculo, por el contrario, es importante que existan acuerdos en las metas y tareas del tratamiento. En este sentido “no basta llevarse bien con el paciente si no tenemos claro hacia donde vamos”, ya que un escenario de este tipo nos podría llevar a una ruptura de alianza.

Por nuestra parte, reconocimos nuestra propia contribución a la ruptura, dado que ésta es parte de un proceso interaccional que envuelve al terapeuta y al paciente. Finalmente lo que nos permitió salir del entrampe, fue construir y re-negociar nuevos acuerdos y objetivos con la paciente, dándole responsabilidad en este proceso para empoderarla como persona, con el fin de que nos volviera a elegir voluntariamente como su equipo terapéutico.

Como vimos también, existen factores de los pacientes que pueden contribuir al quiebre de la alianza; y en el caso de los pacientes con trastornos de personalidad, aumentan las posibilidades de generar tensiones en la alianza (Hill et al. 1996). Dado algunas características de la paciente, se definió como equipo, que la paciente presentaba rasgos del trastorno de personalidad limítrofe, lo cual indudablemente dificultaba el manejo de la relación.

 

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Las reacciones emocionales que pueden experimentar los pacientes producto de las rupturas, suelen ser en muchas ocasiones tensionantes e incómodas para la persona del terapeuta, y en esta oportunidad sin duda que lo fue para nosotras, sin embargo las mismas son de gran utilidad cuando ocurren y por lo tanto se transforman en una herramienta terapéutica más, que les puede servir como una nueva experiencia interpersonal que es capaz por si misma de modificar esquemas interpersonales mal adaptativos. Además puede terminar fortaleciendo la alianza terapéutica si es bien tratada. De hecho en esta sesión los resultados de la SRS, muestran puntajes sobre 9 puntos.

Para establecer una “buena” alianza con el paciente existen técnicas y competencias terapéuticas, que están al servicio de la relación. Sin embargo, no basta sólo con aplicarlas, por el contrario, creemos que es fundamental solicitar retroalimentación a nuestros clientes, de cómo evalúan la relación. De hecho la investigación muestra que la evaluación temprana (entre sesión 3 y 5) que hace el cliente de la alianza es uno de los mejores predictores de adherencia y resultado de tratamiento. Es por esto que como terapeutas no podemos asumir que nuestras evaluaciones acerca de la cualidad y calidad de la terapia corresponden a las percepciones de nuestros clientes. Por el contrario, debemos monitorear de cerca “con nuestros pacientes”, la calidad de la alianza.

Esta experiencia nos permite enriquecernos de un aprendizaje, y logramos redefinir las rupturas como una instancia que puede favorecer la relación, siempre y cuando, se aborde de manera adecuada, y seamos capaces de enfrentarla y hablarla directamente con nuestros pacientes. Es así como las rupturas se deben tomar en cuenta y no pasarlas por alto, ya que al evadirlas es muy probable que se perjudique el tratamiento.

Al momento de enfrentarnos a una ruptura en la relación, lo primero que debemos identificar es a qué nivel se está dando: por desacuerdo en las metas del tratamiento o bien por un quiebre en el vínculo. En el primer caso, es fundamental renegociar los acuerdos y co construir nuevos objetivos. Y en el caso de surjan rupturas por el quiebre de vínculo, es importante que como terapeutas tomemos la iniciativa de explorar el quiebre y responder a las demandas y críticas del paciente de manera abierta y no defensiva, aceptando nuestra responsabilidad en el quiebre.

 

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Es importante mencionar que existe evidencia de que hablar de lo que está ocurriendo entre “nosotros” en sesión fortalece la alianza. De hecho, este es otro de los aspectos que nos llama la atención y que fueron de gran aprendizaje para nuestro desarrollo profesional, ya que desde la inexperiencia, podemos tender a creer en el supuesto de que la ruptura entorpece el vínculo, sin embargo, pudimos vivenciar que la fortalece.

A modo de síntesis, nos gustaría compartir las estrategias empleadas en el centro MIP para reparar alianza, las cuales son bastante similares a los modelos y teorías descritos en nuestro trabajo. Lo primero que hacemos es identificar y registrar el tipo de quiebre que ha ocurrido, luego evaluamos la intensidad de la ruptura a través de una escucha activa, y al mismo tiempo vamos validando las emociones del paciente y nos hacemos cargo de los malentendidos que surgen. Finalmente es importante re evaluar las expectativas que tiene el paciente, en cuanto al tratamiento y rol del terapeuta con el propósito de negociar los nuevos acuerdos, es decir, co construirlos.

 

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Contribución del Eclecticismo estratégico a la terapia breve

Introducción

La elaboración del presente desarrollo teórico tiene como fin cumplir con los requisitos de la Comisión Nacional de Psicólogos Clínicos para el proceso de Acreditación, e intenta desarrollar algunas de las reflexiones que han surgido durante mi formación de postítulo y posterior colaboración en el equipo docente del Centro de Especialistas en Intervención Estratégica

La relación de la teoría con la práctica clínica ha estado estrechamente ligada desde los comienzos de la psicología como disciplina incluyendo en sus bases discusiones de carácter filosófico; con el tiempo y los avances tecnológicos esta relación fue añadiendo a la discusión elementos empíricos que relevan el estatus científico de esta disciplina y la necesidad de afrontar el creciente desarrollo de nuevos modelos y técnicas de psicoterapia con la creación de estándares que evalúen y garanticen la efectividad de los servicios psicológicos.

Los clínicos del mundo de hoy, tienen el desafío de conjugar las clásicas discusiones psicológicas con las tendencias actuales que demandan eficacia y brevedad de los tratamientos. Esta tarea no es menor, y requiere que como psicoterapeutas estemos continuamente revisando nuestro quehacer, para actualizarlo y fundamentarlos acorde con los cambios de la sociedad.

Durante mi entrenamiento de postítulo me llamó mucho la atención la importancia que se le daba a este último punto: actualizar constantemente la práctica clínica con los avances teórico-empíricos que permitiesen incrementar la efectividad de nuestro abordaje. Cuando comencé mi formación lo hice pensando que iba a aprender un modelo específico de terapia breve y que con ello estaría resuelto el problema de diseñar tratamientos adecuados para mis clientes, más temprano que tarde comprendí que esa idea no era tal, y que la psicoterapia ha planteado y seguirá planteando muchas interrogantes que implican trascender e integrar la sabiduría que aportaron las escuelas tradicionales de psicoterapia y sus modelos.

Desde mi colaboración docente en el Centro de Especialistas en Intervención estratégica, año a año, se colecta información nueva sobre teoría y práctica de la psicoterapia, con el paso del tiempo esta información ha ido integrándose a la formación de terapeutas y a la práctica clínica de modo que si bien, la escuela teórica que se enseña es el enfoque de Terapia Breve Estratégica, el abordaje incluye una serie de otras miradas y técnicas, por ejemplo aportes integradores como el modelo transteórico de Prochaska, la selección sistemática de tratamiento de Beautler, conceptualizaciones y técnicas de las escuela cognitivo conductual, aportes de la investigación de psicoterapia en la línea de validación empírica de tratamientos y factores comunes, etc. No estar abiertos a estas innovaciones sería como pretender ser competitivos en el mundo de hoy evitando usar la tecnología de la computación; la integración es una tendencia natural y creciente en la práctica psicoterapéutica de la que es muy difícil estar completamente ajeno.

En el presente trabajo intento dar cuenta de esta evolución partiendo del supuesto que dicha colección de información sobre avances en psicoterapia, en el tiempo, van conformando un conjunto de creencias sobre lo que es necesario para producir cambio en un cliente para determinados contextos de tratamiento; esta premisa cumple con la definición de modelo psicoterapéutico de Miller, Duncan & Hubble (2000). Así me formulo la pregunta por la posible sintonía entre el modelo de atención psicoterapéutica desarrollada por el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica y la convergencia con la propuesta integradora del eclecticismo estratégico, desarrollada por Barbara Held y revisada por Duncan, Solovey y Rusk (1992).

Para resolver esta interrogante desarrollaré las principales fuentes teórico- empíricas del modelo de atención, revisaré las distinciones que ofrece el eclecticismo estratégico como propuesta integradora e ilustraré dichas distinciones a través de un ejemplo clínico.

El presente trabajo busca añadir un pequeño grano de arena al diálogo entre la teoría, empírica y la práctica, su valor radica mucho más en la pregunta que en la respuesta; es decir, en el intento por reflexionar sobre los cambios que se producen en la práctica clínica con el paso del tiempo, a fin evaluar si esta progresión va al servicio de los objetivos de formación y atención clínica. Al mismo tiempo pretende aportar algunas distinciones que faciliten el diálogo entre los clínicos de distintas escuelas teóricas.

Espero que el siguiente desarrollo contribuya a la discusión sobre la incorporación de nuevas tendencias en la práctica clínica y sea un aporte para la formación de otros terapeutas que como yo, se interesan por este tipo de interrogantes.

Objetivos

• Describir las convergencias del eclecticismo estratégico y el modelo de atención que desarrolla Centro de Especialistas en Intervención Estratégica

Objetivos específicos.

  • Describir bases epistemológicas, teóricas y empíricas del modelo de atención en psicoterapia aplicado en el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica.
  • Describir la propuesta integradora del eclecticismo estratégico
  • Ilustrar por medio de un ejemplo clínico la aplicación del eclecticismoestratégico en la selección de procedimientos del modelo de atención del Centro de Especialistas en Intervención EstratégicaContexto de Aplicación del modelo a describir.

    El Centro de Especialistas en Intervención Estratégica es un equipo cuyo origen se remonta hace alrededor de quince años atrás, cuando un grupo de jóvenes estudiantes de pre-grado decide iniciar una especialización en psicoterapia. Encantados con la propuesta del modelo de psicoterapia breve del MRI (Mental Research Institute), este grupo de alumnos decide por mutuo propio pedirle a su entonces profesora guía de práctica, hoy fundadora y directora del centro, María Inés Pesqueira, que desarrollase su formación de post-título y los entrenase en dicho modelo.

    Desde entonces está iniciativa ha ido creciendo desde ser el primer postítulo tutorial acreditado por la comisión de acreditación, hasta hoy que luego de 14 generaciones de psicólogos con formación en psicoterapia breve, se constituye en un centro que ofrece distintas áreas de entrenamiento en habilidades de ayuda y práctica clínica: especialización en psicoterapia breve, supervisión clínica, coaching, formación de supervisores, entre otros.

    La oferta que el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica hace a la comunidad consiste en una “propuesta innovadora en efectividad y cambio en psicoterapia, mediante un destacado trabajo en equipo” (Pesqueira, Ceruti, Figari, y Ramírez, 2005.)

    Para ellos se desarrolla un modelo de entrenamiento en psicoterapia u otras prácticas terapéuticas que promuevan el cambio buscando “entrenar terapeutas éticos, competentes y flexibles capaces de lograr cambio al servicio de sus clientes” (Op. Cit.)

Intentando desentrañar los orígenes de esta propuesta formadora aparecen los antecedentes profesionales de María Inés Pesqueira, quien habiéndose formado como terapeuta conductual cognitiva, escuchó por primera vez hablar del modelo estratégico transmitido por Hugo Hirsch, psicoterapeuta argentino y director del Centro Privado de Psicoterapias de Buenos Aires. Entonces, María Inés decidió integrar este abordaje psicoterapéutico siendo supervisada por Hugo Hirsch, lo que desarrolló una alianza de cooperación mutua que se mantiene hasta hoy y que enriquece este centro de formación.

En Chile, María Inés Pesqueira desarrolló una particular experticia en casos difíciles; ya por entonces se ven los inicios de integración que ofrece este centro a partir de los requerimientos de graves casos que requirieron integrar en la práctica, las eficaces técnicas conductuales cognitivas desarrolladas para este tipo de cuadros, y la intelección estratégica que daba sentido a los tratamientos.

Este temprano ejemplo ilustra el afán que caracteriza a este centro por ir entregando cada vez más una atención adecuada a nuestros consultantes y un entrenamiento que permita a los estudiantes adquirir la flexibilidad para romper los propios esquemas en pro del cambio; tal vez esto ilustra una de las premisas básicas del entrenamiento de terapeutas: “La psicoterapia seaprende, no se enseña” (Op. Cit.).

El equipo de docentes se caracteriza por estar constantemente en formación y en desarrollo de la práctica clínica, por lo que, con el paso del tiempo, se han ido incorporando a la formación y modelo de atención del centro innovaciones provenientes de la investigación en psicoterapia, de abordajes teórico-prácticos que han surgido desde los esfuerzos de integración en psicoterapia e incorporado propuestas de intervención en la relación de ayuda como el coaching estratégico, que retroalimentan la discusión clínica incorporando nuevas posibilidades para el trabajo clínico dentro del marco de la salud mental. Esta incorporación de nuevos contenidos, técnicas y comprensiones de procesos de cambio son consistentes con la tendencia actual hacia la integración en psicoterapia y poseen dos puntos de confluencia: una coherencia con el modelo estratégico y la orientación hacia la efectividad de la psicoterapia.

A continuación expondré brevemente las bases teórico-empíricas que fundamentan el modelo de atención clínica desarrollado por este centro.

Bases epistemológicas: Constructivismo

La epistemología es la disciplina de la filosofía que se pregunta cómo conocemos la realidad, a partir de la discusión de las ciencias físicas y humanas en donde se ha relativizando la posición objetivista y el positivismo desarrollado desde los tiempos de Descartes. La discusión epistemológica ha ido cobrando relevancia a partir de los argumentos postmodernos que cuestionan la visión modernista tradicional del conocimiento (Gergen,1994); se hace necesario que cualquier modelo de observador de fenómenos deba hacer referencia a su visión sobre el conocer a fin de fundamentar sus propuestas; evidentemente la psicología no escapa de esta tendencia.

El constructivismo es una posición epistemológica que propone al sujeto (observador) como activo constructor del conocimiento del mundo exterior, por ello la realidad puede ser interpretada de distintas formas (Feixas, & Villegas, 1990). A diferencia del objetivismo, el conocimiento no es reflejo de la realidad, sino como lo señala Watzlawick (1984 en Duncan, Solovey y Rusk, 1992), la realidad es inventada y no descubierta, y se hace evidente sólo a través de significados construidos que dan forma a la experiencia y la organizan. Estas transformaciones cognitivas que el individuo realiza estarían determinadas estructuralmente por el sujeto (Feixas, & Villegas, 1990). Así son los significados construidos los que organizan la percepción y la experiencia, en base a ellos los individuos describen, dirigen y predicen (Duncan et al.1992). La generación de significados es ideosincrática e interactiva, se construyen en constante interacción entre ambientes individuales y sociales (Op.Cit.).

¿Significa entonces la total renuncia a la realidad?, no; los constructivistas se hacen la pregunta por la validación del conocimiento, cómo saber si el conocimiento se ajusta a la realidad cuando ésta es únicamente contrastable a partir del propio conocimiento. Si bien esta mirada rechaza cualquier concepción de validez absoluta o atribución de valor de verdad a cualquier forma de conocimiento, sí se puede atribuir validez relativa al sistema de conocimiento desde el cual se está generando un conocimiento. Esto es factible por medio de la dilucidación de los criterios construidos desde el sistema de conocimiento desde donde se ubica el observador; para establecer dicha validez, se busca la consistencia entre el conocimiento a considerar y el sistema cognitivo existente. Así cualquier constructo emergido de la ciencia, puede someterse a los criterios de validez de la ciencia, pero no se le puede atribuir un valor de verdad absoluta, solo de validez científica de acuerdo a sus criterios (Feixas, & Villegas, 1990).

Esta postura epistemológica aplicada al campo de la psicoterapia posee ciertas implicancias teórico prácticas:

  1. Al instituirse el significado como relativo a variables ideosincráticas y contextuales los sistemas de significado del cliente, su mirada de la realidad no solo se valida sino que adquiere un carácter fundamental en el proceso terapéutico (Duncan et al.1992).
  2. El ser humano es un activo constructor de sí mismo y de su realidad, con la capacidad de actualizar sus recursos a favor del cambio. (Pesqueira et. al., 2005)
  3. El rol explicativo de los modelos teóricos de psicoterapia es organizar la mirada del terapeuta y sus recursos explicativos, pero tienen poco en común con la percepción del cliente y sus interpretaciones sobre sus problemas, esto obliga a flexibilizar la mirada de los terapeutas sobre los problemas de las personas y a desincentivar la tentación de buscar verdades absolutas (op. cit).
  4. El rol del terapeuta se vuelve fundamentalmente respetuoso adquiriendo un rol colaborativo en el proceso de cambio de los clientes (op. cit).
  5. El suponer una mirada amplia del fenómeno humano y la realidad implica aceptar la diversidad de alternativas explicativas de un fenómeno por lo que entrega un espacio propicio para una mirada integradora de la intervención en psicoterapia (Feixas, & Villegas, 1990).

Bases teóricas: Modelo Mental Research Institute MRI.

Basado en el creciente movimiento de los sistemas familiares el MRI desarrolló su modelo estratégico de psicoterapia. Este modelo se basa en los trabajos de Bateson, que investigó la comunicación en las familias de esquizofrénicos, aportando el concepto de doble vínculo y la importancia de analizar las interacciones comunicacionales en las familias. (Bateson, Jackson, Haley & Weakland en Duncan et al, 1992). Posteriormente los miembros del equipo de Bateson se interesaron por el trabajo desarrollado por Milton Erickson, formando así las bases de su modelo.

El modelo de terapia estratégica busca conseguir en el menor tiempo posible y concentrado en el problema actual, un cambio. Utiliza todas las estrategias disponibles para el logro del objetivo. Esta visión orientada al presente y constituida en torno a un determinado foco en el menor tiempo posible lo convierte en un modelo eminentemente orientado a la práctica de la psicoterapia breve.

Para explicar los principios fundamentales del modelo estratégico desarrollado por el MRI, desarrollaré algunos de los puntos fundamentales seleccionados por Duncan et al. (1992) que sintetizan este abordaje.

Principios del enfoque estratégico:

1. Abordaje orientado a los síntomas, en un sentido amplio: Esto significa que se ajusta al problema referido por el paciente. Este generalmente consiste en una conducta indeseada y sus consecuencias que generan padecimiento, por lo tanto no se busca atribuir causalidad hipotética, ni una adscripción patognomónica específica, el síntoma da cuenta del problema, y por ello se le presta especial atención, tanto a sus características como a las atribuciones que se hacen sobre éste; por ejemplo en qué aspecto es esto un problema y para quién lo es. (Fisch, Weakland & Segal, 1984)

2. Los problemas que la gente trae a psicoterapia son problemas de interacción: todo comportamiento del ser humano es configurado, conservado y modificado en interacción social, mediante los procesos de retroalimentación que ocurren en la comunicación humana y que entregan información sobre el impacto de un comportamiento sobre otros. Esto quiere decir que la comunicación reside en un sistema de interacción social; por lo tanto, las conductas de una persona se influyen por las conductas de otra y viceversa (Op. Cit.). El problema identificado por las personas es señalado como tal en un contexto interaccional específico en el que se constituye como problema, y que en otros contextos podría perfectamente no serlo. Por ejemplo llegar diez minutos tarde en un contexto de reunión social en Chile puede no ser un problema de impuntualidad, en cambio en culturas como la británica o la japonesa, sí.

3. Los problemas son resultado de dificultades cotidianas que implican adaptación a un cambio de vida que no han sido bien manejados por los participantes: Watzlawick, Weakland & Fisch (1986) Hacen la distinción entre dificultades y problemas; los primeros se refieren a situaciones indeseables a las que se enfrentan las personas que pueden resolverse por la vía de sentido común, o para la cual no existe solución conocida; ej.: resolver algo por ensayo y error o el fallecimiento de alguien. Los problemas en cambio son determinados enfoques que se utilizan para resolver las dificultades que no logran aminorar las condición de indeseabilidad; son “actitudes, conductas o comportamientos presentes y persistentes que surgen de una dificultad mal llevada” (Hirsch, 1993 en Levit & Reyes, 1998 p. 28). Estos comportamientos actitudes o conductas se pueden crear por negar que una dificultad lo sea en realidad, es decir subestimar la dificultad; porque se busca cambiar o eliminar una dificultad inmodificable o inexistente; o porque se comete un error de tipo lógico en donde se utiliza un repertorio de acciones a un nivel cuando la solución requiere un nivel superior de abstracción. (Levit & Reyes, 1998)

4. Una vez que una dificultad es vista como problema la continuación y exacerbación del problema resulta de la creación de un “loop” de feedback positivo centrados en los comportamientos que la familia o los individuos hacen para resolver las dificultades. Cuando una dificultad se transforma en problema los individuos o las familias hacen intentos por modificar el sistema (feedback positivo) estos intentos no exitosos, vuelven a ser aplicados una y otra vez por lo que se genera un círculo vicioso que intensifica el problema sin generar variación alguna. (Fisch, Weakland & Segal, 1984)

5. Solucionar el problema requiere de la modificación de los patrones de comportamiento y por lo tanto interrumpir los círculos viciosos de feedback positivo: los círculos viciosos de feedback positivo son los intentos de solución que mantienen el problema, por lo tanto una modificación que aporte variación a los patrones interaccionales que rodean al problema significaría la desaparición del problema, dicho de otro modo si tan solo se disminuye la solución que el sistema está utilizando, el problema también disminuirá en intensidad. El fin de la terapia no necesariamente consiste en terminar el problema sino en iniciar este proceso de insertar variación. (Op. Cit.)

6. Aceptar lo que el cliente ofrece y revertir pragmáticamente es el principal foco de la terapia. Aceptar lo que el cliente ofrece es una de las premisas extraídas de Milton Erickson conocida como utilización, que significa ”prontitud del terapeuta para responder estratégicamente a todos los aspectos del paciente o del ambiente” (Zeig, 2000. p.111). Usar lo que el paciente trae supone el total y absoluto respeto y valoración por parte del terapeuta del planteamiento y comportamiento del paciente, aún cuando sea algo irracional u obstruccionista; esta característica constituye el clima relacional esperable del trabajo terapéutico, aún más, según el propio Erickson señala en esta aceptación muchas veces se juega la competencia del profesional en su capacidad de intervenir (Erickson 1980, en Zeig, 2000). En efecto, sólo desde esta total aceptación se puede comprender profundamente el problema y conocer las interacciones, procesos de retroalimentación que lo mantienen y capacidad de respuesta del sujeto, dichas respuestas constituyen el foco, por lo que el terapeuta activamente en un proceso de co-creación elimina otros estímulos distractores para concentrarse en los patrones problemáticos y en la selección de alternativas de respuesta que alteren el patrón problemático.

7. Las intervenciones se basan en la observación de qué pasa en los sistemas humanos de interacción cómo continuar y mantener el problema y cómo pueden ser alterados efectiva y eficientemente. Como se señala anteriormente es vital la información disponible sobre el problema para generar una solución satisfactoria, las intervenciones se orientan en dos ámbitos, impidiendo que el cliente o las personas que lo rodean apliquen el comportamiento mantenedor, o rectificando la opinión del cliente acerca del enfoque que éste otorga al problema, de modo que ya no le perturbe. (Fisch, Weakland & Segal, 1984)

Las premisas básicas de este modelo orientado a la resolución de problemas se pueden sintetizar en los siguientes supuestos de la práctica clínica que se desempeña en el Centro de especialistas en Intervención Estratégica” (Pesqueira et al., 2005.):

  •  Los problemas se generan en la interacción, son el resultado de un intento de adaptación a una variación en el diario vivir, la cual es significada como dificultad.
  •  La “solución” es parte del problema. “Más de lo mismo” lo mantiene como un círculo vicioso.
  •  El objetivo de la terapia es interrumpir ese círculo vicioso.
  •  Los problemas y sus soluciones se muestran en la interacción.
  •  La presentación del cliente, más que la orientación teórica del terapeuta es la que determina la meta de la psicoterapia, el contenido de la conversación y las estrategias de intervención.Bases empíricas: Efectividad en psicoterapiaLa investigación sobre la aplicación teórica y práctica de la psicoterapia y sus resultados, entrega las bases para la práctica clínica; cobrando relevancia a partir de la comprobación empírica de su aporte en la mejora de los pacientes que reciben psicoterapias, con una eficacia mayor que el placebo y el no tratamiento (Lambert, Berguin & Garfield, 2004; Wampold, 2001). Este campo investiga la psicoterapia en sí misma pero desde diversas vías, buscando entender los factores que generan el progreso en los pacientes. Así, en un comienzo la investigación se orientó en la búsqueda de diferencias entre los diversos tipos de psicoterapia, obteniendo como resultado la absoluta ausencia de tales diferencias. (Miller, Duncan & Hubble, 2000).

    Posteriormente se levantaron posturas críticas a este hallazgo aludiendo a que la equivalencia entre las distintas intervenciones psicoterapéuticas obedecía a un problema metodológico, (Czogalik, 1990 en Krause, 2005) Esto condujo a diversas líneas de investigación dos de las cuales fundamentan empíricamente la práctica de los clínicos formados en el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica: Los tratamientos empíricamente validados y la investigación de factores comunes.

    La primera considera que debido a las características de la muestra, ciertas intervenciones consideradas mayormente efectivas para el tratamiento de cuadros específicos, podrían desaparecer frente a la amplia conclusión de uniformidad (Cristoph, 1997, en Wampold 2001), generándose entonces, estudios que relacionan el tipo de tratamiento con el tipo de problema y estableciendo listas de tratamientos con apoyo empírico. Las críticas a esta línea sugieren que al considerar como mejoría la reducción de síntomas, no incluye una concepción más amplia y compleja de cambio (Chambless, 1998 en Krause, Arístegui y de La Parra, 2002). Así mismo se plantea que no se considera las diferencias en entrenamiento de los profesionales ni el manejo de variables en la relación terapéutica, por lo que si bien esto puede ser interpretado como un hecho que refleje la especificidad de la técnica, también puede ser que refleje más las habilidades clínicas del terapeuta y no del tipo de intervención (Miller et. al., 2000).

    La segunda de estas líneas es la investigación sobre variables inespecíficas o “factores comunes” (Miller et. al., 2000, Wampold, 2001), que buscan determinar los aspectos de la terapia o extraterapéuticos que generan el cambio en los distintos tipos de terapia. A continuación se desarrollarán brevemente ambas líneas.

    Tratamientos empíricamente validados

    Los esfuerzos en la línea de desarrollar los tratamientos empíricamente validados han sido desarrolados por la American Psichological Association (APA) en vista de incrementar la especificación de la técnica; para ello se han desarrollado manuales, operacionalizado conceptos, establecido secuencias sesión a sesión y aplicado escalas para determinar el grado de eficacia de determinadas estrategias. (Op Cit.)

    En términos de efectividad de los tratamientos, se ha encontrado poca o ninguna evidencia del beneficio del uso de manuales para el entrenamiento. Tampoco existe preponderancia en los tratamientos exceptuando las técnicas conductuales cognitivas para trastornos de ansiedad y desórdenes sexuales (Miller et. al., 2000).

    Por otra parte autores como Lambert, Bergin y Garfield (2004) sostienen la importancia de continuar mejorando las metodologías de investigación, debido a la presión que ejercen las empresas administradoras de salud en cuanto al reembolso, pues ellos, privilegian tratamientos empíricamente validados y estandarizados. También señalan la importancia de identificar los tratamientos más efectivos para cuadros específicos generando criterios de especificidad.

    Actualmente el comité de ciencia y práctica de la APA está abocada en generar un acercamiento entre la investigación y la práctica a fin de generar estándares para la práctica y listar los tratamientos validados empíricamente, a fin de informar a los practicantes y al público en general de los avances en el campo de la investigación; sin embargo el establecer una lista de tratamientos empíricamente validados no garantiza efectividad, está comprobado que la efectividad del tratamiento dependen mucho más de las características del paciente y del terapeuta que de la validez del tratamiento.(Op Cit).

    Cuando existen problemáticas para las que la literatura ofrece tratamientos específicos y validados empíricamente, la selección documentada de estas técnicas se relaciona con resultados positivos de la psicoterapia. Sin embargo hay autores que sostienen que por sobre todo, la aceptación del cliente de determinada técnica o contenido introducido por el terapeuta, la visión de que esto puede ayudar es más predictivo de éxito y que, por el contrario, la selección de una adecuada técnica sin la aceptación del cliente es inútil (Duncan et. al. 1992).

    Una de las principales razones de realizar investigación que valide los tratamientos consiste en aumentar la maximización del costo-eficacia de los tratamientos, sin embargo, es importante no dejarse caer en la primacía de la ganancia, sino velar por la mantención de los estándares de calidad poniendo el rigor científico al servicio de incrementar las habilidades de los practicantes, a fin de entregar procedimientos adecuados a la demanda de los individuos. La evidencia a encontrado que la tendencia a acortar los tratamientos está empíricamente fundamentada, sin embargo es importante señalar que un 50% de los pacientes no se beneficiarán de un tratamiento menor a 20 sesiones, al mismo tiempo señala que en pacientes que presentan más dificultades la terapia toma más tiempo en arrojar resultados. (Lambert, Bergin y Garfield, 2004)

    Los tratamientos empíricamente validados implican establecer en un diseño empírico la eficacia de los tratamientos (Hirsch, 2006), es decir cuánto mayor es el efecto específico de un tratamiento en relación al placebo o no tratamiento en determinado diseño; sin embargo, el traducir estos hallazgos como directrices para la práctica clínica implica dificultades de orden metodológico y en la práctica clínica que es necesario considerar.

    El problema metodológico está ampliamente desarrollado por Wampold (2001), en tanto cuestiona la validez de estos diseños basados en los modelos médicos de validación de tratamientos que analogan un tratamiento psicoterapéutico con un remedio farmacológico, es decir, se busca aislar la variable de modo tal que se obtenga el efecto específico de dicho tratamiento= “remedio”. Así el sacar conclusiones a para la práctica clínica en la que se restrinja la práctica psicoterapéutica la aplicación de estos tratamientos en cualquier tipo de población es de alto riesgo, pues puede terminar destruyendo la utilidad de un tratamiento, pues dichas conclusiones no han sido obtenidas desde un diseño que incorpore la naturaleza de la práctica clínica. Este autor sostiene que la evidencia fortalece la adopción de diseños que rescatan las bases del beneficio en psicoterapia y que por lo tanto incluyen el estudio de los efectos generales, o factores comunes. A cambio sugiere sumar los esfuerzos en especificar los efectos generales o factores comunes y los aspectos de la varianza que permanecen inexplicados.

    Desde el punto de vista de la aplicación clínica, Hugo Hirsch (2006) cuestiona la aplicabilidad de los modelo de tratamiento empíricamente validados que se obtienen de la operacionalización requerida por los diseños experimentales, a los distintos contextos de práctica clínica, en donde existen una gran complejidad de variables intervinientes que aumentan la variabilidad de los cuadros clínicos, lo que inmediatamente cuestiona la aplicabilidad de estos tratamientos. Es importante que la práctica basada en la evidencia incluya problemas como la eficiencia de un tratamiento validado al momento de aplicarse en una modalidad clínica determinada.

    La investigación que a continuado la línea de los factores comunes, abre nuevas posibilidades para producir práctica basada en la evidencia que no signifique la aplicación de un manual estándar para la gran variedad de problemas psicológicos y cuadros clínicos.

    Factores comunes

    A partir de la falta de soporte empírico que explicase la magnitud del cambio atribuible al aporte de las técnicas y modelos, surgió la necesidad de investigar factores “inespecíficos”, es decir no atribuibles al tratamiento y comunes a diversos abordajes de psicoterapia, lo que hoy se conoce como “factores comunes” (Miller et. al., 2000, Wampold, 2001). Otra manera de comprender los factores comunes es considerándolos auxiliares a cualquier tratamiento y que aluden fundamentalmente a factores interpersonales y sociales asociados a la terapia; esta mirada enfatiza el contexto terapéutico y la alianza. Una tercera mirada y más tardía incluye aspectos que influyen en los resultados del tratamiento pero que no son atribuibles a las actividades terapéuticas ni al contexto interpersonal-social, por lo que incluye, posteriormente, las expectativas del cliente. (Wampold, 2001).

    Para dar coherencia a esta mirada, Grencavage y Norcross, (1990 en Wampold, 2001), hacen una revisión donde sugieren aspectos que diferencian a los distintos abordajes teóricos y aspectos que les serían comunes relevando 5 áreas: características del cliente, calidad terapéutica, proceso de cambio, estructuras de la situación terapéutica y elementos de la relación. En la revisión realizada por Krause et. al. (2002) sobre los factores comunes, incluye función del terapeuta, forma de interacción y su organización; también se agrega el potencial de autoayuda del cliente (Tallman & Bohart, 2000).

    Basado en un estricto estudio estadístico que incluye variados estudios sobre los resultados en psicoterapia, Lambert propone cuatro factores terapéuticos generales, los cuales tienen distinta proporción en su aporte al logro de resultados en psicoterapia, siendo estos: factores del cliente y extraterapéuticos (40%), factores de la relación terapéutica (30%), expectativas y efecto placebo (15%) y factores asociados a modelos y técnicas (15%) (Miller et. al., 2000). A partir de estos resultados se sugiere un cierto equilibrio en el grado de participación de clientes y terapeutas en el proceso de cambio (Krause, 2005); también se ha orientado una parte de la investigación a operacionalizar estos factores estudiándolos y estableciendo su contribución al cambio aisladamente (Beautler, Moleiro & Talebi, 2002; Farber & Lane, 2002, Safran, Muran, Samstag, Stevens, 2002; Klein, Stone, Hicks & Pritchard, 2003; Clarking & Kennet, 2004; Beautler, Malik, Alimohamed, Harwood, Talebi, Noble & Wong, 2004 ).

    Otra vía de especificación de dichos factores es la propuesta por Wampold (2001) en la que sugiere tomar los factores comunes de manera conjunta, sin aislarlos para su estudio, sino entendiéndolos como las condiciones generales de la situación terapéutica. Para comprender los aspectos generales de la terapia, Wampold utiliza una comprensión teórica de los factores comunes desarrollada por Jerome Frank (1991 en Wampold, 2001) que explica en tres componentes comunes a toda psicoterapia y que explican el cambio: a) una relación emocionalmente cargada en donde se deposita la confianza del cliente en un terapeuta que entrega la ayuda, b) un contexto de ayuda en donde el cliente cree que el profesional le puede ayudar y le entrega la confianza de trabajar en pos de su interés, c) existe un esquema fundamentado racionalmente que posee una explicación a los síntomas del cliente y que sugiere un procedimiento específico para resolverlos; este esquema racional debe ser aceptado por terapeuta y cliente; sólo esta atribución le da el carácter de cura a dichos procedimientos. Este autor especifica elementos que corresponderían a “un ritual de cura” que se instituye entre paciente y terapeuta cuando le atribuyen la condición de sanación a dichos procedimientos y que presenta determinadas características. La investigación revela la importancia de la contribución de aspectos no propios de la teoría o técnica en psicoterapia, destacando aspectos como el ajustar el tratamiento a las variables del paciente en pos de potenciar la alianza terapéutica y por lo tanto incrementar la efectividad de la psicoterapia.

    Propuesta de integración: Eclecticismo estratégico

    En psicoterapia ha existido la creciente tendencia a combinar distintos abordajes psicoterapéuticos (Duncan, Solovey y Rusk, 1992; Prochaska & DiClemente, 1982; Lambert, Gardfield y Bergin, 2004; Norcross y Prochaska, 2002). Esta tendencia es conocida como eclecticismo o Integración, siendo un movimiento que refleja una evolución de la psicoterapia y una respuesta a la creciente cantidad de modelos psicoterapéuticos disponibles (Fernández Álvarez, 1992).

    El eclecticismo, etimológicamente, significa la selección de lo mejor de cada teoría (Feixas y Miró, 1993); la opción ecléctica busca la combinación de distintas modalidades de psicoterapia a nivel técnico; es generalmente ateórico y selecciona las técnicas en base a la efectividad e independientemente de sus bases teóricas (Beautler, en Duncan et al, 1992). Sin embargo, existen distintas maneras de practicar el eclecticismo que Feixas y Miró (1993) distinguen así:

    • Eclecticismo intuitivo ateórico: Utiliza procedimientos y técnicas específicas sin una unidad conceptual determinada, esto implica el uso de técnicas que incluyan conceptos de cambio muchas veces contradictorios; generalmente está basada en la experiencia y en a disponibilidad de aplicación de técnicas por parte de los terapeutas. A Juicio de los autores presenta problemas a nivel teórico y científicos.

    • Eclecticismo técnico: La selección de técnicas proviene de orígenes diversos y obedece a criterios pragmáticos o teóricos, sin necesidad de que exista congruencia a nivel teórico explicativo o epistemológico. Ejemplos de este tipo de trabajo es la propuesta multimodal de Arnold Lazarus o la selección sistemática de tratamiento de Larry Beautler.

    Eclecticismo sintético o integración teórica: busca integrar la conceptualización en base a distintas teorías, puede ocurrir por medio de la reformulación de una teoría en términos de otra o la articulación de elementos teóricos compatibles. Ejemplo de ello es el trabajo desarrollado por Prochaska y DiClemtente (1982) u Opazo (1992).

    Otras clasificaciones como la propuesta por Duncan, Solovey y Rusk (1992), ellos especifican dos tendencia, el eclecticismo, refiriéndose con ello al eclecticismo técnico y la integración que la entienden como a la integración teórica o eclecticismo sintético.

    En esta distinción las bases descritas del modelo de práctica clínica desarrollado por el centro de especialistas en Intervención Estratégica, se familiarizan con la opción integradora del eclecticismo técnico e incluye ciertas características específicas en la selección de modelos y técnicas conceptualizadas en otras propuestas integradoras como la de James Prochaska.

    En un punto intermedio entre ambas tendencias (integración teórica y eclecticismo técnico) se ubica la propuesta integradora del eclecticismo estratégico.

    El eclecticismo estratégico es una propuesta desarrollada por Bárbara Held (1984 en Duncan et al, 1992) que considera las ventajas de combinar el modelo de MRI con otros modelos psicoterapéuticos. Esta mirada propone el uso de las intervenciones minimizadoras de la resistencia del MRI en combinación con las directrices de otros modelos terapéuticos, mejorando de este modo la efectividad de dichas directrices (Op Cit).

    Held (1986 en Duncan et al, 1992) comprende que el modelo del MRI es un modelo de resolución de problemas, relativamente vacío de contenidos específicos respecto de los problemas psicológicos y que, por lo tanto, permite el uso de otros abordajes teóricos, a nivel explicativo, siempre que su adopción esté al servicio de fines estratégicos, es decir, orientados a objetivos específicos previamente establecidos que busquen romper el sistema de interacciones que mantiene el problema.

    Para comprender mejor esta propuesta Held (1991, en Duncan et al, 1992) establece la distinción de los procesos y los contenidos en psicoterapia. Los procesos son las acciones y comportamientos que el terapeuta realiza para promover el cambio y desarrollar habilidades de enfrentamiento en los clientes, responde a la pregunta de cómo cambia la gente. En la distinción de proceso, Held incluye la noción de procesos de cambio de Prochaska quien los explica como las actividades abiertas y encubiertas que la gente realiza para alterar tanto afectos como pensamientos, conductas, o relaciones, en lo relativo a un problema particular o un patrón de vida más general. Los procesos de cambio son utilizados dentro de la psicoterapia, sin psicoterapia, y entre sesiones de terapia. Estos procesos fueron derivados teóricamente de un análisis comparativo de los principales sistemas de psicoterapia (Prochaska, 1979 en Prochaska y Di Clemente, 1999).

    Los contenidos, en cambio, identifican el objeto del cambio, involucrando aspectos del cliente o su comportamiento que el terapeuta define como foco de intervención; en términos formales, entrega nociones sobre la causa del problema o de contextos explicativos y sus efectos; habitualmente estas respuestas se asocian a los constructos teóricos que ofrecen un componente explicativo invariante de los problemas del cliente.

    A partir de esta distinción Held, comprende que el MRI es un modelo de formación y mantenimiento de problemas; por lo que no presenta una particular visión teórica de la causa de los problemas o por qué se presentan soluciones redundantes; sugiere que los procesos interaccionales asociados al problema son el problema mismo. De este modo es posible incluir contenidos de la terapia asociados al foco del problema que sean provenientes de otros marcos teóricos, siempre y cuando introduzcan modificaciones en el proceso interactivo mantenedor del problema.

    En este sentido la diferencia del eclecticismo estratégico de otras formas de eclecticismo consiste en que la selección de técnicas y contenidos específicos considera, además de la validación empírica, la síntesis ideosincrática co- construida del punto de vista del paciente y del terapeuta. En este sentido, enfatiza la visión del paciente obtenida a través de la queja, ubicándola por sobre la predilección del terapeuta, a la hora de diseñar los contenidos y técnicas de un tratamiento.

    La queja del paciente expresa de manera más o menos explícita y condensada su teoría informal sobre el cambio, es decir una mirada subjetiva sobre el contenido del problema; en otros enfoques la visión teórica formal del terapeuta es jerárquicamente superior que la del paciente, por lo que estructura el problema y refiere los criterios de mejoría. En la mirada de eclecticismo estratégico se seleccionan las técnicas, métodos y explicaciones que son congruentes con la teoría informal del cliente, es decir su visión subjetiva de los aspectos que debieran incluirse en una conversación terapéutica y que se relacionan con la expectativa de cambio. De la misma manera, las metas del tratamiento se establecerán de manera congruente con la construcción original del cliente.

    Así el eclecticismo estratégico se distancia del eclecticismo intuitivo en cuanto la selección no se encuentra exclusivamente en manos de la visión del terapeuta, sino posee criterios específicos y bases empíricas para realizar la selección; al mismo tiempo se distancia un paso del eclecticismo técnico, pues si bien realiza selección de técnicas empíricamente fundamentadas, pone en un nivel jerárquico superior la visión subjetiva del cliente que en co-construcción con la propuesta de estrategia realizada por el terapeuta orienta la selección de técnicas y modelos explicativos atingentes.

    Propuesta explicativa del modelo de atención de la formación de Especialistas en Intervención Estratégica

    El modelo que describiré a continuación sugiere una serie de procesos, entendidos como acciones que se realizan durante la terapia para conseguir el cambio, estos procesos están orientados por la propuesta de resolución de problemas del enfoque estratégico y sirven para poder comprender la teoría informal del cliente a fin propender a la efectividad de la terapia.

    Este modelo atribuye gran importancia a la presentación del problema del paciente, a fin de entender su postura, los criterios de éxito y los cimientos que permiten conocer las variables mantenedoras del problema. Dada estas características, este modelo podría clasificarse dentro de lo que Pinsof llama modelos centrados en el problema (1995 en Wendel, Gouze & Lake, 2005)

    Además este modelo busca ajustar los procesos y los contenidos de la terapia a la postura del cliente y su teoría implícita de cambio; para esto considera fundamentalmente dos aspectos: a) las variables de la relación terapéutica, y b) la operacionalización de los factores comunes (Duncan et al.1992).

    Las variables de la relación son consideradas el contexto en el que se anida la selección de procesos de cambio a desarrollar con un paciente. Según Norcross (2002) las variables de la relación son la capacidad de manejar la resistencia, capacidad de ver los recursos de las personas, capacidad para reparar las rupturas de la alianza y la capacidad del terapeuta de hablar de “nosotros”. Considerar estas variables permite ajustar la relación terapéutica de modo que se logre una adecuada alianza de trabajo (Santibáñez, 2003).

    Entenderemos por alianza en psicoterapia a la calidad y fuerza de la relación colaborativa entre el terapeuta y el paciente (Norcross 2002); la consecución de un adecuada alianza terapéutica o de trabajo es uno de los mayores predictores de éxito terapéutico (Wampold, 2001). Esto significa la experiencia del cliente de estar aliado con la persona del terapeuta, el ritual de la terapia y las metas del proceso terapéutico es no solo estadística sino, clínicamente significativa para obtener resultado efectivos en psicoterapia. Para que ello ocurra el terapeuta ha de evaluar tempranamente el estado de la alianza y responder flexiblemente a los requerimientos del cliente en pos de mejorar la alianza (Horvath y Bedi, 2002).

    La operacionalización de los factores comunes es otro de los aspectos a considerar que aportan directrices para distinguir los procesos de cambio a desarrollar y seleccionar los contenidos de cambio, de modo que se ajuste el background teórico, práctico y empírico que posee el terapeuta a los requerimientos del consultante. Dicha operacionalización de los factores comunes guía la selección del repertorio de acciones posibles del terapeuta por medio de la evaluación y especificación para cada caso. Esto requiere de herramientas que permitan la operacionalización de estos factores; esta es una de las áreas de las que se ocupa la investigación actualmente (Krause, 2005), sin embargo ya existen desarrollos que permiten a la clínica facilitar esta tarea, una de las herramientas que utiliza el modelo de atención es el modelo de etapas de cambio de Prochaska, (2000).

    Este autor estudió minuciosamente los procesos de cambio utilizados en diversos enfoques teóricos y, a partir de esto, elaboró una teoría general de cambio en la que distingue los distintos procesos de cambio y sus respectivas técnicas (Prochaska y Norcross, 1982). Al estudiar el cambio como proceso en sí, de manera transversal a las explicaciones teóricas de las distintas escuelas, elabora un desarrollo teórico que explica cómo se da el cambio en las personas y consecuentemente desarrolla una propuesta de acción terapéutica que facilita la operacionalización de los factores comunes (Prochaska y Norcross, 2002). Esta propuesta sugiere que el cambio es un proceso que se da naturalmente en las personas como una progresión a lo largo de 6 etapas que tienen como meta el cambio comportamental. Según las describen Prochaska, Norcross y Diclemente (1994) las etapas son:

    • Precontemplación: Etapa en que las personas no ven su problema, hay negación y si existe una dificultad la atribuyen a otros.
    • Contemplación: Reconocen que hay un problema y piensan seriamente en resolverlo, tratan de entender lo que les pasa y pueden presentar planes indefinidos para cambiar; sin embargo, no realizan dichas acciones por ambivalencia frente al cambio y temor al fracaso.
    • Preparación: Hay mayor interés en las solución del problema y existe un plan ya definido, sin embargo aún puede existir ambivalencia para enfrentar el cambio.
    • Acción: Aquí las personas modifican abiertamente su comportamiento, utilizan tiempo y energía en desarrollar acciones que generen un cambio.
    • Mantención: En esta fase se busca consolidar las ganancias de lo obtenido; pero el cambio no ha finalizado con la consecución de logros, es importante sostenerlos en el tiempo y prevenir caídas
    • Terminación: Ya no existe tentación o amenaza para el cambio logrado, hay confianza de no recaer, sin embargo no todo tipo de problemas pueden llegar a esta etapa.Al elaborar estas distinciones se establece una metodología de ajuste del trabajo del terapeuta para cuidar la alianza terapéutica y desarrollar procesos
    • de cambio atingentes al momento particular de cada cliente. De este modo Prochaska, propone los distintos procesos de cambio adecuados para cada etapa que permitan la progresión del cambio en un cliente determinado, lo que entrega una herramienta muy útil que sugiere como ajustar nuestros tratamientos a las personas y que cuestiona la pretensión de tener tratamientos homogeneizados por cuadros clínicos que no consideren la variabilidad de cada individuo en su particular proceso de cambio (Prochaska, 2000; Prochaska y Norcross, 2002).

      En el modelo de atención clínica desarrollado por el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica, se utilizan estas variables y se organizan en una propuesta de trabajo general basada en el enfoque estratégico. Para ilustrar cómo se integran en la práctica agruparé las acciones terapéuticas, desarrolladas en el modelo de atención, en 5 fases del tratamiento, en cada una se describirán acciones del cliente y el terapeuta; para facilitar su exposición desarrollaré los distintos procedimientos a la luz de un caso clínico.

      Fase 1: Presentación del problema e identificación

      Esta fase se inicia con los primeros acercamientos a la consulta y las primeras sesiones, aquí se utilizan las diversas estrategias del enfoque estratégico con el objetivo de obtener la mayor cantidad de información posible sobre la postura del cliente frente al problema y el sistema de significados que contextualizan el problema por el que consulta. Para esto se recolecta y selecciona información por medio de la utilización de fichas de registro de preentrevista y primera entrevista (Hirsch y Rosarios, 1987). Por su parte el paciente aporta la “queja” que consiste en las primeras verbalizaciones en las que describe su problema y que rescatan su visión idiosincrásica del problema y significados subyacentes, pero de una manera condensada, que para ser comprendida es necesario descomponerla en las distintas preguntas que ocurren durante la entrevista clínica. Sin embargo, estas primeras frases son un registro valioso pues resguardan prácticamente intacta la visión inicial del paciente por la que consultó y que nos permite ir cotejando a lo largo del proceso, el ajuste de los procedimientos con la teoría informal del cliente.

      Jorge tiene 48 años1, es director de cine de origen eslavo y vino a Chile por razones de asilo político hace más de 20 años, tiene una hija de 21 años y está casado desde hace 25 años. Consulta por la reciente separación con su esposa a propósito de la revelación de una infidelidad de él. En su queja refiere “Tengo la sensación de que he perdido mi centro emocional, siento que por ello

      1 El uso de los datos de este consultante cuentan con su autorización para los fines de este trabajo de acreditación, sin embargo, los datos personales del consultante han sido modificados para resguardar su identidad.

      estoy dañando a otra gente (esposa e hija), la mujer con la que estoy se va a Venezuela se me tambalea todo y no me siento estable en lo que siento o necesito”. Presenta mucha angustia y culpa frente a lo sucedido. Espera de la ayuda psicológica poder adquirir una perspectiva nueva para afrontar la situación e integrarse de modo de saber qué quiere.

      A partir de estos datos ya pueden identificarse algunas características del consultante, podemos decir que se encuentra en un momento de crisis y que espera que la ayuda que reciba incremente su controlabilidad de la situación, sin embargo al preguntarle concretamente, él ve la ayuda psicológica como “adquirir una perspectiva”, por lo que podemos predecir que espera un terapeuta que no le diga qué hacer para enfrentar la crisis, sino que entable un diálogo menos directivo y desde una posición de poder más igualitaria. De la misma manera podemos decir que tiene algún grado de conciencia de que su problemática es un problema de perspectivas y es eso lo que está dispuesto a cambiar.

      En términos de la etapa de cambio Jorge consulta en la fase de contemplación de su proceso de cambio “siento ansiedad por miedo a la rutina, en todo este tiempo nunca he dejado de pensar que mi familia merece una segunda oportunidad, pero se me fue el salvavidas (la nueva relación que había comenzado); necesito claridad para sentir estabilidad, saber qué deseo...se me ha tambaleado todo, no me siento estable en lo que siento o necesito”. Hay un reconocimiento de la necesidad de cambio personal y del problema que significa el no resolver su situación de pareja, tanto para sí mismo, su familia y lograr aceptar la distancia impuesta por la ruptura de la nueva relación que había iniciado. Si bien reconoce que existe una imperiosa necesidad de definir su condición familiar y de pareja, no puede hacerlo, pues no entiende lo que siente y experimenta mucha ambivalencia entre querer salir de la rutina y los problemas de pareja arrastrados por años en su vida familiar ( “los problemas de pareja comenzaron cuando nació mi hija” ), querer iniciar una nueva vida, que quedó truncada por el término de una relación, de la cual también asume haber puesto mucha presión “Empecé a perder el control en el proceso de seducción, la saturé, la ahogué, me dijo obsesivo” y querer remirar su relación de pareja junto a su señora y vivir el duelo del término de su relación extramarital.

      Dadas las características de esta etapa, las acciones terapéuticas deben orientarse a ayudarle a mirarse a sí mismo, sus valores, su proyecto de vida proyectado hacia el futuro; disminuir la deseabilidad de el mantenerse indeciso y empoderar su capacidad de elegir aumentando el repertorio de alternativas, de cuerdo a lo que vaya en sintonía consigo mismo.

      La identificación temprana de las variables del paciente (sus características personales, expectativas, recursos, etapa de cambio), permiten que desde los comienzos las actividades del terapeuta que considera estas variables se articulen de un modo que potencie la alianza terapéutica, ajuste sus intervenciones y primeros interrogatorios al estilo y requerimientos de cambio del paciente y disminuya la probabilidad de error.

      En las primeras sesiones tuve la tentación de dejar de lado la ambivalencia del paciente e intentar disminuir su ansiedad ofreciendo acciones terapéuticas más directivas respecto de resolver su situación familiar, con intervenciones orientadas a la acción en la que resolviera dónde vivir, decidir estar un tiempo sólo, o recomendar terapia de pareja. Ante la duda, y afortunadamente, presenté el caso a supervisión; entonces me hicieron tomar conciencia de la etapa de cambio del consultante y comprender que tomar dichas acciones directivas, cuando sus necesidades se encuentran en momentos previos del cambio orientados a la reflexión, hubieran producido una significativa pérdida de maniobrabilidad terapéutica. Además se corría el riesgo de incrementar reactancia del paciente pues eran disonantes con el grado de directividad que se podía desprender de sus expectativas del terapeuta “qué me de una perspectiva”.

      Fase 2: Co-construcción de un problema trabajable.

      Por medio del diálogo en sesión, se va identificando los patrones de interacción que mantienen el problema y se llevan a una descripción del problema que ofrezca alternativas de solución accesibles y aceptables tanto para el cliente como para el terapeuta.

      En este espacio es importante mantener la posibilidad de maniobra del terapeuta en cuanto ofrece definiciones de problema y sus consecuentes alternativas de solución que se encuentren relativamente disponibles dentro de su repertorio de posibles acciones. Por otra parte, en esta construcción de problema se juegan aspectos centrales de la relación terapéutica, en donde el paciente percibe al terapeuta como empático, validador, genuino y responsivo o no. En la medida que las acciones de dirección de la sesión del terapeuta y los contenidos incluyan lo que el paciente trae en su relato, variables de contexto, recursos, teorías de cambio implícitas, etc., se estará constituyendo una adecuada alianza terapéutica y se ofrecerá una propuesta de trabajo que tenga sentido para el consultante.

      En el caso de Jorge, aparece como relevante la importancia de las crisis vitales de mediana edad, pues da inicio a su relato diciendo: ”todo comenzó cuando cumplí 45 y comencé a angustiarme porque se me acababa la vida” a pesar de mi interés por orientar mis preguntas hacia el tiempo presente él me manifiesta la necesidad de relatar su historia para que yo entienda su problema, su llegada a Chile, su infancia. Construir un problema trabajable, en este caso, requería una formulación que lo ayudara a afrontar la crisis y que incluyera al menos algunos aspectos de su historia, pues él consideraba que mostrarme de dónde viene me ayudaría a ayudarlo a lograr ese cambio de perspectiva que venía a buscar, como si revisar de dónde ha venido le devolviese el rumbo.

      Notando la importancia de acoger esta petición, y las características de su trabajo como director de cine en el que mostrar y construir historias es visto como una herramienta sanadora y de autoconocimiento, luego de escuchar su historia, en vez de continuar con mis preguntas le ofrecí otro relato, el del Ulises de la Odisea, preguntándole si veía similitudes. Es esta historia había un aventurero que tomaba una serie de caminos y espacios nuevos que la vida le iba ofreciendo hasta que llegó un punto en que necesitó comenzar a elegir una propia ruta y esa fue la de conocerse a si mismo e ir en una dirección específica, la que lo llevó de regreso a su isla. En este mismo sentido, su historia parecía reflejar que siempre ha tenido que ir tomando los desafíos que la vida; al parecer la vida no le pone aventuras muy evidentes y teme que se le acabe el viaje. Tal como el Ulises su viaje ha llegado a un punto en que no hay vuelta atrás; las decisiones que tomó y el quiebre y el precoz fracaso con su nueva pareja ya generaron un quiebre, lo que marca una nueva aventura que dará paso a otras en tanto él las vaya eligiendo.

      El patrón de interacción a modificar es los intentos de evadir la angustia que siente frente a la rutina y a la crisis de la edad esperando que lleguen elementos que hagan atractiva su vida y le traigan pasión intentando conservarlas aunque no sean tan buenas; al hacer esto va tomando de cisiones y estableciendo acciones con poca sensación de controlabilidad y con costos que lo hacen sentir culpable. La solución intentada tiene que ver con disminuir la importancia de lo que ocurrió en su vida y pensar que puede volver a la rutina inicial, o evadir situaciones difíciles tomando una ruta de escape que no siempre es tan elegida, sino más bien disponible.

      Le ofrecí este espacio de conversación terapéutica para comprender sus necesidades a fin de elegir qué quiere hacer con lo que le queda de vida, en vez de vivir escapando de la posibilidad de la muerte. Esto fue aceptado por el cliente, pues incluía su visión de la necesidad de repasar los hechos para conocerse más y poder elegir.

      Se podía distinguir dos focos uno el cierre de la relación que había iniciado y el segundo repensar su relación de pareja con su señora, entender cómo habían llegado hasta el estado actual de las cosas, y decidir cómo continuar.

      Fase 3: Implementación de intervenciones específicas.

      Si bien esta fase de las intervenciones comienza desde los primeros contactos por medio de las preguntas terapéuticas, me referiré en este apartado a las intervenciones para fines didácticos. En este momento el terapeuta tiene una representación de las características del paciente y su teoría informal de cambio. Además evalúa con los antecedentes la etapa de cambio en la que se encuentra el consultante y con ambos elementos selecciona una estrategia de intervención que se ajuste a la etapa de cambio y visión del cliente, así selecciona los contenidos sobre los que versará la conversación terapéutica, se establecerán objetivos y metas, sus intervenciones deberán estar constantemente ajustándose a las características del paciente y a las variables de la relación.

      En términos de teoría informal, Jorge tenía una visión particular de lo que sería necesario para que él pudiese cambiar, una de éstas era la necesidad de intercalar las vivencias y reflexiones del presente con los relatos de su historia personal, cada sesión elaboraba un “racconto” de sus vivencias que articulábamos en la sesión de acuerdo a los focos anteriormente descritos.

      Inicialmente esto fue difícil de entender para mi, bajo los supuestos de la mirada estratégica del aquí y ahora y bajo mi necesidad de extraer la información que para mi mirada fuera de utilidad, así cómo mi aprensión a perder el foco. Fue muy interesante el discutir estas dos visiones abiertamente, lo que nos permitió transar en la aceptación de su relato, de mi parte; y el dar espacio para mis preguntas. Esto fue armonizándose de manera natural, pues en la medida en que nuestros encuentros ocurrían, él mismo iba volviendo al foco luego de sus “raccontos”.

      El acoger su relatos y validarlo en su interés por colaborar activamente en la terapia hizo no solo que la terapia fuera posible sino que lo puso a él como el gran artífice de su proceso, registrando su reflexión de las sesiones durante la semana, eligiendo las historias a relatar y mirándose desde ahí hacia nuevas posibilidades.

      Otro de los aspectos que mencionó específicamente es su manera particular de cerrar “a mí me duele mucho cerrar, sobre todo emocionalmente, la fatalidad del cierre me da pánico.... Voy cerrando por medio de pequeños rituales, pero igual dejo una puerta abierta para ella.” Esta mirada de cerrar de a poco fue aceptada en tanto iba en sintonía con la ambivalencia de la contemplación y también con las bruscas historias de separaciones que debió vivir en relación al exilio. Si bien iba elaborando el duelo, también iba dejando espacios que dejaban la puerta abierta para escribir correos electrónicos a su ex pareja; estos mensajes, sin embargo, tenían un efecto a favor del duelo pues iban gatillando en ella respuestas más firmes de no continuar, lo que él aceptaba sabiendo que eso le permitiría ir cerrando de a poco, a su manera; le era más fácil ser separado por los gestos de ella (echado) que distanciarse por mutuo propio.

      Aceptar estos aspectos como parte de su teoría de cambio fue muy útil para frenar mis intentos de dirigirlo frente a la angustia, al mismo tiempo le permitía ir afrontando temas emocionalmente difíciles a su manera, es decir de a poco, como capítulos de un documental.

      En cuanto a la etapa de contemplación se seleccionaron intervenciones en los distintos focos que fueron muy rápidamente generando la progresión hacia la preparación y la acción.

      En el foco asociado al duelo con su ex pareja que había partido a Venezuela, fue reviviendo la historia y contándomela paso a paso, en estas conversaciones tenían una gran carga afectiva; mis intervenciones iban en la línea de la reevaluación de sí mismo, es decir ayudarlo a entender qué de sí mismo estaba reflejado en lo sucedido y qué aspectos de esa pérdida no tenían que ver con él sino con la otra persona. A nivel de contenido la metáfora del viaje del héroe y del Ulises fue un constante referente qué parte de él puso todo en esa relación, cuanto estaba ella, cómo se vería hacia delante con lo sucedido, qué viaje había iniciado ya. En mi mente tenía la conceptualización Jungiana de la irrupción del anima en la crisis de edad media; comenzó a tomar perspectiva del significado de esta relación en su vida y realizó un cambio de lenguaje, en vez de llamar a la joven por su nombre de pila la denominó “la muchacha”; tomé este contenido como símbolo del ánima y especificamos qué significó “la muchacha en él”.

      Una sesión fue iniciada con la siguiente frase: ”estoy terminando mis intentos de estar con ella”, lo que para mí marcoó el inicio de la preparación y rápido paso a la acción. Comenzó a elaborar en detalle sus rituales de cierre, se realizó un tatuaje con un símbolo de lo vivido, visitó lugares en los que habían estado juntos, empezó a disminuir sus intentos de comunicación “he recibido un mail de ella y yo mandé 5, esto es sintomático”. Finalmente juntó todas las cartas escritas por correo electrónico, las imprimió y las enterró en un lugar específico, no las quiso borrar por completo, sino que las juntó en un CD, que me pidió lo conservase en mi carpeta donde registro las sesiones.

      En relación a su señora comenzaron a vivir juntos nuevamente, esto permitió que abrieran la posibilidad de conversar largamente sobre lo ocurrido y revisar entre ellos su historia “nos hemos abandonado mucho”. En sesión me mantuve al margen de la discusión sobre sus decisiones de vivir juntos o no, o de la elaboración de alguna meta en particular para rescatar su matrimonio, por el contrario, cada sesión consistía en preguntar qué ruta tomaba en cada una de las acciones que realizaba y que podía aprender de sí mismo en relación a ellas. Utilizamos el arquetipo de la Penélope, quien tiene la sabiduría de saber lo que quiere y hallar maneras creativas de procurárselo, propuse que ella simbolizaba la sabiduría de “Exotizar lo cotidiano”, de hacerse responsable de su destino, destreza que desarrolló en la ausencia de su marido. Para reforzar este trabajo se dio como tarea el revisar la película don Juan de Marco; sin embargo había alguna reactancia aún en tanto adquirir la noción de hacerse responsable de su propia aventura, lo que se vio favorecido a partir del trabajo en la relación terapéutica que describiré a continuación; y que nos permitió entender un aspecto importante de sí mismo que le impedía comprometerse a tomar las riendas de su propia aventura.

      En una oportunidad le vino un acceso de tos muy fuerte en sesión, yo le ofrecí ayuda con un vaso de agua y le sugerí que esperásemos hasta que se le pasara, sin embargo él no la aceptaba y trataba de continuar aunque la tos se lo impedía, aún más se hacía más y más intensa; le mostré mi desconcierto al verlo físicamente mal y rechazando mis ofrecimientos mínimos de cuidado, como si se enojase consigo mismo por el hecho de estar tosiendo; le señalé que me conmovió el verlo ahí quedándose sólo, negándose lo mínimo que a cualquiera se le puede conceder frente a la tos, un vaso de agua y un par de minutos para recobrar el aliento, le pregunté si esto le ocurría en otros aspectos. Recordó el período en el que su madre se fue de la casa y en el que tuvo una larga enfermedad que involucraba tos y vómitos, se dio cuenta que sentía que su padre se molestaba cada vez que el tosía o expresaba su malestar y se recordaba de niño diciéndose a sí mismo “idiota” cada vez que le venían accesos de tos.

      Al contactarse con este triste pasaje de su historia se fue dando cuenta de cuánto evitaba cualquier emoción negativa que significara estar mal y el no molestar a otros con sus necesidades. Este momento tan cargado emocionalmente marcó u punto crítico en la modificación de los patrones de evitación; empezó a modificar su estilo de relación con la esposa en la que se permitió expresar libremente sus necesidades sexuales y acoger las necesidades de reparación de ella.

      Así la selección de contenidos del trabajo terapéutico fue organizando en base a intervenciones que estimularan el insight y tocaran temas existencialistas como la muerte, las pérdidas, de modo que facilitaran la activación emocional que se necesita para afrontar las crisis y generar cambios. Hubo poca necesidad de ofrecer repertorios conductuales pues el consultante tenía claro los pasos a seguir y los traía avanzados en la sesión siguiente, sin embargo, necesitaba procesar emocionalmente el momento que estaba viviendo haciendo literalmente aquello que solicitó como expectativa de la ayuda “tomar perspectiva”.

      Fase 4: Revisión de los sistemas de significados asociados al cambio.

      A partir de las propias visiones sugeridas en la queja y de las nuevas experiencias asociadas al cambio se puede ir ofreciendo significados alternativos que sustenten los cambios y mantengan los comportamientos alternativos.

      En el caso de Jorge se fue construyendo desde la primera sesión los aspectos positivos que tenía el comenzar a elegir el resto de la historia. Al Ver la película Don Juan de Marco se identificó con los valores del respeto mutuo y con la figura del doctor con aún cuando en el retiro, decidió comenzar una nueva vida. Respecto de lo trabajado en terapia se mira así mismo y refiere” yo soy el motor de buscar y provocar un cambio y por este camino te elegí, para sentir ver y reflejar, para ayudarme a adquirir un grado de conciencia distinto y optimizar mis fuerzas. Darme cuenta de cosas sobre las cuales he perdido perspectiva”. A propósito de esta tarea, mi cliente continuó usando ejemplos de películas que describían su sentir, me relató así una historia en la que existía un monte que guardaba el secreto más preciado del pueblo; los únicos que los conocían eran los hijos mayores de cada familia, pues llegado cierto momento, ellos debían ir a dejar a sus padres cuando viejos y guardar el secreto de lo que allí había. El secreto no era más que la visión de los cuerpos inertes de los viejos del pueblo que eran abandonados ahí en vida para encontrar la muerte. Jorge asoció esa imagen lúgubre y desoladora con la visión que el tenía del último tramo de la vida, esto también lo relacionó con que nunca vio envejecer a sus padres dada la distancia geográfica, y relató cómo fue la despedida de su padre cuando, luego de fallecido volvió a despedirse a su país de origen. Fuimos estudiando en conjunto pensamientos que le permitían generar la belleza y la pasión que él necesitaba hallar en su vida, cómo hacer exótica la cotidianeidad a la que tanto había temido; como una manera de ir eligiendo día a día la vida que quiere vivir. Este tipo de reflexiones fueron entregando nuevas visiones de sí mismo que acompañaron el reencuentro con su señora y la toma de decisiones aprovechar el tiempo del ocio y salir a la naturaleza “me siento sereno, con más seguridad”.

      Los significados iniciales asociados a su decisión de iniciar una familia con una nueva mujer más joven quien no aceptó esa propuesta, estaban asociados a la necesidad de huir de la rutina, de sentir que aún queda por delante, se trabajó en legitimar y validar esta necesidad y en lo importancia de obrar en consistencia con esta necesidad que reveló este encuentro amoroso. El hacerse cargo de esta necesidad iba también en la línea de no responsabilizar a otros por la rutina sino de buscar un lugar agradable en su vida diaria, desde ahí comenzó a enriquecer su vida familiar, por ejemplo luego del cierre de la terapia supe que las vacaciones de dos semanas con su mujer terminaron durando dos meses.

      Fue muy importante en este proceso la activa participación de Jorge pues fue trayendo sistemáticamente a terapia no sólo sus cambios sino elementos que transmitían su sentir que quería expresar y que me iban indicando qué temas eran susceptibles de ser resignificados. Aparentemente se generó un circulo virtuoso en la aceptación y validación de estos elementos (fotografías, películas, anécdotas, realización de un tatuaje, cartas...) lo que favoreció el procesamiento cognitivo de la experiencia.

      Fase 5: Estrategias de mantención del cambio y cierre del tratamiento.

      En esta fase se trabajan las desventajas del cambio se evalúan los aspectos negativos que ese implica o sus consecuencias. También se revisan los comportamientos o pensamientos que pueden evocar el sistema mantenedor del problema. En el caso de Jorge los aspectos negativos de volver a estar con su mujer sería lidiar con la desconfianza asociada a la percepción de infidelidad de la esposa visto como un costo, la crítica de otros significativos relacionados a la familia. Como riesgo de mantención del cambio aparecía y el que significara que estos aspectos negativos u otros nuevos, como una situación incontrolable y rutinaria de manera que se activase nuevamente la evasión de sus emociones negativas y el consiguiente aumento de angustia. Jorge no asistió a la última sesión, por teléfono me reportó que quería dejarlo para el regreso de vacaciones. Hasta hora esto no ocurrió, al contactarlo para pedir su autorización para usar su historia en el presente trabajo, me reportó que en vez de dos semanas se fue a un viaje de dos meses con su señora, que están bien, pero aún lidiando con los “coletazos” de lo acontecido; manifestó querer tener un encuentro más conmigo, pero no por ahora, pues quería dejar “la puerta abierta” para que eso pasara.

      La organización en fases busca ilustrar cómo en cada actividad es fundamental que el terapeuta integre en sus criterios de toma de decisión los sistemas de significado que el paciente tiene a favor del cambio, de esta manera se fortalece la alianza terapéutica, existe la apertura a recibir feedback oportuno de nuestros pacientes frente a momentos de impasse en la relación terapéutica y permite ir constantemente manteniendo la fuerza de los factores comunes a favor del cambio al integrar los contenidos de cambio que propone el paciente con los contenidos de cambio que propone el terapeuta desde su experticia. Para una comprensión mayor del referido modelo de atención en ejecución se esquematiza el proceso y la inclusión sistemática de la visión de cambio del paciente como criterio de ajuste de la relación y de los contenidos de la terapia, de modo que como lo muestra la figura, el terapeuta permita amplificar la teoría informal de cambio que el paciente trae, y sea explicitada y experimentada en la terapia al servicio de su propio cambio.

      Con el ejemplo revisado se pretendió ilustrar cómo se articulan los procesos de cambio sugeridos por el enfoque estratégico con la posibilidad de integrar contenidos y técnicas de otros enfoque teóricos. En las intervenciones se utilizaron conceptos y técnicas del enfoque cognitivo conductual, en el reforzamiento de la respuesta que modifican los patrones problemáticos de comportamiento, reestructuración cognitiva para asentar el cambio; contenidos Junguianos del trabajo con arquetipos para redefinir la segunda mitad de la vida, interpretación de la transferencia extraída de técnicas psicodinámicas para realizar intervenciones en la relación terapéutica que promovieran el insight, videoterapia, etc. La posibilidad de fusionar tal diversidad no fue arbitraria, la selección de contenidos se organizó en torno al objetivo estratégico de variar el patrón de comportamiento de evitación frente a la angustia y de pensamientos de incontrolabilidad asociados con su crisis vital.

      La selección de las intervenciones específicas se orientó en torno a la representación que Jorge fue mostrando sobre los contenidos que harían de esta conversación un “ritual terapéutico” como lo diría Jerome Frank (en Krause, 2005), se seleccionaron aquellos elementos que ofrecían una propuesta razonable de activación del cambio que buscaba el paciente y consistente con su expectativa de encontrar mayor perspectiva y recuperar el control de su vida que en su caso radica en el contacto con las emociones, recuperar el “centro emocional”.

      Conclusiones

      El eclecticismo estratégico permite flexibilidad en el abordaje terapéutico, necesaria para incrementar el repertorio de contenidos disponibles para el trabajo terapéutico, de modo que se pueda ajustar las técnicas de acuerdo a la operacionalización de los factores comunes que se establezca con cada caso, procurando así la efectividad de las intervenciones y abreviar la terapia.

      La propuesta que eclecticismo estratégico propone utilizar la teoría de cambio del paciente como criterio de selección de técnicas, ajuste de la relación y facilitador de la operacionalización de los factores comunes; lo que va en sintonía con la misión que el Centro de Especialistas en Intervención Estratégica ofrece a la comunidad “una propuesta innovadora en efectividad y cambio en psicoterapia, mediante un destacado trabajo en equipo” (Pesqueira et al 2005), la efectividad se lleva a la práctica al poner los avances empíricos y teóricos de la psicología al servicio de la visión del cliente como gestor de su cambio, el trabajo en equipo se refleja en la alianza terapéutica, base de la psicoterapia y el pretor predictor de su éxito, así como en el aporte de la supervisión clínica, a la cual se hace referencia durante la exposición del caso.

      La visión de la importancia de la utilización de lo que el paciente trae del enfoque estratégico, más el énfasis que teóricos e investigadores de los factores comunes sugieren sobre la relevancia de ajustar el tratamiento y la relación terapéutica de modo de lograr una mayor efectividad, es coincidente con la visión del eclecticismo estratégico de relevar en este ajuste la visión del cliente a la hora de definir las temáticas de la conversación terapéutica.

      De esta manera el eclecticismo estratégico permite poner la visión del paciente en una posición superior jerárquicamente lo que empodera el cambio y en la experiencia promueve la autonomía de nuestros consultantes porque verdaderamente nos guiaron en su proceso de cambio. Esto me recuerda una de las frases que escuché de María Inés Pesqueira, cuando se refería a lo lindo de hacer psicoterapia porque esta plantea “un lindo desafío de guiar a otros por su propio camino” (Pesqueira, 2004), definir ese propio camino sería una de las misiones del espacio terapéutico en donde la conversación terapéutica sirve de megáfono de la sabiduría del cliente que habla acerca de su propio proceso de cambio.

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Intervenciones elicitadoras de la compasión en la práctica de la supervisión clínica

Por: Trinidad Silva

I. Introducción:

La elaboración del presente trabajo tiene por objetivo cumplir con los requisitos del programa de entrenamiento en Supervisión Estratégica del Centro de Especialistas en Psicoterapia y Coaching y, a su vez, desarrollar una reflexión que permita identificar algunas intervenciones elicitadoras de la compasión en la práctica de la supervisión clínica.

Ya hace varios años la evidencia señala que la supervisión clínica es la estrategia de entrenamiento más frecuentemente usada para aumentar la competencia clínica de los terapeutas (Pesqueira y Esquivel, 2018). A su vez, existe evidencia respecto al efecto de la supervisión clínica en la capacidad de aumentar la autoconciencia, el conocimiento sobre los tratamientos, la adquisición y la utilización de habilidades clínicas por parte del supervisado (Lambert & Ogles, 1997) además del incremento de la sensación de autoeficacia (Watkins, 2011).

Entendiendo que el ejercer como terapeutas requiere de un constante entrenamiento y crecimiento personal y profesional y, que la supervisión es una instancia que lo posibilita, parece importante cuidar que ese espacio sea un momento de escucha efectiva, conexión y soporte amable que le permita al supervisado abrirse al aprendizaje que ésta instancia tiene para ofrecer.

Es a partir de esto, del entrenamiento que he retomado durante este último semestre en mi formación como supervisora y de mi formación en la terapia centrada en la compasión, que he podido darme cuenta cómo es que la mirada compasiva, que busca atender de forma consciente y sensible al sufrimiento del otro sumado a la motivación por aliviarlo y prevenirlo, conecta de forma orgánica con el curso que tiene la supervisión en cada una de sus etapas.

Así nace la motivación de ocupar la instancia de este trabajo final de la formación como supervisora para poder ilustrar algunas intervenciones propias de la práctica de la supervisión clínica que incorporan elementos de la compasión y de esa forma van despertando la mirada compasiva en el supervisado.

Para el logro del objetivo de este trabajo, éste se dividirá en 3 partes:

Una primera en la que se compartirá la definición de supervisión desde la que se enmarcará este trabajo y se invitará al lector a ir notando cómo en esa definición van apareciendo elementos propios de la compasión.

Esa conexión dará pie para presentar el concepto de compasión y los elementos que la componen (atención consciente, amabilidad y humanidad compartida) para así luego presentar y describir las etapas de la supervisión clínica que describen María Inés Pesqueira, directora del Centro de Especialistas en Psicoterapia y Coaching, y Héctor Esquivel (2018); destacando en cada una de ellas la integración de la mirada compasiva y el aporte que tiene para el desarrollo de la supervisión.

Luego, en la segunda parte de este trabajo, se presentarán extractos de una supervisión real que permitan ilustrar algunas intervenciones elicitadoras de la compasión en la práctica de la supervisión clínica. Esto permitirá que el lector pueda observar la integración de la mirada compasiva en el desarrollo de cada una de las etapas de la supervisión.

Finalmente se compartirán algunas conclusiones que nacen de la realización del presente trabajo.

II. Metodología:

La metodología que se define para el logro del objetivo de este trabajo es la selección de extractos de una supervisión clínica indirecta que permiten ilustrar algunas intervenciones elicitadoras de la compasión en la práctica de la supervisión.

De esta manera el lector podrá observar la integración y puesta en práctica de la mirada compasiva en el desarrollo de la supervisión clínica indirecta.

III. Marco Teórico:

La supervisión ha sido definida por Falander y Shafranske como “una actividad profesional distinta donde la educación y el entrenamiento se alcanzan desarrollando una práctica informada científicamente facilitada a través de un proceso interpersonal colaborativo. Envuelve la observación, evaluación, feedback, facilitación del auto- asesoramiento del supervisado y la adquisición de conocimiento y habilidades bajo la instrucción, moldeamiento y soluciones de problemas mutuamente. Además, construyendo un reconocimiento de las fortalezas y talentos del supervisado, la supervisión alienta la auto-eficacia. La supervisión asegura que la consulta clínica esté conducida de una manera competente donde los estándares éticos, prescripciones legales y prácticas profesionales son utilizadas para promover y proteger el bienestar del cliente, la profesión y la sociedad” (Falander y Shafranske 2004, p. 52).

A partir de esta definición se entiende que la supervisión cumple un doble objetivo, por una parte, vela por la calidad del servicio que el terapeuta entrega al consultante y por otra desarrolla competencias necesarias para este fin en el supervisado. (Campbell, 2006).

Para el cumplimiento de estos objetivos la supervisión deberá entenderse como un proceso colaborativo, en el cual el supervisor deja atrás la mirada de experto y poder asociada a los conceptos tradicionales de supervisión. En este sentido, el supervisor tiende a facilitar los procesos y lo que define su operar es la habilidad de ampliar la mirada del supervisado en relación a sí mismo y al caso. Como observador diferente al supervisado

tiene la facilidad de acceder a multiversos y una competencia fundamental asociada es la capacidad de reflexionar y establecer distinciones, se trata por tanto de un observador diferente, no experto que puede realizar múltiples distinciones, es un observador con mayor poder de dominio para generar acciones destinadas al cambio (Pesqueira y Esquivel, 2018).

La supervisión es entendida entonces, como una instancia de trabajo colaborativo en donde el supervisor se pone al servicio del supervisado desde un lugar en el que se reconoce el sufrimiento como parte de la experiencia humana y es capaz de conectar con él en el momento presente comprendiendo y empatizando con el supervisado y con aquello que lo hace venir a supervisión.

Es desde esta mirada que resulta importante compartir a continuación la definición de la Compasión para así luego presentar y desarrollar las etapas de la supervisión e ir destacando en cada una de ellas, aquellos elementos propios de la mirada compasiva que aparecen de manera tan orgánica e integrada en su descripción.

“La palabra compasión proviene de la voz latina compati que significa “sufrir con”. Probablemente la definición mejor conocida sea la del Dalai Lama que definió la compasión como “una sensibilidad al sufrimiento del yo y de los otros junto con un compromiso profundo para tratar de aliviarlo”; es decir, atención – conciencia sensible más motivación” (Gilbert. P, 2015, p. 10).

La compasión implica conectar con el sufrimiento de los demás, abrir la consciencia al dolor de otros y no evitarlo ni desconectarse de él, para que así surjan los sentimientos de bondad y el deseo de aliviar ese sufrimiento (Wispe, 1991). También involucra ofrecer una comprensión sin juicios para aquellos que fallan o hacen algo mal, de esta forma sus acciones y conductas son vistas en el contexto de una humanidad compartida que falla y se equivoca (Neff. K, 2003).

La autocompasión, por su parte, implica ser tocado por el propio sufrimiento y estar abierto a él, sin evitarlo ni desconectarse, generando así el deseo de aliviar el sufrimiento y sanarlo con amabilidad. La autocompasión también involucra ofrecer una comprensión sin

juicios a nuestro dolor, deficiencias y fracasos, de modo que la experiencia de uno sea vista como parte de la experiencia humana (Neff. K, 2003).

Kristen Neff, una pionera de la investigación sobre auto compasión propone que la auto compasión implica tres componentes principales (Gilbert. P, 2015):

  1. Ser consciente y estar abierto al propio sufrimiento individual.
  2. Ser amable y no condenarse a sí mismo.
  3. La conciencia de compartir las vivencias de sufrimiento con los demás, en lugar desentirse solo y avergonzado, tener una apertura a nuestra humanidad.En ese sentido, la autocompasión implica ver la propia experiencia a la luz de la

experiencia de la humanidad compartida, reconociendo que el sufrimiento, el fracaso y las deficiencias son parte de la condición humana, y que todas las personas, incluido uno mismo, son dignas de compasión (Neff. K, 2003).

La compasión no se extiende a uno mismo porque uno es superior o más merecedor que los demás, más bien se hace precisamente porque el individuo reconoce su interconexión e igualdad con otros (Brown, 1999).

Así mismo, tener autocompasión implica perdonar nuestros errores y debilidades, respetándonos como un ser completamente humano y, por lo tanto, limitado e imperfecto (Neff. K, 2003).

A partir de estas definiciones se puede observar como la esencia de la compasión y autocompasión está centrada en el conectar con el sufrimiento, cualquiera sea su forma, desde un lugar de respeto y profunda amabilidad por el hecho de ser seres humanos que nos equivocamos. Desde ahí es que puede resultar tan importante integrar esta mirada en el desarrollo de la práctica de la supervisión, sobre todo para el logro del desarrollo de competencias que se busca potenciar en el supervisado.

Porque es desde el entrenamiento en ser cada vez más consciente de aquello que nos hace sufrir, nos entrampa o nos incomoda y entendiendo que eso es algo que nos ocurre a todos incluso en nuestro ejercer profesional, que podemos movernos a buscar una

instancia de supervisión que desde una orientación amable y sin juicios pueda abrir espacio a una escucha activa y abierta al aprendizaje en el supervisado.

Es entonces desde este lente que a continuación se presentarán las etapas de la supervisión descritas por María Inés Pesqueira y Héctor Esquivel (2018) destacando en cada una de ellas los elementos de la compasión que aparecen y se integran como parte del desarrollo de la supervisión.

Primera Etapa: Inicio

El inicio de la supervisión “es una fase donde predomina la habilidad del supervisor en generar un espacio colaborativo, que brinde un clima que le permita al supervisado exponerse en lo que no está pudiendo resolver” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38).

Es por eso que el primer aspecto que el supervisor considera desde el inicio de la supervisión es el ajuste relacional. En el ámbito de la supervisión, el desarrollo de una alianza de trabajo es tan importante como en la psicoterapia. Ésta se construye en cada encuentro, no viene dada por el rol ni por el acuerdo de tener una supervisión. Así la relación construida es específica a cada encuentro, sea este individual o grupal (Pesqueira, Ramírez, Ceruti y Salvo, 2019).

Para construir esta alianza es crucial cuidar la vulnerabilidad que está implicada en el acto de supervisar. En otras palabras, supervisar, además de una ayuda o desafío, para algunos también puede ser un espacio incómodo, donde está siendo visto por un otro en aquello que duda, que no puede, que no sabe o ha salido mal. La escucha y apertura pueden ser disminuidas si no cuidamos esta vulnerabilidad como una posibilidad al menos al inicio de la supervisión. Acciones como validar, normalizar la dificultad y promover una exposición genuina de aspectos incómodos abre un espacio seguro y útil donde se amplía la mirada y se otorga a la incomodidad un sentido para el aprendizaje (Pesqueira, Ramírez, Ceruti y Salvo, 2019).

Desde muy al comienzo de la supervisión se puede observar el especial énfasis en acoger al supervisado desde la mirada de la humanidad compartida en donde se da pie a

que el supervisado traiga sus inquietudes, sensación de no estar pudiendo o aquello que lo está haciendo sufrir de alguna u otra forma a un espacio en donde se parte de la premisa que todos nos equivocamos y a todos nos cuestan algunas cosas.

“En esta fase el foco esencial está dado por la pregunta ¿Qué esperas de la supervisión?, ¿Qué te gustaría que fuera diferente como resultado de esta supervisión? ¿Cuáles son tus metas para esta supervisión? ¿Qué te hace elegir esas metas? ¿Cómo sabrás que lo que has obtenido lo que viniste a buscar?, así conocemos qué es lo que necesita el supervisado, estas preguntas que parecieran ser muy obvias tienen la gran ventaja que nos permiten obtener un foco, es donde el supervisor pone el lente de la lupa. Permite comprender donde está estancado el supervisado, qué es lo que está tratando de hacer y no resulta. En otras palabras, nos permite conocer cuál es la solución intentada no exitosa y que es la mantenedora del problema en el que se encuentra el supervisado” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38).

Esta intervención propia de la etapa inicial de la supervisión apunta a lo que conocemos, desde la mirada de la compasión, como el aumento de consciencia por parte del supervisado. Es por medio de estas preguntas iniciales que el supervisor va abriendo paso a que el supervisado se conecte con su realidad presente, con aquello siente y piensa qué lo está entrampando en su caso y es entonces, de esta forma, que el supervisor lo va ayudando a ponerlo en palabras e ir conectándose cada vez más con eso que le ocurre en relación a ese caso que trae.

Es en esta primera fase que resulta “fundamental estar atento a la descripción que el supervisado hace del caso, pues la descripción que hace habla más de sí mismo que del caso” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38).

Es por eso que resulta útil también incorporar en este primer momento un acercamiento amable y amoroso por parte del supervisor que permita al supervisado introducirse en la supervisión desde una perspectiva amable consigo mismo, sin juicios ni críticas apuntando a modelar y desarrollar en el supervisado una mirada empática y comprensiva respecto de lo que le ocurre.

Un objetivo de esta etapa inicial es “poder develar al supervisado qué es lo que no ve, y es importante que esto sea revelado a través de preguntas” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38). Preguntas que irán aumentando su consciencia respecto de lo que le ocurre en la dimensión de la persona del terapeuta y/o respecto al caso en sí mismo y que sin duda si se desarrollan dentro de un contexto de amabilidad, no juicio y humanidad compartida, permitirán que el supervisado alcance esa amplitud en su mirada de manera más rápida y efectiva.

Una vez que la pregunta de supervisión está clara y el supervisor ya ha detectado el entrampe del supervisado es que la supervisión avanza a evaluar también la definición del sistema consultante con la que se encuentra trabajando el supervisado, es decir, el quién o quiénes están motivados a qué, así como la capacidad de influencia o poder de efectuar nuevas conductas para promover el cambio al interior del sistema que interactúa” (Pesqueira y Esquivel, 2018).

Así también el supervisor destinara tiempo para “entender si el terapeuta supervisado se encuentra trabajando adecuadamente a la etapa de cambio del cliente en relación a su problema. En Prochaska y Diclemente (1982) se evalúa si está utilizando intervenciones de tipo reflexivas, que debieran ser predominantes en las primeras etapas de pre contemplación y contemplación, o más bien orientadas a la acción en las etapas de cambio acción” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38).

Por último, en esta primera etapa se establecen los aspectos formales de encuadre y operativos de la supervisión, tales como horarios, frecuencias, objetivos y maniobras que puede realizar el supervisor y también se explicitan los aspectos éticos propios de este espacio (Pesqueira y Esquivel, 2018).

A partir de la descripción de esta primera etapa de la supervisión se puede observar la importancia de establecer una relación de colaboración supervisor supervisado para así abrir paso a toda una línea de trabajo que tiene que ver con el aumento de consciencia del supervisado.

Para el logro de este objetivo puede ser de gran utilidad incorporar los elementos de la compasión, es decir, introducir la idea de humanidad compartida que ayude al supervisado a sentir que hay otras personas que también han pasado por la misma inquietud o dificultad que él o ella y así promover la sensación de empatía y confianza, ambas centrales a la hora de establecer un vínculo de colaboración.

Por otro lado, el aumento de conciencia del supervisado puede verse muy beneficiado si incorporamos preguntas en la línea de la consciencia presente como, por ejemplo, ¿cómo vas hasta ahora? ¿cómo te sientes con esta idea?, etc.

Y, por último, parece fundamental realizar todo este trabajo cuidando que el supervisado vaya incorporando todos estos elementos desde un lugar de amabilidad consigo mismo, en donde pueda sentirse respaldado y acogido para así avanzar a una segunda etapa en el desarrollo de la supervisión.

Segunda Etapa: Proceso

En esta segunda etapa del desarrollo de la supervisión, la principal tarea que realiza el supervisor es poner atención a las intervenciones y estilo relacional del terapeuta supervisado. El supervisor se enfocará en mostrar aquello que hace el supervisado y cómo lo hace (Pesqueira y Esquivel, 2018).

En ese sentido es que se pondrá atención a sus recursos y cegueras. El interés del supervisor en esta etapa está puesto en comprender con qué lente o mirada está construyendo el caso, de manera de entender qué es lo que el terapeuta está tratando de hacer para promover el cambio” (Pesqueira y Esquivel, 2018).

“En esta fase resulta fundamental conocer lo que el supervisado ha estado haciendo, de modo de validar su propósito o intención al trabajar con ese caso, para poder entonces analizar juntos cómo de esa forma se encuentra entrampado y no ha obtenido los resultados esperados. Este es el momento en que el supervisor le muestra al terapeuta supervisado dicha brecha” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 38).

Parece importante destacar cómo en esta segunda etapa el supervisor se pone al servicio del terapeuta desde un lugar de conciencia plena del momento de la supervisión y de aquello que trae el supervisado para así ir despertando en este último este aumento de conciencia e ir encontrando juntos aquello que lo tiene entrampado y no le ha permitido conseguir los resultados que espera en el proceso terapéutico.

Este momento de la supervisión se acompaña también de una mirada centrada en los recursos del supervisado y resulta importante destacar como a través de este estilo el supervisor va incorporando un acercamiento amable y respetuoso hacia el supervisado permitiéndole así ir a mirar también aquellos puntos ciegos y en consecuencia avanzar hacia una mirada más amplia y con nuevas posibilidades.

Un segundo aspecto relevante en esta etapa es el rol del supervisor en un proceso colaborativo, que es algo más que entregar información, se trata de elicitar las propias respuestas y recursos del supervisado con el propósito de que logre desarrollar su propio estilo terapéutico y pueda empoderarse. Esto se logra según el tipo de preguntas que el supervisor realiza, un buen supervisor es aquel que cuenta con un gran set de preguntas. Una buena supervisión es, por tanto, aquella que logra abrir nuevos significados, espacios en los que emergen nuevos sentidos y construcciones diferentes a las que se ingresaron antes del proceso de supervisión” (Pesqueira y Esquivel, 2018).

Es desde este espacio de respeto, reflexión y participación que se invita al supervisado a preguntarse por un estilo comunicacional que permita abrir posibilidades, un ejemplo de esto sería; ¿De qué manera podrías plantear lo mismo sin que tú cliente se sienta criticado? (Pesqueira y Esquivel, 2018).

Es a través de esta nueva forma de preguntarse que comienzan a emerger nuevas realidades, nuevas distinciones, nuevos significados y narrativas que permiten ampliar el dominio de observación que posee el supervisado (Pesqueira y Esquivel, 2018). Lo que desde una mirada centrada en la compasión entendemos como el aumento de conciencia, una consciencia que se amplía como consecuencia de una conexión profunda y atenta al momento presente.

A partir de esta descripción, se puede concluir como en esta segunda etapa de la supervisión aparecen también integrados los elementos de la compasión. Por una parte, un supervisor con todos sus sentidos puestos en el momento presente conectado con aquello que está haciendo sufrir en alguna medida al supervisado y poniéndose también al servicio de él desde el completo respeto, empatía y amabilidad sin juicios para desde esa base invitarlo a hacerse preguntas que le permitan ampliar su mirada y hacerlo de forma amable y respetuosa consigo mismo.

Tercera Etapa: Cierre

En esta tercera y última etapa de la supervisión generalmente se realizan las siguientes preguntas (Pesqueira y Esquivel, 2018):

  1. ¿Qué te llevas de la supervisión?
  2. ¿Qué aprendiste de ti mismo?
  3. ¿Qué aprendiste de la psicoterapia?Es en esta etapa de cierre en donde se entrega y recibe retroalimentación. María

Inés Pesqueira y Héctor Esquivel (2018) plantean que no solo el supervisor debe dar retroalimentación al supervisado, sino que también el supervisado debe dar retroalimentación al supervisor, ya que ésta es una instancia de aprendizaje y crecimiento para ambos.

En relación a esto proponen que una adecuada entrega de retroalimentación, debiera ser concreta y descriptiva, además de tener una relación positividad: negatividad, de 3 positivo es a 1 a mejorar (Pesqueira y Esquivel, 2018). “Se ha visto que si no tiene esta proporción se dificulta el aprendizaje y puede ser destructiva en el proceso de formación de los supervisados” (Fredickson, 2013).

Es importante señalar que es “fundamental que toda intervención entregada en la supervisión haga sentido al estilo terapéutico del terapeuta supervisado (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 40)”. Según Falander y Shafranske (2004) una retroalimentación adecuada, es más aportativa si coincide con la apreciación del supervisado, si es presentado como una meta o un plan de supervisión y si es cercano a la conducta observada.

Resulta importante destacar en este punto el aporte que tiene la mirada compasiva en el logro de este objetivo, porque es desde una conexión consciente con el supervisado, un acercamiento amable y respetuoso y desde la profunda convicción que como seres humanos nos equivocamos y que el sufrimiento, cualquiera sea su forma, es parte de nuestro desarrollo, que podemos acoplarnos al estilo del supervisado que tenemos en frente y construir nuestra línea de supervisión a su medida.

Un acercamiento amable y respetuoso promueve y modela también en el supervisado esa forma de relacionarse consigo mismo y, en este contexto puntual, con aquello que tal vez puede hacer distinto o mejorar.

En el espacio de supervisión se “debe evitar dejar al supervisado la sensación de fracaso o incompetencia en el quehacer terapéutico” (Pesqueira y Esquivel 2018, p. 40) y sin lugar a duda un acercamiento desde la mirada compasiva resulta un factor protector en esta línea.

Una supervisión de calidad es entendida entonces como una experiencia de aprendizaje que le es útil al supervisado, que impregna un sello y deja en el supervisado deseos de querer seguir supervisándose, promoviendo así el desarrollo de un observador empoderado que cuenta con mayores distinciones al finalizar dicho proceso” (Pesqueira y Esquivel, 2018).

IV. Análisis de una Supervisión Indirecta:

Habiendo revisado las etapas de la supervisión y destacando en cada una de ellas la integración de la mirada compasiva y cómo ella resulta un aporte y además promueve el objetivo de la supervisión, es que a continuación se presentarán extractos de un caso real de supervisión clínica indirecta que permitan ilustrar algunas intervenciones elicitadoras de la compasión en el desarrollo de la supervisión.

La supervisión que se presentará se desarrolla en el contexto de la formación de segundo año de Postítulo en Terapia Breve, específicamente en una visita que realiza a ese curso la directora del Centro de Entrenamiento en Psicoterapia y Coaching, María Inés Pesqueira.

Cabe destacar que la alumna que supervisa en esa oportunidad autoriza explícitamente compartir en este trabajo extractos de dicha supervisión con el fin de aportar al cumplimiento del objetivo del presente trabajo.

“Los terapeutas tenemos saber pedir lo que requerimos para hacer un buen trabajo. El trabajo de un terapeuta es un trabajo muy solo, muy difícil si no hay una buena supervisión que nos acompañe, nos apoye, que nos permita disfrutar nuestra pega, porque es rica, pero es desgastadora y muchas veces muy sola”.

Esta es una de las primeras intervenciones que realiza la supervisora en la etapa inicial de la supervisión. Una intervención que apunta a ir creando un clima en donde se expone y valida la dificultad que existe muchas veces en la realidad del ejercer como Psicólogos y que desde ahí presupone que muchas veces y, en este caso en el supervisado, puede existir la sensación de estarse sintiendo solo y/o estar necesitando de la ayuda de un otro.

Es en intervenciones como esta en donde se observa claramente como el supervisor pone de manifiesto el concepto de humanidad compartida, en donde presenta la dificultad como parte de nuestro ser seres humanos y en este caso, parte de nuestro ser psicólogos y ejercer como tal.

Así mismo esta intervención destaca y promueve la importancia de pedir ayuda desde la premisa que somos seres sociales que nos necesitamos unos a otros y que no solo nos beneficiamos de pedir esa ayuda, sino que también debemos entrenarnos en saber pedirla para así asegurar hacer un buen trabajo.

Luego de esta intervención la supervisora se centra en la pregunta de supervisión y se da el siguiente diálogo con la supervisada:

  • -  Supervisora: “¿Qué te decide traerla a supervisión ahora?”
  • -  Supervisada: “Estoy entrampada con ella y la venía como evitando de alguna forma,como que seguía teniendo las sesiones con ella y decía la tengo que supervisar, latengo que supervisar pero no lo hacía”.
  • -  Supervisora: “¿Qué te hacía creer que la tenías que supervisar?”
  • -  Supervisada: “Que me da la sensación que no estoy trabajando lo que ella necesitay como que no tengo el foco, porque llevo 11 sesiones y recién ahora lo estoy ordenando entonces como no tengo un foco siento que estamos viviendo como el día a día no más”.
  • -  Supervisora: “Ya, súper, buena tu preocupación, muy buena. Siempre que te pase eso mejor supervisar porque los pacientes no nos dan muchas más sesiones sin foco y sin resultado. Habitualmente tendríamos que ir por lo menos sintiendo que vamos por el camino por el cual que quieren ir, como que van avanzando y, yo me pregunto si has hecho algo como de preguntarle a tu paciente eso, algo como evaluación de proceso, de preguntarle a ella. ¿Le has preguntado a tu paciente, el foco, dónde cree ella que va y tu duda?”
  • -  Supervisada: “Eee ... en realidad no, no se lo he preguntado. Haciendo la ficha me di cuenta de que no le he preguntado”.
  • -  Supervisora: “Ok, súper. Esa es la primera indicación de la supervisión a qué hacer la próxima sesión. ¿Hay alguien tomando nota? ¿Tienes alguna coterapeuta? Para que la (supervisada) pueda estar con su alma aquí, no la quiero en el cuaderno, la quiero que yo le vaya llegando con mis palabras.

Una vez que la supervisora se asegura que alguien está tomando nota de lo que ella le está diciendo a la supervisada continúa diciendo:

- Supervisora: Entonces, tener esa duda es una duda que solo tenemos los buenos terapeutas, solo los terapeutas que nos importa mucho ser útiles y tener resultados y dar un buen servicio de psicoterapia y esos terapeutas son los que yo quiero formar y que haya muchos en este mundo para que de verdad la gente tenga respuesta de nosotros a su sufrimiento y que nos importe estar siendo útiles es una de las cosas más lindas y admirables que puede tener uno como terapeuta, pero es difícil lograrlo.

A partir de este extracto se puede observar, en primer lugar, cómo en el ir profundizando en la pregunta de supervisión, la supervisora va ayudando a la terapeuta a conectarse con aquello que le inquieta respecto de su caso e irse abriendo a eso que en ese momento la está haciendo sufrir de una u otra forma.

Cuando la supervisora se detiene a preguntar por quién puede tomar apuntes y dice que quiere que la supervisada “tenga su alma aquí” está promoviendo la atención consciente de la supervisada y desarrollando un vínculo de conexión y cuidado.

En segundo lugar, parece importante destacar cómo la supervisora va validando a la supervisada cuando dice: “que buena tu preocupación” y “esa es una duda que solo tenemos los buenos terapeutas” y por medio de estas intervenciones va generando un acercamiento amable y respetuoso en la supervisada respecto a su inquietud, porque le va entregando el mensaje de que aquello que la hace venir a supervisar no solo es buena inquietud, sino que además solo los buenos terapeutas la tienen.

Por último, resulta importante destacar como la supervisora termina en este extracto incorporando la mirada de la humanidad compartida al incluirse en el mensaje que entrega y decir que ella también es de esas terapeutas que le importa ser útil y que si bien es una de las cosas más lindas y admirables que puede tener un terapeuta, es algo difícil de lograr.

A medida que avanza la supervisión a la segunda etapa de proceso, también se observan intervenciones licitadoras de la compasión. A continuación, se presentará una intervención en la que la supervisora va mostrándole a la terapeuta la importancia de construir a su paciente desde un diálogo más compasivo, más amoroso y respetuoso consigo misma e ir dejando de lado la exigencia.

La supervisora le dice a su supervisada: “Creo que hay que mirarla a ella (la paciente) desde una admiración profunda, no desde un cómo puede hacerlo mejor o cómo puede cuidarse mejor, sino que preguntarle mucho cómo lo ha hecho antes, porque esta mujer tiene que haber tenido momentos tremendamente difíciles antes cuando ese niñito era más chico y algo hizo. Cuando algo tú estás tratando de hacer, que es bueno, como el autocuidado y que no está teniendo el efecto que tú quisieras porque en realidad no te está resultando tanto y tú no hayas mucho cómo, es ella la que te va a dar la información. No se te tiene que ocurrir a ti ni a un supervisor, sino que busca información en la historia, busca recursos en la historia. Cómo lo ha hecho ella antes para cuidarse, es decir, tu actitud como terapeuta yo quisiera que sea una actitud presuponiendo que esa mujer sabe cuidarse y sabe cuidarlo. No desde el que no sabe querida, porque se le calló de la cama, es verdad, pero se le calló a los 11 años y eso le desbarató su ser mamá capaz de cuidar a su hijo y eso es muy triste y eso yo creo que no podemos dejar que pase. Por eso el autocuidado no entra, porque se está sintiendo incapaz de cuidarlo y está cansadísima”.

Este extracto muestra cómo la supervisora va le va mostrando el entrampe a la terapeuta y cómo éste tiene que ver con su estilo relacional y desde ahí la invita a construir a una paciente que se relacione consigo misma con amabilidad y que se acerque a su realidad, de este hijo que cuida, de manera cariñosa y sin juicios.

En este extracto se observa como la supervisora busca promover en la terapeuta un estilo relacional compasivo con su paciente para que así su paciente pueda relacionarse consigo misma de esa forma también.

La supervisora continúa esta intervención diciendo: “Cuando uno se cansa de hacer algo muy difícil chiquillos, a mí me ha pasado mucho y yo creo que a ustedes también, que

hemos hecho cosas que son muy difíciles y estamos realmente cansados, pero cuando tenemos un buen resultado, el cansancio es rico, pero dime cómo es de atroz cuando uno se cansa mucho por algo y el resultado es que se te cae de la cama. Eso es atroz”.

Es en estas últimas frases de la supervisora que también se observa la incorporación de la humanidad compartida, la intención de desarrollar la conciencia de compartir vivencias de sufrimiento con las demás personas y tener una apertura a nuestra humanidad, dejando más de lado la sensación de soledad y vergüenza.

Por último, la supervisora cierra esta intervención poniendo especial énfasis en el aporte de la mirada compasiva diciendo: “A veces hay que ayudar a entender que se les va a caer de la cama porque eso es más humano, porque hay que ayudarla a entender que es simplemente humana, que lo que hace es de verdad muy difícil. Que pueda hacerlo y pueda quererse y respirar profundo y el autocuidado parte por ahí. Autocuidado es no exigirse más de lo que puedo dar”.

Hacia el final de la supervisión la Supervisora cierra diciéndole a su supervisada:

  • -  Supervisora: “Me encantó supervisarte, tienes en tus manos un gran desafío, enorme, de ayudar a una mujer a verse capaz, de enfrentar algo que no eligió en la vida, pero sí elige cómo enfrentarlo y tú estás ahí para ayudarle a cómo enfrentarlo y eso es un bonito desafío”.
  • -  Supervisada: “Gracias por supervisarme, de verdad aprendí mucho”.
  • -  Supervisora: “Que bueno, me da gusto. Me encanta poder hacerlo”.Este cierre de la supervisión muestra la gratitud de la supervisada y evidencia cómo la supervisora fue construyendo una supervisión a la media de su supervisada, acoplándose de tal forma que pudo conectar con ella y ayudarla a conectar con su dificultad como terapeuta para luego abrirse a una nueva construcción de su paciente. Una construcción de una paciente que puede, que tiene múltiples recursos y que se beneficiaría de relacionarse más cariñosa y amablemente consigo misma.

V. Conclusiones:

A partir de la realización del presente trabajo se puede concluir que la compasión sí se puede incluir en la práctica de la supervisión clínica y que hacerlo constituye un aporte para el logro de los objetivos de esta instancia.

En este sentido se puede plantear que un acercamiento compasivo a la hora de supervisar resulta ser una herramienta más para el supervisor que lo ayuda a crear una alianza de trabajo colaborativo con su supervisado desde un acercamiento en donde a todos como terapeutas nos ha pasado alguna vez tener la sensación de no saber cómo continuar, sentirnos entrampados o con la necesidad de pedir ayuda a un supervisor para continuar ayudando a nuestro paciente.

Ese acercamiento desde una humanidad que compartimos es la que promueve la conexión con el supervisado y, si a eso se le agrega un relacionarnos de forma amable, respetuosa y sin juicios con aquello que lo hace venir a supervisar, es que entonces vamos modelando en él o ella una nueva forma de acercarse a aquello que lo inquieta o lo hace sufrir en ese momento. Esta amabilidad para relacionarse con el propio sufrimiento resulta ser una herramienta clave para que el supervisado pueda abrirse al aprendizaje que viene a ofrecerle la supervisión.

Por último, el conectar con el sufrimiento del supervisado con una atención plena, en la que disponemos todos nuestros sentidos al servicio de ayudar a quien tenemos enfrente, será una herramienta que nos ayudará a mirar a nuestro supervisado en sus distintas dimensiones y a su vez ayudarlo a él a mirarse y abrirse a nuevas posibilidades.

Por otro lado, resulta importante concluir que al ser la compasión una motivación que tenemos intrínsecamente todos los seres humanos, los supervisores pueden incorporarla a su práctica de manera intuitiva. Sin embargo, se sugiere que los supervisores puedan tener algún entrenamiento en el desarrollo de la compasión y/o autocompasión para así luego utilizar esta herramienta al servicio de la supervisión y de sus supervisados.

VI. Bibliografía:

  • -  Brown, B. (1999). Soul without shame: A guide to liberating yourself from the judge within. Boston: Shambala.
  • -  Campbell, J. (2006). Essential of Clinical Supervision. New Jersey: John Wiley & Son.
  • -  Di Paola, M., Hoy, W. (2013). Principal improving Instruction, supervision, evaluationand professional development. Charlotte: IAPC.
  • -  Enright, R. D., Freedman, S., & Rique, J. (1998). The psychology of interpersonalforgiveness. en R. D. Enright & J. North (Eds.), Exploring forgiveness, (pp. 46–62).Madison, WI: University of Wisconsin Press.
  • -  Falander, C., Shafranske, E. (2004). Clinical Supervision. A Competency BasedApproach. Washington, D.C.: APA.
  • -  Fredrickson, B. L. (2013). Updated thinking on positivity ratios. AmericanPsychologist, 68, 814– 822.
  • -  Gilber,P. (2015). Terapia Centrada en la Compasión. Características distintivas.Bilbao: Desclee.
  • -  Neff, K. (2003b). Self-Compassion: An Alternative Conceptualization of a HealthyAttitude toward Oneself. Self and Identity, 2, 85-101.
  • -  Lambert, M. J., & Ogles, B. M. (1997). The effectiveness of psychotherapysupervision. In C. E. Watkins, Jr. (Ed.), Handbook of psychotherapy supervision (pp.421-446). Hoboken, NJ, US: John Wiley & Sons Inc.
  • -  Pesqueira, M. I., & Esquivel, H. Revista Electrónica de Psicología de la FES Zaragoza,UNAM. Vol. 8, No. 15, enero–junio, 2018, pp. 35-40.
  • -  Pesqueira, M. I., Ramirez, I., Ceruti, P., Salvo, D. (2019) Qué y Cómo del liderazgoirrenunciable del supervisor.
  • -  Prochaska J.O., DiClemente C.C. (1982). Trans-theoretical therapy: toward a more integrative model of change. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 19(3), 276-288.

- Watkins Jr, C. E. (2011). Does psychotherapy supervision contribute to patient outcomes? Considering thirty years of research. The Clinical Supervisor, 30(2), 235- 256.

Por: Trinidad Silva


Congreso anual de la “Society for Psychotherapy Research”

Congreso anual de la “Society for Psychotherapy Research”

La “Society for Psychotherapy Research” es una asociación científica internacional y multidisciplinar que se dedica a investigar acerca de psicoterapia, buscando mejoras constantes en las bases empíricas de la investigación sobre esta temática y su efectividad. Esto a través, por ejemplo, de pequeñas subvenciones a estudios piloto sobre temáticas relevantes del área; además de entregar espacios de dialogo e interacción entre profesionales, e investigadores de nuestra disciplina.

Uno de los objetivos más importantes del SPR, es poder transferir conocimiento; esto a través de la difusión de resultados respecto de investigaciones realizadas mediante diversos canales.

Todos los años, la SPR celebra su reunión anual, congregando a destacados profesionales de todo el mundo en un congreso, habíendose realizado el último en julio de 2022, en la ciudad Denver, Colorado, en Estados Unidos.

A esta instancia representantes de centro MIP pudieron asistir como oyentes a fin de actualizar sus conocimientos, con especial interés en los temas relacionados con la retroalimentación en psicoterapia

Al igual que en años anteriores, el congreso de la SPR presentó temáticas interesantes y relevantes para el ejercicio de la psicoterapia, en áreas tales como innovación tecnológica para la práctica e investigación en psicoterapia, qué se llevan los pacientes de la psicoterapia, evaluación de habilidades interpersonales para manejar la ambivalencia y la resistencia de los pacientes, personalización de la psicoterapia con enfoques actuales y futuros de esta, efectos negativos y eventos adversos en psicoterapia, el futuro de la retroalimentación en el proceso, estudios de caso, actualización de diversos temas de interés como contratransferencia, alianza terapéutica, resultados terapéuticos, estrategias en sesión e incluso uso de tecnología en la investigación.

Cabe destacar que la SPR tiene también disponibles, talleres de trabajo y seminarios webs disponibles al público de manera gratuita por lo que, para todos aquellos que están interesados en los fundamentos con base empírica de la psicoterapia, los invitamos a estar atento a novedades en su página oficial https://www.psychotherapyresearch.org/.

 


La Discreción y la Confidencialidad como soporte de un buen Coach

La Discreción y la Confidencialidad como soporte de un buen Coach

Por: Micaela Cartwright

Mientras me formaba como periodista tuve varios ramos sobre prácticas éticas en el ejercicio de la profesión. Teorías sobre la relación que se puede establecer con los entrevistados, el respeto a la confidencialidad, a la imagen, a la honra. Conocí el ‘’off the record’’ y también lo complejo que era el concepto de verdad.

Hoy, que me enfrento a la formación como Coach Estratégico, he revivido y vuelto a pensar en todos estos conceptos y las implicancias que tienen en esta nueva forma de relacionarme con otro en lo profesional.

Rafael Echeverría, en su libro Ética y Coaching Ontológico, afirma tajantemente que el éxito o fracaso de un coach depende de su desempeño en dos ámbitos: el de las competencias y el de la ética. Esta aseveración me ha dejado reflexionando sobre lo ético y las particularidades que aparecen en esta nueva relación profesional que quiero establecer.

Quisiera indagar en la Confidencialidad, valor ético que se espera en el coaching y que en periodismo relacionamos al concepto de ‘’off the record’’. En coaching este concepto es mucho más amplio. El silencio no se pide, se asume en la relación coach- coachee. Es parte del acuerdo tácito.
En periodismo nuestro entrevistado sabe que todo lo que diga puede ser reproducido salvo aquello que pide explícitamente ser guardado, en cambio el coachee sabe que todo lo que dice debe mantenerse en confidencialidad salvo que explícitamente permita que sea divulgado.

Pero quisiera exponer un aspecto de la relación entre el coach y el coachee donde el límite de ese “silencio” puede no ser tan claro, pero a mi parecer puede marcar la diferencia entre un coach del montón y uno que destaque: ser capaz de entender que la discreción y la confidencialidad incluye no sólo lo que dice sino todo lo que rodea la relación.

Nuestro trabajo como coach y lo efectivos que podamos ser se nutre en partes iguales entre lo que escuchamos y lo que vemos y percibimos: los contextos, la manera en que nos contactan, el lugar donde nos reunimos, su aspecto, la forma de relacionarse, su entorno. Todo esto es de vital importancia para ser útiles para nuestro coachee. Necesitamos que toda esa información que no es oral llegue a nosotros y para que eso pase tiene que generarse una relación de máxima confianza y esa confianza se construye a través de la confidencialidad, pero si le sumamos a ella la discreción, tendremos acceso a un mundo de coachees aún más amplio.

Recuerdo hoy un artículo que escribí sobre un pintor famoso. En aquella conversación me pidió confidencialidad sobre varios temas, pero para hacer bien mi trabajo, describí donde nos habíamos reunido, los zapatos que usaba y su color, la cantidad de café que consumió e incluso la voz que ponía cuando hablaba de su mujer. Todo aquello que en periodismo es un recurso profesional público, en coaching es un recurso profesional privado que puede ser usado para ser mejor coach.

Puedo afirmar, desde mi experiencia, que en Coaching la discreción debiera nacer desde el minuto de ser contactados como coach y no finalizar nunca. En ausencia o presencia parcial de ella, un coach se verá limitado a acceder a coachees que valoran en extremo este valor.

Micaela Cartwright
Alumna del Programa de Entrenamiento en Coaching Estratégico.